Es imposible tener acceso a Internet o un teléfono móvil en las colonias penitenciarias para mujeres rusas, explica Olga Romanova, fundadora y dirigente de la organización Russia behind Bars (“Rusia tras las rejas”). Las detenidas, sin acceso al exterior, no saben del mundo más que aquello que les transmiten la televisión pública o los educadores penitenciarios; algunas viven inmersas en este aislamiento desde hace más de diez años y son, por ello, más fáciles de manipular.
Algunas de las mujeres encarceladas en Rusia esperan con impaciencia a los enviados del ministerio de Defensa para alistarse como voluntarias. Cuando esos enviados no vienen o cuando se retrasa la salida hacia la guerra, esas pobres mujeres escriben a la organización de Romanova, que brinda ayuda jurídica y económica a los detenidos.
Romanova recibe todos los días cartas en las que le solicitan cómo han de hacer para salir hacia el frente lo más pronto posible. Para distinguirse de las demás, algunas presas le escriben incluso en verso.
Romanova condena la invasión rusa y por voluntad propia no ayuda a las compatriotas que están en el frente o a las que desean incorporarse a él.
Varios presos rusos combaten en el frente desde el verano de 2022. Hasta febrero de 2023, el alistamiento se hacía bajo la dirección de Evgueni Prigojine, jefe del grupo Wagner. Después de su muerte, el ministerio de Defensa ha asumido su relevo. Al principio, solo se reclutaba a hombres, incitados por la posibilidad de un indulto presidencial después de seis meses de servicio.
A partir del 1 de octubre de 2023, fecha de entrada en vigor de una nueva ley, los presos tienen que estar en el frente hasta el final de los combates y no pueden contar más que con una libertad condicional. Pero la oferta sigue siendo tentadora, tal como lo considera Romanova en una entrevista concedida a la cadena ucraniana Freedom. En diciembre de 2023, al menos 160 000 de los 400 000 detenidos rusos han ido a la guerra.
Las colonias de mujeres y de hombres tienen diferentes condiciones de detención
El reclutamiento de mujeres comenzó en diciembre de 2022. Un primer grupo de 50 presas fue enviado al frente y otros le han seguido. Olga Romanova intenta explicar la elección de las presas: “Los hombres van a la guerra con la esperanza de conseguir un indulto o una libertad condicional […]. Ellos no creen ni el discurso oficial ni las opiniones de la oposición. Las mujeres, por su parte, se tragan el discurso de la propaganda. Van al frente no para ganar dinero u obtener una libertad condicional, sino con el objetivo de morir por Putin”.
Estas dos actitudes resultan de una diferencia en las condiciones de detención entre las colonias de mujeres y las de hombres. Aunque Internet y los teléfonos móviles están prohibidos en los dos tipos de establecimientos, los hombres consiguen acceder a ellos.
Estos establecimientos están gestionados por un “blatkomitet”: una asamblea compuesta por reincidentes muy respetados que trata directamente con el director de la colonia. Es este consejo restringido el encargado de mantener el contacto con el mundo exterior y de regular las relaciones entre los detenidos.
Al distribuir teléfonos, permite que los hombres encarcelados se mantengan informados de lo que sucede más allá de los muros de la prisión.
Zoya Kosmodemiánskaya
Lo que también esperan las reclusas cuando parten hacia el frente es parecerse a su heroína, Zoya Kosmodemiánskaya, una partisana rusa asesinada por los nazis durante la Gran Guerra Patria de 1941 a 1945.
Se trata de un mito que sigue siendo popular. En 2021, la película Zoya fue proyectada en todas las colonias penitenciarias rusas: la historia de una joven de 18 años que después de la invasión alemana se alistó para luchar tras las líneas enemigas. Capturada por los alemanes, lejos de Moscú, fue torturada, mutilada y finalmente ahorcada.
Tamara Eidelman tiene cuarenta años de experiencia en la enseñanza. En su canal de YouTube comenta la película Zoya. “Los directores de la película nos animan a maravillarnos de la forma en que la joven se pasa la cuerda por el cuello, en lugar de compadecernos de esta adolescente torturada por los alemanes”.
Lo que el público olvida es que el mando soviético envió a Kosmodemiánskaya y a sus amigos a una misión suicida; una prueba de su desprecio por la vida humana.
Esta película, así como otras producciones cinematográficas sobre la guerra de 1941-1945, son generosamente financiadas por el ministerio de Cultura. Dirigido por Vladimir Medinski, el gabinete mantiene proyectos que moldean la opinión pública glorificando a los héroes de la guerra. Se presenta en ellos a los rusos como víctimas pacíficas de un ataque, obligados a defender su patria. Enfrentados al peligro, se reúnen en torno a su jefe y sacrifican la vida por él; así se ha configurado un paralelismo entre la “Gran Guerra Patria” y el conflicto actual, persuadiendo a los rusos de haber sido agredidos por Ucrania y la OTAN en febrero de 2022.
“Las mujeres, por su parte, se tragan el discurso de la propaganda. Van al frente no para ganar dinero u obtener una libertad condicional, sino con el objetivo de morir por Putin” – Olga Romanova
Volviendo a Zoya, cinematográficamente hablando, la película es una birria: un argumento primitivo, personajes maniqueos, actores de cartón piedra. "Recuerdo que nosotros, la llamada gente culta de San Petersburgo y Moscú, nos burlábamos de esta película. No éramos conscientes de que no estaba dirigida a nosotros, sino a esas pobres muchachas [las de las colonias penitenciarias]", recuerda Romanova en una entrevista con Farida Kurganbaleyeva. "Medinski ha hecho un trabajo excelente. Las presas quieren morir por la patria". Sí, como Zoya.
Se reclutan mujeres voluntarias en las regiones ocupadas de Donetsk y Lugansk, en Mordovia, en la provincia de Lipetsk o en la de Leningrado.
Las colonias de mujeres funcionan con una incomunicación total: es imposible determinar el número de presas enviadas a luchar contra Ucrania. Según las estimaciones de Olga Romanova, 1000 mujeres se encontraban en la línea de fuego en diciembre de 2023 (cifras incompletas y aproximadas). Muchas más habrán llegado probablemente a engrosar las filas de combatientes después de esa fecha.
Se saben pocas cosas sobre el desarrollo del servicio de estas mujeres que ellas mismas se apodaron “las lobas”. Los perfiles más solicitados son enfermeras y cocineras, pero la inmensa mayoría de las presas no han recibido formación alguna de ese tipo. Después de un mes de instrucción, se las incorpora a tropas de asalto, en unidades separadas, aunque luchan junto a los hombres. Los enviados del ministerio de Defensa reclutan a todas las voluntarias, sea cual sea su estado de salud, su aptitud física o su edad. Incluso la tuberculosis y el VIH no son contraindicaciones para reclutarlas.
Últimamente se ha reducido el traslado de presas al frente. Era difícil en la práctica encontrar comandantes capaces de imponer disciplina entre presas y presos. Decepcionadas por este cambio, las detenidas dan muestras de una gran impaciencia, al igual que sus madres que, desesperadas, intentan ayudarlas enviando cartas a la ONG Rusia tras las rejas.
Durante una entrevista, Romanova leyó una de ellas a la periodista Irina Ouzlova: “Mi hija ha sido condenada a ocho años de cárcel por tráfico de drogas. Quiere ir a la guerra. Yo no sé qué hacer ni a quién dirigirme. Mi hija está en Novorossíisk, pero estamos tratando de que la transfieran a Lipetsk (de donde salen para el frente las detenidas). ¡Ayúdennos, esta joven quiere recomponer su vida, expiar la falta que cometió, denla una oportunidad!”
👉 Artículo original en Krytyka Polityczna
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