Las noticias sobre la quiebra de Detroit, antigua capital de la industria automovilística, plantean una serie de preguntas. ¿Quiénes serán los próximos? ¿Acaso seremos nosotros, el mayor productor automovilístico del mundo por habitante?
Recordemos en primer lugar que ya vivimos una situación similar a la Detroit. Sucedió cuando nuestro principal sector exportador era la industria armamentística. Esta industria se hundió casi inmediatamente después de 1989, con el fin del Pacto de Varsovia y del Comecon [un pacto de ayuda mutua económica entre varios Estados del bloque comunista].
En sólo tres años, el índice de desempleo pasó del 0 al 12 % en algunos centros industriales e incluso llegó al 20 % en las regiones periféricas. Estas zonas no llegaron a recuperarse del todo de esta liquidación industrial. La economía de Eslovaquia se salvó con la segunda oleada industrial que siguió a la llegada de los inversores extranjeros, sobre todo a comienzos del nuevo milenio.
Imponerse con la especialización
Los fabricantes de automóviles y las empresas de electrónica no se están adentrando en un terreno desconocido. Se han basado en una sólida tradición industrial de construcción mecánica y en el saber hacer técnico de la mano de obra eslovaca. Gracias al capital extranjero, la producción de armamento y la industria mecánica eslovaca pudieron literalmente reencarnarse en las fábricas de armamento y en las empresas de electrónica.
[[Para que un país pequeño se imponga, debe concentrarse en una serie limitada de productos]], al mismo tiempo que garantiza una gran calidad de fabricación.
Es cierto que económicamente somos muy dependientes de una pequeña cantidad de sectores exportadores. Los productos derivados de la fabricación automovilística (incluidos los componentes), de la electrónica de masas y de la construcción mecánica representan respectivamente alrededor del 22 %, del 21 % y del 10 % de todas nuestras exportaciones. Gracias únicamente a la especialización podemos producir masivamente productos de calidad a precios razonables, imponernos en los mercados europeos y ahora también en Rusia y China.
Menos importaciones, más producción interna
Pero no dejan de plantearse preguntas: ¿Y Detroit? ¿Y nuestras fábricas de armamento de después de 1989? ¿No estamos condenados a que se repita la historia?
Para responder a ello, señalemos que el automóvil, por ejemplo, es un producto extremadamente complejo, integrado por una multitud de componentes (motor, neumáticos, parabrisas, o incluso el software de control electrónico y de navegación).
En la época de Henry Ford, una fábrica podía encargarse internamente de la fabricación de una gran parte de los componentes de sus automóviles. Hoy, alrededor de las fábricas de montaje giran una multitud de proveedores, detrás de los cuales se encuentran otros proveedores de servicios externos.
Cuando la empresa Volkswagen se implantó hace 20 años en el territorio eslovaco, tenía que importar cerca del 90 % de los componentes. Hoy, las importaciones de los componentes de la industria automovilística eslovaca siguen representando el 60% del coste total del producto final.
En este caso, lo importante es que la parte de importaciones disminuye, mientras aumenta el número de componentes y de piezas fabricadas en Eslovaquia. Sin duda es una muy buena notica para Eslovaquia. Porque cuantos más componentes y piezas podamos producir, menor será la tasa de desempleo.
Y lo que es más importante aún, los distintos sectores industriales (automovilístico, electrónico, siderúrgico, la industria del plástico, etc.) forman una red de cooperación cada vez más densa, como unas raíces cada vez más entrelazadas.
Aprender de la capital del motor
Pero la situación de nuestra industria no en absoluto ideal. Si bien podemos alegrarnos por el constante aumento del número de proveedores de los fabricantes de automóviles y de componentes electrónicos implantados en Eslovaquia, la mayoría de ellos son los socios extranjeros tradicionales de las multinacionales. [[A las empresas eslovacas les resulta extremadamente difícil acceder a la red de cliente-proveedor de las multinacionales]]. Y los proveedores extranjeros sólo realizan en nuestro país la parte de producción.
El diseño, los servicios financieros, la investigación y el desarrollo, ámbitos de actividades de gran valor y muy rentables, no se externalizan. Por desgracia, no tenemos mucho que ofrecer en esta materia. Serán nuestro mayor desafío en los próximos 10 años. Porque los que predicen que la industria automovilística y las fábricas de televisores se irán del país algún día, en parte tienen razón. Sobre todo las actividades “económicamente primarias”, como el simple mecanizado o el montaje, con muy poco valor añadido.
Al ser baratos, seguimos siendo competitivos. Pero los rumanos y los ucranianos, por ejemplo, lo son aún más y nosotros algún día dejaremos de realizar ese tipo de actividad. Nos contentaremos con producir componentes automovilísticos y televisores de gran valor añadido. Eso querrá decir que el destino de Detroit y nuestra propia historia nos han servido de advertencia y que hemos aprendido la lección.