Alemania y los refugiados
Berlín, 20 de junio de 2015. Manifestación en el Día Mundial del Refugiado.

Con los brazos abiertos... ¿pero hasta cuándo?

La inmigración está protagonizando las portadas a lo largo y ancho de la UE. Y entre las historias de creciente hostilidad a los que llegan a Europa, Alemania destaca como país dispuesto a aceptar a un gran número de solicitantes de asilo. Pero según Der Spiegel, esta nueva cultura alemana de hospitalidad comienza a dar señales de fatiga.

Publicado en 14 agosto 2015 a las 21:53
Germanbignews  | Berlín, 20 de junio de 2015. Manifestación en el Día Mundial del Refugiado.

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Se espera que 400.000 solicitantes de asilo lleguen a Alemania este año. Mientras que otros países europeos, especialmente España y el Reino Unido, se han mostrado poco dispuestos para bajar la barrera y acoger a más personas que huyen de la violencia y la persecución, Alemania ha adoptado una política más acogedora. Sin embargo, los ataques recientes a albergues de refugiados sirven como un recordatorio de la turbulenta historia de Alemania en lo que respecta a la inmigración.

Porque Alemania no siempre ha sido tan abierta. Aunque los años de la posguerra a menudo son recordados como un momento de solidaridad entre los alemanes occidentales y los alemanes del este que huían de la RDA, el equipo de Der Spiegel argumenta que llevó años para que los recién llegados fueran aceptados. Los alemanes occidentales mostraron el mismo "miedo a los extraños mezclado con las preocupaciones sobre la prosperidad y la pérdida de la tradición" que caracterizaría actitudes predominantes respecto a los que llegaron más tarde.

Trabajadores procedentes de Turquía, Italia y España fueron a menudo víctimas de la xenofobia y la exclusión. Se hizo poco esfuerzo para aceptarlos en la sociedad alemana. "Era conveniente que la primera generación de trabajadores tuviera poco o ningún interés en la integración", argumentan los autores. "Los alemanes tampoco tenían ningún interés en integrarlos."

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A principios de 1990, los ataques producidos en Mölln y Solingen caracterizaron un período de histeria anti-inmigrante que, en 1992, desembocó en una dura nueva ley para detener las solicitudes de asilo. Los solicitantes de asilo sólo podían ser aceptados en caso de que no hubieran huido a través de países seguros, algo prácticamente imposible dado lo seguros que son los países vecinos de Alemania. El canciller Helmut Kohl afirmó repetidamente que Alemania no era fundamentalmente un país de inmigración; sus puntos de vista recibieron un amplio apoyo de los medios de comunicación.

Esta ley fue finalmente abolida en 2005, y en los últimos años una nueva legislación ha hecho más fácil para los inmigrantes la reclamación de la residencia y de permisos de trabajo. Entonces, ¿qué hacer de este cambio radical de ánimo? Der Spiegel afirma que el pragmatismo político es un factor importante. Con una población que declina y una formación que escasea, los líderes alemanes reconocen los beneficios demográficos del aumento de la inmigración. "Sería malgastar recursos renunciar al conocimiento, las habilidades y la educación previa de los inmigrantes que se resisten a abandonar Alemania."

Pero también hay algo más, según dicho razonamiento -

En contraste con el tratamiento de sus trabajadores huéspedes en los años del milagro económico de Alemania, el país está ahora dispuesto a invertir e integrar. Quiere dar algo más, algo más que dinero, ropa o un techo para dormir. Está listo para ofrecer su humanidad y empatía, la cercanía y el sentido de comunidad, la amistad - sí, incluso la amistad.

Voluntarios de todo el país están ayudando a que sus nuevos vecinos se adapten y se acomoden en sus comunidades adoptivas; organizaciones caritativas están recolectando ropa, juguetes y artículos de aseo.

Queda por ver si esta atmósfera prevalecerá contra la creciente sensación de inquietud por el número de solicitantes de asilo que viven ahora en Alemania. Los autores sugieren que la hospitalidad alemana tiene sus límites, y sin medidas para controlar a todos los que llegan en el país, esta muestra de solidaridad podría llegar a su fin.

Hay un consenso dentro de amplios sectores de la población, un consenso de compasión limitada, según la cual la gente está dispuesta a renunciar a algo, pero no a todo, y ciertamente no a sus cómodas vidas en la próspera Alemania.

Sugieren que el Gobierno debe reformar el sistema para determinar la validez de las solicitudes de asilo. Aquellos que huyen de los conflictos genuinamente deberían tener acceso más rápido, mientras que los inmigrantes económicos, en particular, desde el sur de Europa del Este, deberían ser agrupados ​​en tiendas de campaña y repatriados a las dos semanas de la llegada. "El sueño de una vida mejor no califica como motivo válido de asilo", afirman los autores. En su lugar, una ley de inmigración debe ser introducida que permita a los solicitantes cualificados su entrada en el país a través de los canales legales.

"Entonces, ¿cuál es el estado de la nación en realidad?" Der Spiegel pregunta -

Cuando se trata de los refugiados, es un estado de ansiedad. En realidad, todo se reduce a una cuestión de cómo la creciente afluencia de los refugiados y solicitantes de asilo afecta negativamente a la relación de los alemanes con los recién llegados. Los 400.000 solicitantes de asilo que se prevé que llegarán este año pondrá a prueba la nueva cultura de bienvenida de Alemania. ¿Podrá soportarlo? ¿Podrá sobrevivir?

  • Este artículo es parte del proyecto #OpenEurope. Participado por nueve medios de comunicación europeos, pretende "contar las acciones de solidaridad reales en ayuda de los inmigrantes y propone la defensa de una Europa fiel a sus valores de acogida, asilo y apertura'*.

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