Línea de producción del Fiat Panda que se fabricaba en la factoría de Tychy (Polonia).

Lo que Fiat se llevó

La moderna y productiva fábrica de Tychy fue antaño la planta insignia de Fiat, pero ante la crisis de la deuda, el fabricante italiano ha decidido volver a llevar la producción del popular Panda a Nápoles. Para la plantilla polaca, esto implica una oleada de despidos a finales de enero. La desilusión está a la orden del día.

Publicado en 23 enero 2013 a las 12:22
Línea de producción del Fiat Panda que se fabricaba en la factoría de Tychy (Polonia).

Franciszek Gierot esperaba que no se volviera a repetir esta situación. Conversamos con él mientras nos tomamos un té en el restaurante del Hotel Corona, cerca de la planta de Fiat. El tiempo es acorde a la situación, con un viento violento que escupe aguanieve contra las ventanas y las nubes tan bajas que se podrían tocar. Un mal inicio de año.

En su coche, un Lancia Delta negro, Gierot ha dejado la carta que trajo de la oficina de la dirección en Bielsko-Biala, con la lista de los miembros del sindicato WZZ Agosto 80 que pronto serán despedidos. Es el líder sindical y entregaron sobres parecidos a los líderes de los demás sindicatos activos en la planta de Fiat en Tychy.

Gierot sabe qué va a ocurrir. Las cifras hablan por sí solas. Hubo un tiempo en el que la planta producía hasta 2.300 vehículos al día, con lo que salía de la línea de montaje un vehículo cada 37 segundos. En 2012, la cifra se redujo a 1.600 y se espera que llegue a la marca de 1.000 este año. Esto significa que se suprimirá toda una línea de montaje. De los 4.900 empleados de la planta, 1.450 perderán sus puestos de trabajo.

La era dorada

Durante dos décadas, Silesia estuvo paralizada con una alta tasa de desempleo y con repentinas recesiones económicas, por lo que la situación no debería sorprender a nadie.

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Pero durante la era dorada de Fiat Auto Poland SA en 2009, seis trenes de mercancías y 350 camiones salían de este centro cada día para transportar vehículos a distintos destinos internacionales. La producción era un 20 superior al año anterior y la fábrica de Tychy producía tantos vehículos como las cinco plantas de montaje italianas de Fiat juntas.

Casi la mitad de su producción se centraba en el modelo Panda. El cercano Hotel Corona, donde nos sentamos ahora con Gierot, siempre estaba lleno de huéspedes extranjeros. Pietro, un chef de Verona, dirigía la cocina y en esta tierra de carnes y col roja nadie se extrañaba ante unos espaguetis "frutti di mare". Los empleados oían en todo momento que Tychy era la planta insignia del grupo, el más eficiente y productivo de todos su centros de operaciones europeos. El trabajo se repartía en tres turnos y las horas extra se pagaban bien. Aquí trabajaban alrededor de 6.000 personas y el número de puestos de trabajo que ofrecían los proveedores ascendía a entre 30.000 y 40.000.

Pocos Fiats en el aparcamiento

Los sindicatos reconocieron hace tres años que la edad dorada no duraría para siempre, aunque por entonces la planta aún producía a pleno rendimiento. A principios de 2010, Agosto 80 escribió una carta al entonces ministro de Economía, Waldemar Pawlak, advirtiendo de que era inminente una crisis y que Fiat estaba pensando en repatriar la producción del Panda a Italia.

A pesar de los llamamientos sindicales para que interviniera, el ministro contestó que no podía interferir en una empresa privada que era libre de tomar sus propias decisiones.

Mientras, Fiat mantenía intensas negociaciones con el Gobierno en Roma. Y tomaron una decisión: el nuevo Panda se fabricaría en Italia. La junta directiva de Fiat aclaró que prefería que la producción siguiera en Tychy, pero prevaleció la idea de que en tiempos de crisis, la empresa debía apoyar primero a su país de origen. El ánimo en la planta comenzó a decaer. Un soldador que prefiere mantenerse en el anonimato, afirma: “Hace dos años, una serie de empleados dañaron un montón de coches. Rayaron las carrocerías, destrozaron los neumáticos e incluso defecaron en el suelo de un coche. Dejaron una nota que decía: ‘Pagáis una mierda. Pues aquí tenéis mierda’”.

A lo largo de 2012, la dirección despidió a trabajadores en grupos de 29, para evitar caer en la categoría de “plan social”, que comienza a partir de 30 puestos de trabajo.

Una larga travesía

Cuando Franciszek Gierot acaba su té, un hombre que se presenta sin más como Andrzej (“Silesia es un lugar pequeño”, explica) regresa a casa tras su turno de trabajo.

Hace tiempo que dejó Fiat y consiguió un trabajo en una de las minas locales de carbón. El sueldo es decente, pero hay que ser un buen caminante, porque si te asignan una pared que está a 6 km, hay que caminar por el barro. Andrzej, que pasó varios años trabajando en Tychy, comenta, “Durante un tiempo, todo marchaba bien. Pero luego empezaron a apretar las tuercas. Los bonus de productividad desaparecieron. Cuando no había trabajo, nos obligaban a marcharnos. Dejé ese trabajo porque empecé a sentir que estaba trabajando en un campo de trabajo, en lugar de en una fábrica normal. El trabajo en la mina es menos cansado y menos estresante”.

Por supuesto, los trabajadores de la fábrica afirman que los sindicatos podrían haber hecho más. Dicen que deberían haber presionado con más dureza a la dirección, o amenazar con sentadas, que los líderes sindicales son demasiado conciliadores. Al escuchar esto, Gierot pregunta si son los sindicatos los que tendrían que convencer a los clientes que desechen sus coches viejos y se compren nuevos Fiats. “Hemos hecho todo lo posible en los tres últimos años y hemos conseguido muchas cosas”, afirma.

Se avecina la huelga general

Se ha logrado que no se despida a 50 personas. Los que acuerden marcharse a finales de enero recibirán, en función de la antigüedad, de nueve a 18 meses de sueldo.

No se podrá despedir a los empleados en edad de prejubilación ni a los padres solteros y en caso de parejas casadas que trabajen en la fábrica, uno de los cónyuges mantendrá el trabajo. Cuando la producción se recupere, los puestos de trabajo se ofrecerán primero a los antiguos empleados. “Los recortes son una realidad, pero la planta seguirá produciendo”, afirma Gierot. ¿Y qué ocurrirá con los proveedores? Los que dependan en gran medida de los pedidos de Fiat también tendrán que reducir puestos de trabajo. ¿Qué dice el Gobierno ante esto? Wladyslaw Kosiniak-Kamysz, ministro de Trabajo y Política Social, ha prometido asignar una parte del Fondo Laboral a las oficinas de empleo locales, y la ciudad de Tychy también ha ofrecido su ayuda. Pero puede que sea demasiado tarde.

Se prevé una huelga general en toda la región en febrero, la primera que se produciría en décadas.

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