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El largo camino del divorcio a la europea

Cada año, miles de parejas binacionales se divorcian en Alemania. Pero la planificación de las custodias de los hijos se complica, ya que la justicia favorece sistemáticamente al progenitor alemán. Con la nueva normativa europea supuestamente se simplificarán las cosas.

Publicado en 22 diciembre 2010 a las 09:24

Se llaman Sascha, Aurélie, Erwin, Astrid, Camille, Julia o Quirin. Tienen entre 18 meses y 7 años. Todos estos niños tienen varias cosas en común: tienen un progenitor francés y otro alemán, han sufrido la separación conflictiva de los padres y se encuentran en medio de una guerra sin piedad entre sus padres y las justicias de los dos países. Cada año, en Alemania se divorcian 30.000 parejas binacionales, en comparación con los 140.000 binacionales que se separan en los países de la Unión Europea.

Para facilitar estos procedimientos, catorce países de la Unión Europea, entre ellos Alemania y Francia, firmaron en junio la esperada convención sobre divorcios. "Un momento histórico", aseguraba entonces la ministra alemana de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, tras la firma de esta ley que debería entrar en vigor a principios de 2011 [véase a continuación].

Un niño que reside en Alemania, difícilmente será enviado a Francia

Los catorce países de la UE acordaron una regla común: en caso de conflicto, el divorcio se resolverá en el país en el que residían los cónyuges antes de su separación. El progreso ha sido muy importante: hasta ahora, el cónyuge que acudiera primero ante el tribunal del país que eligiera decidía el régimen jurídico bajo el que se realizaría la separación.

"En el caso de las parejas franco-alemanas, al padre le interesaba interponer la demanda de divorcio en Francia, donde la cantidad de las pensiones alimentarias es mucho menos elevada. Y a las madres en Alemania, donde disfrutan de muchos más derechos", resume Jean-Patrick Revel, un abogado francés especializado en derecho de familia que ejerce en Berlín. "Pero en lo relativo a la custodia y el lugar de residencia de los hijos, que son asuntos dolorosos, esta nueva normativa no cambiará gran cosa", relativiza.

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"Porque otros textos internacionales deciden que todo lo relativo a los hijos depende de su lugar de residencia. Y la justicia alemana interpreta este principio de un modo muy estricto, en nombre del "bien del hijo", una noción susceptible de muchas interpretaciones. Para un tribunal alemán, quiere decir que hay que dejar al hijo allí donde se ha socializado. De hecho, cuando un niño ha crecido en Alemania, es muy difícil enviarlo a Francia si su madre francesa desea volver a su país de origen. Y es imposible conseguir que salga de Alemania, ni siquiera para las vacaciones, si el tribunal estima que existe riesgo de rapto".

Muchas recomendaciones del Jugendamt (el equivalente alemán de las Consejerías de Familia y Asuntos Sociales y cuya opinión a menudo tienen en cuenta los jueces de familia alemanes) refuerzan la amargura, el enfado o las angustias del progenitor que no es alemán. Caroline, de 38 años, no vio a su hijo Sascha durante ocho meses. En el momento de la separación, Sascha no tenía ni un año. El padre del niño hizo que su mujer francesa ingresara en un hospital psiquiátrico.

Decisiones extremas e incomprensibles

Alain, de 45 años, padre de una pequeña nacida en Alemania, vio cómo le quitaban la custodia de la niña porque es casi ciego, "¡Como si un invidente no pudiera criar a su hija!". Karine, madre de dos hijos, sólo pudo quedarse con su hijo. Su hija mayor se quedó al cuidado del padre alemán, ya que la autoridad alemana consideró que los niños "se conocían desde hacía poco tiempo", por lo que no había problema en separarles. Decisiones de este tipo, extremas e incomprensibles, se toman a menudo en los divorcios de parejas alemanas. Pero cuando implican a un progenitor extranjero, éste inevitablemente siente la discriminación.

¿Cómo se llega a este tipo de aflicción? "Los alemanes y los franceses tienen un concepto del derecho de familia totalmente distinto", opina el jurista Jean-Pierre Copin, que ha participado durante tres años en un proyecto piloto franco-alemán de mediación familiar. Dicho proyecto, iniciado en 2003 por los ministros de Justicia de los dos países, se abandonó por falta de financiación. "En Francia, partimos del principio de que, independientemente de lo sucedido, el hijo tiene derecho a acceder a sus dos padres", prosigue.

"En caso de conflicto, buscamos el modo de no romper jamás el vínculo con uno de los progenitores y en el peor de los casos, se organizan visitas bajo vigilancia. En Alemania, se da prioridad a la "protección del hijo" en caso de conflicto entre los padres. Por lo tanto, la justicia puede decidir romper el contacto entre el hijo y uno de los dos padres si el conflicto entre los ex cónyuges es demasiado violento. Esto puede obligar a los padres a regular su conflicto. Pero la justicia puede también decidir romper el vínculo, con el riesgo de provocar un distanciamiento afectivo".

Todos estos franceses, convencidos de haberse sacrificado en aras de la amistad franco-alemana, hace tiempo que dejaron de creer que Francia acudiría en su ayuda. El caso de Françoise que, a pesar de la oposición del padre, pudo salir de Alemania con su hijo de 7 años y la aprobación de la justicia alemana para volver a vivir en Francia, no les devolverá la confianza.

La justicia francesa acaba de decidir que Fabien deberá ir a vivir cerca de su padre, con el riesgo de no poder regresar jamás a Francia. La jueza francesa determinó que la madre se había instalado lejos de un colegio alemán y que por ello existía el riesgo de que el niño rompiera el vínculo con su padre, que sólo habla alemán. Los padres franceses de niños franco-alemanes ya ni siquiera se atreven a soñar con una decisión similar de la justicia más allá del Rin.

"He dejado de creer que la justicia alemana condenará algún día a una alemana por haber intentado separar a su hijo del padre", suspira Alain. "Incluso cuando, como es mi caso, los expertos psicológicos insisten en el hecho de que la madre no es realmente capaz de criar a su hijo".

Legislación europea

Divorcios sin fronteras

La Unión Europea va camino de lograr "la simplificación de los divorcios internacionales", explica Trouw, que expone que el Consejo de ministros aprobó el 20 de diciembre un procedimiento que permite a las parejas con dos nacionalidades "decidir el régimen jurídico que desean aplicar" a su divorcio. A mediados de diciembre, el Parlamento adoptó la propuesta de normativa. Es la primera vez que se ha recurrido al procedimiento de cooperación reforzada, con la que los países que comparten las mismas posiciones pueden adoptar una legislación en ausencia de un acuerdo del conjunto de los Veintisiete, señala el diario. Además, añade que los procesos de divorcio internacionales afectan al 13% de los 122 millones de matrimonioscontraídos cada año en Europa. La medida ha sido adoptada por 14 países, entre ellos Malta, donde la ley no prevé el divorcio, así como Francia y Alemania.

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