Un modelo de crecimiento para Europa

La UE representa el mercado interior más grande y dinámico del mundo. Si quiere sobrevivir debe considerar su potencial interno como una fuerza motriz para sostener el crecimiento, escribe el economista italiano Innocenzo Cipolletta.

Publicado en 13 marzo 2015 a las 22:44

[El] modelo de crecimiento económico basado en las exportaciones fue el predominante tras el periodo de reconstrucción que siguió a la Segunda Guerra Mundial en los países de la Europa Occidental, y se ha extendido a los países de la Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín.

Ningún otro escenario fue posible debido a que cada país europeo representaba un mercado interior demasiado pequeño que permitiese la recuperación, lo que significa que cualquier esfuerzo nacional fue siempre dirigido a aumentar las exportaciones, durante más de cincuenta años.

Este modelo fue aplicado durante muchos años y ha quedado fijado en la memoria. El comportamiento y la mentalidad europeos al respecto hacen ver que una gran parte del sistema económico de Europa descansa sobre esta idea, es decir, en medidas que favorecen la competitividad, y en consecuencia, las exportaciones.

Cuando Europa inició el proyecto del mercado único interno y del euro, uno de los objetivos era el de crear un área económica en la que los países pudiesen realizar exportaciones en un campo de fuerte demanda interna, y que fuese a su vez relativamente indiferente a las variaciones del tipo de cambio de la propia moneda.

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Sin embargo, [[la lógica que se oculta tras el establecimiento de la Unión Europea es prácticamente una réplica de los modelos nacionales basados en las exportaciones a escala continental]].

El motor y el carburante

Europa no puede continuar con un modelo de crecimiento basado en la exportación, a pesar de que los diferentes países hayan continuado con este modelo. La puesta en marcha de un mercado interno y la adopción de una moneda única suponen la transición hacia una Europa en la que la demanda interna represente el motor y el carburante del crecimiento.

Un reglamento inteligente, dirigido a mejorar la calidad de vida y el futuro de nuestras generaciones, puede representar un factor importante en el crecimiento de nuestras economías.

Por poner un ejemplo: los reglamentos establecidos para frenar las emisiones atmosféricas no deberían solo servir para reducir la contaminación, sino también para sostener la investigación de nuevas soluciones y tecnologías que pudiesen conducir a cambios sustanciales en el consumo y la producción, es decir, que condujesen a modificaciones y recambios de numerosos productos y servicios. Estas soluciones podrían llegar a convertirse en el pilar de la demanda interna europea.

Los países avanzados, como los de Europa, no crecerán en el futuro porque tengan necesidad de un mayor consumo, mayores espacios o infraestructuras. Crecerán porque sustituirán esos bienes, espacios, servicios e infraestructuras por otros de una calidad y nivel superiores, gracias a la innovación tecnológica.

Los entornos de producción

No debemos abandonar las exportaciones ni la competitividad por otros aspectos. Más bien al contrario, esta idea implica avanzar en la producción, en abrir nuevos campos de investigación y en desarrollar una nueva demanda para ser después exportada a otros países y otras regiones.

Además, [[la atención al crecimiento interno es necesaria para que nuestras actividades de exportación continúen creciendo]]. En efecto, si queremos asegurar una continuidad en los procesos de desarrollo y de competitividad de manera duradera, todas las partes de la estructura de producción deben ser bien solidas.

La capacidad de exportación de un país no se basa solamente en el coste y la calidad de los productos de las empresas que exportan, sino también, y ante todo, en el entorno de producción relacionado con las diferentes partes del proceso, así como los servicios, la profesionalidad y el conocimiento necesarios.

Una política que favorece solo las exportaciones acabaría agotando lo externo, que sin embargo vive principalmente de una demanda interna. Bajar los salarios, buscar subcontratistas en países a bajo coste del trabajo y recortar el gasto público para reducir las tasas y los costes de producción, acabaría por desertificar el terreno externo a las empresas que exportan, con el riesgo de hacerlas morir progresivamente, ya sea por falta de factores de producción o porque se transfieren allí donde estos factores no existen.

La Unión Europea, o será un gran mercado interno que arrastrará al crecimiento al resto del mundo, o será la suma de tantos países pequeños haciéndose una guerra recíproca para mantener una pequeña cuota de mercado internacional a perjuicio de los países emergentes, algo que sería el fin de una Europa unida.

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