En las calles de Lisboa.

Excluidos del club de los ricos ¿y ahora qué?

El rigor que acompañará al plan de ayuda del FMI y de la UE plantea dos soluciones a los portugueses: volver al modo de vida anterior a Europa o ponerse manos a la obra. Un editorialista hace un llamamiento a sus compatriotas para que se esfuercen y sean optimistas.

Publicado en 14 abril 2011 a las 14:10
Robsike  | En las calles de Lisboa.

Con el apoyo financiero de las instancias internacionales, el país, es decir, cada uno de nosotros, deberá plantearse vivir de un modo diferente. Al igual que en Grecia e Irlanda, la población portuguesa ya no estará en condiciones de vivir según las normas europeas. Sí, nuestra supervivencia tiene ese precio: debemos dejar de comportarnos como europeos. De hecho, nos expulsarán del “club de los ricos”. Tendremos que asumirlo y unirnos al tercer mundo.

Somos los primeros responsables de la situación actual. Pero Europa también ha incumplido su deber de solidaridad con respecto a los más débiles y nos ha dejado caer. Europa nos ha impuesto normas cada vez más estrictas, a las que nos hemos sometido a menudo. Esto equivale un tanto a pasar de la recogida de una simple fruta a la logística indispensable para el buen funcionamiento de un restaurante.

Llegará un momento en el que una familia tendrá que vender perritos calientes para sobrevivir; el manitas con un poco de talento se ganará la vida instalando interruptores; los productores venderán el aguardiente destilada en casa y su jamón ahumando sin certificado; el mecánico de la esquina fabricará y montará con sus propias manos un tubo de escape; nos tendremos que resignar a utilizar autovías peor conservadas, desprovistas de áreas con estaciones de servicio, de reflectores en la separación central, o incluso sin ninguna separación, aunque serán autovías gratuitas.

Hay que ponerse manos a la obra

¿Nos dirigimos hacia la regresión? ¿La escasez hará de nosotros un país menos seguro, menos certificado, menos europeo? Seguro que volveremos a ver a la Autoridad de Seguridad Alimentaria y Económica (ASAE), la inspección técnica periódica de vehículos, los espacios de juegos protegidos. Quizás lo que nos espere es un país en el que cada uno podrá imaginarse cómo ganarse la vida a su modo, con la venta de animales vivos en el mercado, el transporte de pasajeros en vehículos tambaleantes, la comercialización de los huevos del gallinero, sin todas esas medidas complicadas e impuestas por Bruselas…

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Moriremos más fácilmente, tendremos más accidentes y menos asistencia y nada de suerte. Y sabremos rápidamente si aún podremos salir de esta situación gracias al “desenrascanço” [el sistema D de los portugueses], sin reverencias a los europeos.Pero tenemos otra opción: ponernos manos a la obra. Acabemos con la dependencia con respecto al Estado. Seamos emprendedores y dejemos de responsabilizar al Gobierno de todos nuestros males.

Definamos nosotros mismos nuestros propios logros: el vino, el aceite de oliva, el turismo, la tecnología de vanguardia, el mar, el corcho, el calzado, las energías renovables y exportemos todos estos recursos de una vez por todas, sin esperar a que nos inciten a ello. Dejemos que un Gobierno valiente reforme la justicia y ponga fin a los abusos en las prestaciones sociales. Permitamos que la “generación abatida” cree empleos en lugar de esperarlos. Y en algunos años seremos de nuevo europeos. Y entonces lo seremos de pleno derecho, nadie nos lo habrá concedido, ni siquiera un Jacques Delors.

Desde Estados Unidos

Los mercados amenazan la democracia

"La solicitud de ayuda que Portugal realizó ante el FMI y la UE por su deuda soberana la semana pasada debería sonar como una advertencia para las democracias",[escribe en las páginas del New York Times](http:// http://www.nytimes.com/2011/04/13/opinion/13fishman.html?scp=2&sq=portugal&st=cse) el sociólogo americano Robert M. Fishman. En su opinión, frente a los casos de Grecia e Irlanda, en los que "el veredicto de los mercados reflejaba los profundos problemas económicos fácilmente identificables", Portugal no gozaba de malos resultados hasta hace poco meses. "No existía una verdadera crisis subyacente": el país "conseguía resultados económicos destacables en plenos años noventa y se encontraba en vías de salir de la crisis económica global mejor que muchos otros países europeos", destaca de esta manera Fishman. "Pero se ha visto sometido a una presión injusta y arbitraria de los negociadores de bonos (bond traders), de los especuladores y de las agencias calificación de la deuda quienes, por miopía o por razones ideológicas, se han propuesto derrocar a un gobierno democráticamente elegido y — potencialmente — dejar las manos atadas a su sucesor".

"Si los actores de los mercados no están regulados, estos amenazan la capacidad propia de los gobiernos democráticos de tomar decisiones por sí mismos en el ámbito presupuestario", pone sobre aviso Fishman. Y he aquí el porqué, añade, "el destino de Portugal conlleva un aviso muy claro para el resto de países […] Es muy posible que 2011 marque el inicio de una ola de recortes de la democracia por parte de los mercados salvajes, teniendo a España, Italia o Bélgica como próximas víctimas en potencia". "Únicamente los gobiernos electos y sus líderes pueden asegurar que esta crisis no terminará minando los procesos democráticos. Hasta el momento, parecen haber cedido ante los caprichos de los mercados de obligaciones y a las agencias de calificación".

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