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Sibiu. La Plaza Mayor y el Ayuntamiento.

Aires bávaros en Transilvania

Sibiu, localidad mártir durante la revolución de 1989, se ha curado las heridas y es hoy uno de los enclaves culturales de Rumanía. El redactor jefe de Adevărul acoge de forma positiva esta metamorfosis.

Publicado en 14 junio 2011 a las 12:10
Mircea Turcan  | Sibiu. La Plaza Mayor y el Ayuntamiento.

Aunque consideraba a Rumanía una tierra de tristeza y desgracia, hice una escala de dos días en Sibiu. Fue un fin de semana, con ocasión de una feria del libro celebrada en esta ciudad de Transilvania con pedigrí alemán: Hermannstadt.

No había ido a Sibiu desde mediados de los años noventa, cuando la ciudad contaba con un equipo de fútbol en primera división pero aún mantenía el tono grisáceo comunista. La gente vivía con miedo, atrapados por una industria estatal que exhalaba el último suspiro. Además, aún no se habían liberado de las pesadillas de 1989, cuando las calles de la ciudad se tiñeron de rojo por la sangre de los 99 muertos y centenares de heridos, abatidos por misteriosos francotiradores de élite (las fuerzas especiales y los "turistas" soviéticos), ametrallados o disparados como presas de caza desde los helicópteros del ejército.

Un aire occidental

El Sibiu de 2011 ya no tiene nada de la ciudad rendida de los años noventa. Desde el conductor de taxi correcto, civilizado y optimista, hasta la recepcionista del hotel, atenta y amable, se respira un aire de ciudad occidental. Y esta sensación se multiplica en el centro histórico, donde se encuentran la Plaza Grande y la Plaza Pequeña, tal llenas de vida y tan repletas de historia.

En ningún otro lugar de Rumanía existe una zona peatonal tan amplia, tan bonita y tan desbordante de alegría como en el corazón de Sibiu. Los cientos de terrazas, alineadas unas tras otras con un buen gusto refinado a lo largo de los siglos, atraen todos los días a miles de personas y hasta altas horas de la noche. Se habla rumano, pero también alemán, húngaro, inglés o francés. En cualquier lugar se ven turistas de Japón u Oriente Medio, con la cámara de fotos colgada del cuello.

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A cada paso, Sibiu respira juventud, incluso en los grupos formados por una madre, una hija y una abuela. La juventud es una actitud, no una cifra en el pasaporte. Es algo que se siente, por ejemplo, en Múnich, donde las ganas de vivir están presente los 365 días del año. De hecho, al pasar unas horas en la agradable efervescencia del centro histórico de Sibiu, se tiene la impresión de estar en Marienplatz, el "punto cero" de la capital bávara.

Un escenario cultural

Puede que el milagro se deba al Festival Internacional de Teatro, que se celebra aquí desde hace 18 años. Pero los lugareños me explicaron que desde 2007, cuando fue Capital Cultural Europea, Sibiu se convirtió en un escenario cultural. Semana tras semana se suceden celebraciones de todo tipo, desde teatro a cine, desde ferias del libro a arte medieval. Y el resultado es sorprendente: las decenas de hoteles y los centenares de albergues juveniles de los alrededores de Sibiu están llenos prácticamente todo el año.

Se trata de un milagro estrechamente relacionado con la industria cultural, pero también anclado en la economía. Alrededor de la ciudad se han levantado decenas de fábricas, sobre todo de la industria de piezas automovilísticas, producto de las inversiones extranjeras de los últimos 10 a 15 años. La gente se gana bastante bien la vida; y el sentido común transilvano, impregnado con el toque de educación alemana (la mayoría de los sajones salieron del país, pero permanecen sus buenas costumbres), hace que se viva con dignidad y optimismo.

Una Rumanía germana

No podía dejar Sibiu sin recorrer la calle de la Revolución. En ella se pueden observar dos placas de mármol, enfrentadas a una distancia de 20 metros. En la que se encuentra delante de la comisaría de policía están grabados los nombres de los 25 oficiales y suboficiales del ministerio del Interior abatidos el 22 de diciembre de 1989. Enfrente, el monumento delante de la Academia de las Fuerzas Terrestres "Nicolae Bălcescu" nos recuerda a los seis soldados fallecidos el mismo día.

Pero los enamorados que se paseaban a la sombra de los tilos en este bonito día de primavera de 2011 no parecían preocuparse por la historia sangrienta de este lugar. Un síntoma de que Sibiu, aunque no haya olvidado su pasado, ha logrado superar su tristeza para vivir el presente y construir su futuro. Cuando Rumanía tenga al menos una veintena de ciudades como Sibiu, empezará a parecerse a Alemania.

Música

Sibiu, capital del barroco

Quién lo iba a decir: la comarca de Drácula es también la capital de la música barroca. El reciente descubrimiento de varios miles de partituras de los siglos XVII y XVIII, depositadas en los archivos nacionales de Sibiu, ha sacado a la luz un legado que había caído en el olvido. En la génesis de este hallazgo, explica Le Monde, se encuentra la comunidad alemana establecida en Transilvania en el siglo XIII y desarrollada bajo el Imperio austrohúngaro. Asimismo, el diario también puntualiza que "el régimen comunista que se hizo con el poder tras la Segunda Guerra Mundial frenó la efervescencia musical en esta región. Los alemanes huyeron, dejando tras de sí pueblos desiertos y tesoros olvidados, como las partituras en cuestión.

A día de hoy, Sibiu (Hermannstadt en alemán) ha perdido al 90% de su población alemana, que ha quedado reducida a algo más de 1.400 personas. Entre estas, Kurt Philippi, consejero musical de la Iglesia evangélica y director de la coral Bach de Sibiu, quien, junto a su esposa, trata de descifrar las partituras y de salvar este patrimonio desconocido. Un trabajo ingente que no le asusta, porque hay mucho en juego, confiesa a Le Monde: "Ha llegado el momento de comprender que una nación puede reencontrarse con su historia a través de la música".

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