Llegada de inmigrantes ilegales a la isla de Lampedusa, Italia.

El asilo en Europa, un espejismo

Veinticinco refugiados se asfixiaron en la sala de máquinas de una embarcación con destino a Italia. Sus muertes no son otro episodio más en la crisis de los refugiados a lo largo de las costas del sur de Europa y que dura ya décadas, sino que son parte de la estrategia europea para disuadir a los solicitantes de asilo, afirma un editorialista alemán.

Publicado en 3 agosto 2011 a las 14:38
Llegada de inmigrantes ilegales a la isla de Lampedusa, Italia.

El Mediterráneo es una gran fosa común. Desde que comenzó el año, 1.820 personas han muerto en él. Eran inmigrantes que se embarcaron rumbo a Europa y murieron de sed en el agua, ahogados en alta mar o en las costas de Lampedusa, congelados por el frío de la política de refugiados de Europa.

La isla de Lampedusa es una balsa salvavidas en el Mediterráneo para los que huyen de sus hogares. Muchos nunca llegan a ella y en el caso de los que lo consiguen, no les sirve de mucho. Les vuelven a echar atrás. La mayoría de refugiados son enviados de vuelta inmediatamente a su lugar de origen. De hecho, la parte de la política de refugiados de la UE que mejor funciona es la relativa a la repatriación.

Cuando se pueden modificar rápidamente los antiguos acuerdos con los nuevos Gobiernos en el norte de África, los ministros de Exteriores e Interior de los países de la UE se felicitan por ello. Los acuerdos de repatriación son los que se clasifican bajo el lema ‘ojos que no ven, corazón que no siente'. Se desembolsa una gran cantidad de dinero para garantizar que el ‘asilo’ funcione correctamente en el lugar del que proceden sus demandantes. Así no habrá que preocuparse mucho por lo que ocurre con los deportados después. Asumimos el papel de Poncio Pilatos y nos lavamos las manos sin un ápice de culpabilidad.

Europa protege las fronteras, pero no a los refugiados. Los que fallecen son víctimas de la falta de asistencia. Y así, 25 jóvenes se asfixian con el humo de escape del motor de un barco en su viaje de Libia a Italia. La muerte en el Mediterráneo se ha convertido en una escalofriante rutina, aceptada como un destino del que no se puede escapar. Europa acepta esas muertes en el Mediterráneo -ese mar que los romanos llamaban fatídicamente *Mare Nostrum*- por miedo a que al ofrecer ayuda se atraigan a más refugiados.

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La muerte en el Mediterráneo es parte de la estrategia

La ayuda se considera un estímulo para huir. Por ello el ejército no envía barcos de ayuda para rescatar a los ocupantes de esas embarcaciones que se están hundiendo; por ello no existen programas europeos de ayuda y acogida. La muerte en el Mediterráneo, lo queramos o no, es parte de una estrategia de disuasión.

Frontex, la agencia europea que coordina las acciones de los Estados miembros a lo largo de las fronteras externas, es la responsable de interceptar a los refugiados, pero no de ayudarles. Las patrullas aéreas y terrestres de Frontex obligan a los refugiados a tomar rutas aún más peligrosas para evitarlas. La función de la Convención de Ginebra sobre los Refugiados, que acaba de cumplir 60 años, se ha resquebrajado. Y la promesa de la Unión Europea de ser un espacio de libertad, seguridad y justicia se aplica únicamente a los europeos.

Cuando la organización alemana de ayuda a los refugiados Pro Asyl se fundó hace 25 años, la mayoría de los solicitantes procedían de Europa del Este. Huían de las dictaduras socialistas o de las guerras en la Yugoslavia en plena desintegración y solicitaban asilo en Alemania. En palabras del presidente de Pro Asyl, Juergen Micksch, los refugiados eran los 'heraldos' del inminente desplome del bloque soviético.

Hoy vivimos una situación similar. Los inmigrantes desplazados del sur son los mensajeros de la agitación política, cultural y social. Sin embargo, los Estados miembros de la UE tratan a estos Estados durante y después de las agitaciones como lo hacían antes de las revoluciones.

Hay que brindar protección, no levantar un telón de acero

Las primeras negociaciones que tuvieron lugar con los nuevos regímenes tenían como fin manipularles para que firmaran acuerdos de repatriación. ¿Son estos realmente los intereses más apremiantes de las democracias europeas? ¿Es esta la imagen que va a crear la 'Primavera Árabe' de la UE y su democracia: un acontecimiento exclusivo, grandioso y autosuficiente?

Lo que está ocurriendo en el Mediterráneo a diario comenzó hace exactamente 20 años, cuando, en agosto de 1991 unos refugiados de Albania llegaron en barco al sur de Italia. Los soldados los persiguieron por las calles de Bari y los detuvieron en un estadio. Apenas había pan ni agua, ni siquiera para las mujeres y los niños. El pánico se adueñó de todo el Estado. Se enviaron unidades militares para que patrullaran el mar Adriático e interceptaran a los refugiados que ya estaban en el agua. Entonces, la respuesta de Italia se consideró una locura. Y aún así, la estrategia actual de la UE es fruto de esa locura.

Europa debe dejar de intentar levantar un nuevo Telón de Acero. Debe ofrecer de nuevo protección a los perseguidos y brindar una oportunidad a los inmigrantes. Europa sin humanidad no es Europa.

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