Con Dominique Strauss-Kahn fuera de juego, se plantea una partida de ajedrez extremadamente delicada para designar a su sucesor como director general del Fondo Monetario Internacional. No es que este hombre sea irremplazable. A pesar de la incuestionable calidad de su trabajo y de su reconocida pericia para gestionar las situaciones de crisis, otras personas igualmente cualificadas podrían tomar el relevo.
El FMI, desde hacía tiempo adormecido, no volvió a ser el bombero del mundo únicamente por obra y gracia de su director general; si se ha encontrado en el centro del juego es también por los acontecimientos excepcionales, entre los que se encuentran en primer lugar la crisis financiera de 2008 y la posterior crisis del euro.
Puesto que esta última crisis aún persiste, se entiende la determinación de los europeos por querer mantener a toda costa el puesto para uno de los suyos. El rescate de Grecia y en general la crisis de la moneda única ocuparán casi a tiempo completo las jornadas del futuro director del FMI. La asistencia técnica y financiera de la institución es indispensable para gestionar este asunto complejo, que supera con creces los límites estrictos del Viejo Continente.
Porque, al contrario de las afirmaciones perentorias de algunos pirómanos, nadie puede determinar las consecuencias que tendría una explosión de la eurozona en el resto de la economía mundial. La situación exige un conocimiento profundo de los mecanismos comunitarios y una perfecta comprensión de las sutilezas políticas locales.
No es insultar a nadie el hecho de considerar que un europeo se encuentra en una mejor posición que un asiático o un sudamericano para tratar un asunto tan delicado. Y no se desvela ningún secreto al estimar que Christine Lagarde, familiarizada con el asunto y con otros muchos que conciernen al FMI, presenta en opinión de todos un perfil a medida para el puesto.
Llegará un día en el que, como se promete, el representante de un país emergente ocupe las funciones más altas. La globalización de la economía, el cambio de las relaciones de fuerzas justifican que se pase el testigo, lo que implicaría que grandes potencias como China dejarían de ir por libre y se preocuparían por el resto del mundo. Pero de momento, se trata de gestionar la urgencia.
Desde Berlín
El candidato alemán es una francesa
"Christine Lagarde, la candidata alemana", titula Handelsblatt con una foto de la sonriente ministra francesa de Economía. Para Berlín, dicha opción sería positiva porque “en los temas esenciales, está en la misma línea que el Gobierno alemán”. Sin embargo, el diario económico subraya que la elección de Lagarde para dirigir el FMI “sería una derrota para Alemania”, ya que “la importancia de un Estado se mide también por la cantidad de representantes propios que ocupan puestos clave internacionales”. Y es que “Alemania, pese a ser de lejos la economía nacional más fuerte de Europa, no ocupa ninguno actualmente”, señala indignado el rotativo. Critica, además, que Berlín renuncie a una candidatura alemana –como ya hizo en el caso de otras dos presidencias: la de la Comisión Europea y la del BCE— cuando dispone de un mínimo de tres aspirantes cualificados para dirigir el FMI: Peer Steinbrück, ex ministro de Finanzas; Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank; y Axel Weber, ex miembro del consejo del BCE.