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En las últimas semanas, el fiasco de la fórmula "reflotamientos + austeridad" adoptada hasta ahora para tratar la crisis del euro ha hecho que surja una certeza cada vez más compartida: el único modo de mantener en pie una unión monetaria coja es dotarla de las piernas que no posee, es decir, una unión presupuestaria y bancaria, unas piernas de las que carece entre otras cosas por los rechazos de los electores, como el rechazo a la Constitución europea durante el referéndum de 2005 en Francia y Países Bajos. Para gobernarla, no se podría prescindir de una forma más o menos lograda de unión política. Los Estados Unidos de Europa, que hasta ahora pertenecían a la leyenda, se convertirían entonces en realidad.
Paralelamente, tanto en blogs como en fuentes más autorizadas, ha empezado a circular una serie de teorías de complotque en resumen dicen lo siguiente: si la austeridad y el temor al hundimiento de una parte importante de la economía del continente son necesarios para acabar con la resistencia de los electorados nacionales y dar así el paso decisivo en un proceso que lleva arrastrándose desde hace casi 60 años, ¿es posible que las élites europeas hayan "gestionado la crisis" de la eurozona conscientemente dejando que se agrave durante cerca de cuatro años antes de empezar a recoger los frutos del pánico, al son de una fórmula desgraciadamente famosa, la denominada TINA o "There is no alternative" (no hay alternativa)?
El historiador británico Niall Ferguson está convencido de ello: "Creo que los artífices de la unión monetaria ya sabían que su modelo [que era imperfecto y no preveía ninguna cláusula de retirada] desembocaría en una crisis y que el resultado de dicha crisis sería una solución federalista", declaraba recientemente en una entrevista en el Sunday Times citada por Il Foglio. "Era el único modo de llegar al federalismo".
La teoría del "choque necesario" es un gran clásico de la contracultura, desde las sospechas que rodean al ataque de Pearl Harbor hasta las relativas a los atentados del 11 de septiembre y ha sido objeto de varios best-sellers, entre ellos La doctrina del shock de Naomi Klein, además de que se beneficia de apoyos autorizados y por encima de cualquier sospecha, como es el caso de Jean Monnet. En los años cincuenta, ante las turbulencias generadas por el proceso de la construcción europea, su padre más venerado pronunció un aforismo que se hizo famoso: "Los hombres únicamente aceptan el cambio ante la necesidad y sólo ven la necesidad en la crisis" (Jean Monnet, Mémoires, Fayard). Unas palabras que, ante los acontecimientos que se están desarrollando, se tiñen de una clarividencia fúnebre. Monnet era el líder de los tecnócratas y su utopía administrativa rápidamente iba a toparse con los límites impuestos por la política. Hoy, parece que vuelve a ser el momento de los tecnócratas y Monnet podría perfectamente tomarse la revancha.
Sólo las generaciones de historiadores del futuro podrán determinar qué parte de verdad hay en estas teorías. No obstante, incluso admitiendo la existencia de una intención así, sus instigadores tendrían que superar un gran escollo: la resistencia de los alemanes, que hasta ahora se ha evitado relativamente por los sufrimientos del resto de la eurozona. Es posible que, si la crisis llegara a agravarse hasta el punto de amenazar a la economía más sólida del continente, las murallas que han erigido alrededor de sus queridos ahorros se pulverizarían lo suficiente como para convencerles de que se tienen que tomar la pastilla de una "unión de transferencia". En este caso no habría realmente motivos para celebrar con champán la creación de los nuevos Estados Unidos de Europa.
