Vilnius. Sobre los muros de la antigua oficina del KGB, ahora convertida en museo, están inscritos los nombres de los lituanos ejecutados por los servicios secretos soviéticos.

El KGB sigue vivo

22 años después de su desmantelamiento, el KGB sigue desatando pasiones en Lituania. Las listas publicadas de nombres de antiguos colaboradores de la seguridad soviética incluyen políticos y funcionarios actuales. ¿Siguen constituyendo una amenaza para el Estado?

Publicado en 8 noviembre 2012 a las 12:47
FaceMePLS  | Vilnius. Sobre los muros de la antigua oficina del KGB, ahora convertida en museo, están inscritos los nombres de los lituanos ejecutados por los servicios secretos soviéticos.

El KGB, la organización de los servicios secretos de la Unión Soviética, fue desmantelado en octubre de 1991. Desde entonces, cada vez que el Centro de Investigación sobre el Genocidio y la Resistencia en Lituania (LGGRTC) publica un nuevo documento (listas de reservistas o de altos mandos del KGB, testimonios sobre la actividad de los agentes soviéticos) se generan numerosas reacciones: en poco tiempo, el sitio web del centro (www.genocid.lt) deja de funcionar, debido al gran flujo de visitantes. En 50 años, la historia del KGB dejará de interesar, pero hoy sigue marcando la vida y las relaciones de muchos lituanos, por no hablar de los agentes de la seguridad soviética que se han convertido en políticos o en altos funcionarios.

Esta vez, la publicación de la lista del personal directivo en las oficinas regionales del KGB ha vuelto a desatar pasiones. En ella se ha descubierto el nombre del director de la oficina de la policía criminal, Algirdas Matonis, al igual que el de muchas personas que ocupan actualmente puestos importantes. Hasta hoy, la sociedad lituana desconocía su pasado.Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, más de 100.000 personas trabajaron para el KGB en Lituania. En 1990, unos 6.000 lituanos eran agentes de la organización. La gran mayoría no confesó su conexión con el KGB y considera su pasado secreto. Alrededor de 1.500 excolaboradores optaron por reconocer su colaboración y de este modo, sus vínculos con la seguridad soviética se incluyeron en la categoría de secretos de Estado, según los términos propuestos en una ley promulgada en 1999. Entre los que confesaron, muchos estuvieron al servicio del KGB antes de 1990.

Un pasado perjudicial

No existe ningún dato preciso con el que se pueda cifrar el número de excolaboradores del KGB que trabajan actualmente en la función pública. Según Arvydas Anusauskas, que dirige el Comité parlamentario para la defensa y la seguridad nacional, un millar de directivos lituanos seguía trabajando para el KGB cuando se produjo su desmantelamiento en 1991. Algunos se jubilaron. Cerca de 200 encontraron un empleo en la función pública. Tras la adopción de la ley de 1999 que prevé restricciones en la contratación de antiguos empleados y agentes del KGB en la función pública, sólo unas decenas de personas obtuvieron la autorización de la justicia para mantener sus puestos.

Terese Burauskaite, directora del Centro de Investigación sobre el Genocidio y la Resistencia en Lituania, analiza los archivos del KGB desde años y afirma que reconoce entre los altos funcionarios a personas que han trabajado para el KGB y no lo han confesado. Pero demostrarlo ante la justicia sigue siendo difícil. “Los investigadores contamos con pruebas suficientes, porque consideramos la actividad de estas personas en su conjunto, pero la justicia aplica un concepto distinto. Todos los documentos que tenemos no tienen forzosamente un valor jurídico serio. Se trata de copias, de papeles sin firma, borradores, cuadernos de trabajo. Sabemos que este material es auténtico, se puede leer en ellos el nombre de las personas, pero esto no basta para que sirvan de prueba ante la justicia”, lamenta.

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Varios candidatos han visto cómo su pasado como agentes del KGB les ha perjudicado en las últimas elecciones legislativas. Como el famoso químico que tuvo que reconocer que había colaborado con la seguridad soviética: dijo que esta colaboración sólo había sido de un año, cuando se demostró que había durado un decenio. En las listas de reservistas del KGB que publicó recientemente el Centro de Investigación aparecen los nombres de varios políticos. Al menos siete reservistas son miembros del Partido Social-Demócrata [que ganó las elecciones legislativas del 28 de octubre y formará el próximo Gobierno]. El más famoso de ellos es el exministro de Exteriores y actual embajador en Letonia, Antanas Valionis. Las restricciones [previstas en la ley de 1999] para los excolaboradores del KGB acabaron en 2009. Esto significa que hoy, los antiguos empleados del KGB pueden ocupar cualquier puesto en la función pública.

¿Temer el fantasma del KGB?

Arvydas Anusauskas no cree que haya motivos para preocuparse. “Si, en virtud de esta ley, una persona perdió su puesto en la función pública, ¿cuántas tienen posibilidades de volver a encontrar un empleo en ella diez años después? Sus competencias y sus conocimientos ya no tienen validez”, señala.

Los documentos demuestran que ningún lituano colaboró voluntariamente con el KGB. Tal y como explica Terese Burauskaite, a los nuevos colaboradores les convencían por las buenas o bien les amenazaban directamente. Por este motivo, la mayoría de excolaboradores del KGB se alegraron ante la posibilidad de purificarse. Los que no han confesado, nunca podrán estar tranquilos, porque no saben si sus vínculos con el KGB se revelarán algún día, según la directora del Centro.

Entonces, ¿debemos seguir temiendo al fantasma del KGB? Cuando se le pregunta a Arvydas Anusauskas sobre los antiguos agentes del KGB que puedan seguir informando a Rusia, responde de un modo abstracto: no se puede descartar una hipótesis así, pero resulta igualmente imposible responder de un modo más concreto. Tampoco se puede negar que los antiguos agentes del KGB en Rusia y en Lituania sigan estando en contacto, que sigan colaborando en cuestiones profesionales o que compartan información. “Tal y como ha declarado Putin, ya no existen agentes del KGB. Desde ese punto de vista, tiene razón”, concluye el diputado conservador.

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