El ocaso de Europa no es inmediato

El poder económico no es el único criterio para evaluar a una potencia mundial. Lo que importa es la forma con la que los sistemas políticos reaccionan ante las nuevas crisis. Y, desde este ángulo, la UE aún tiene posibilidades de sobrevivir, opina el historiador neerlandés Dirk-Jan van Baar.

Publicado en 5 diciembre 2011 a las 16:23

El año 2011 probablemente pasará a la historia como un año catastrófico, en el que Estados Unidos y Europa corren el riesgo de sucumbir ante el peso de sus propias deudas. Actualmente tienen fama de ser los niños problemáticos de la economía mundial y reciben sermones de los capitalistas de Estado de China, de los diplomáticos de Singapur y de los economistas de India. Por lo tanto, no es de extrañar que numerosos observadores sensibles al espíritu del tiempo pronostiquen el final de cuatro siglos de dominación occidental y vean elevarse el sol en el Extremo Oriente.

Por otro lado, la actitud del presidente de Estados Unidos también va en este sentido: desea que Estados Unidos ponga orden primero en la economía nacional antes de precipitarse a nuevas intervenciones en el extranjero. Cuando incluso el hombre más poderoso del mundo opina que Washington ha puesto el listón demasiado alto, tendemos a estar de acuerdo con el historiador Paul Kennedy (que expuso esta idea en 1987 en su obra Auge y caída de las grandes potencias) en que Estados Unidos sufre una “hiperextensión imperial”.

Fue una hazaña que el euro se introdujera según lo previsto

Pero Kennedy hizo su predicción poco antes del fin de la Guerra Fría y no sólo no supo ver venir la progresión mundial de la democracia, sino que tampoco predijo la caída del comunismo soviético que se desarrollaba ante sus ojos. Podríamos imaginar que después de eso matizaría algo más sus argumentos. Pero no fue así y vio un nuevo "hito" histórico, en el que Occidente pierde su predomino de forma casi inadvertida.

Kennedy es un historiador para el que prevalecen los factores económicos y que concede menos importancia al poder de las ideas y de los "grandes hombres". Pero no son los criterios adecuados para la evaluación del ocaso de poder a nivel mundial. Importa mucho más observar cómo reaccionan los sistemas políticos cuando atraviesan crisis y afrontan desafíos que jamás han vivido antes.

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Si en los años ochenta los dirigentes soviéticos no hubieran decidido tirar la toalla, quizás aún existiría el Muro de Berlín. Si Ronald Reagan y Margaret Thatcher no se hubieran opuesto a partir de 1980 a la creciente influencia soviética, el Kremlin quizás habría insistido en su política de fuerza. Saber por qué los reformadores políticos de Moscú cedieron, pero no lo hicieron los reformadores económicos de Pekín siempre será un asunto sujeto a especulación histórica. En cualquier caso, esto demuestra que aspectos tan irracionales como la determinación y la fe en su propia causa desempeñan una función importante.

Cuando se trata de experimentar y de innovar, aún es demasiado pronto para tachar a Europa. Teniendo en cuenta la introducción del euro y la ampliación de la UE hacia Europa del Este, ningún continente ha sufrido una transformación transfronteriza similar en el último decenio, y es lógico que una evolución así tenga fracasos y se ponga a prueba. Pero sigue siendo una hazaña que el euro se introdujera como estaba previsto y que la eurozona no haya estallado a pesar del complejo problema de las deudas, cuya magnitud pronosticaron muy pocos. Esto demuestra que Europa tiene un poder político mayor del que generalmente se le atribuye.

Una economía mundial establecida sobre ideas occidentales

La crisis actual, con todas las complicaciones financieras, conduce hacia una solidaridad europea (involuntaria) que jamás habíamos visto antes y que difícilmente será reversible. Los dirigentes europeos como Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, así como el Banco Central Europeo, aunque improvisen, demuestran una impresionante capacidad de aprendizaje en un ámbito aún inexplorado. Si los medios de comunicación lo ven de otro modo es por sus ganas de sumarse puntos y de reprochar sistemáticamente a los dirigentes políticos. Creo que sólo se puede juzgar a los políticos cuando tienen que mojarse, como es el caso.

Está claro que puede que todo salga mal y que la cooperación atlántica ha vivido épocas mejores. En Oriente, esos mecanismos de pacificación europeos no existen y son objeto de envidia. Y aunque sea cierto que Asia, atormentada siempre por todo tipo de catástrofes y sin que haya demostrado aún ser autónoma a largo plazo, tiene todo el futuro por delante, se desarrollará dentro de una economía mundial que se ha formado con ideas occidentales. Desde este punto de vista, habría que ser extremadamente derrotista para seguir creyendo en el ocaso de Occidente.

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