El 26 de agosto el presidente ucraniano Petro Petro Poroshenko mantuvo un encuentro con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en la capital bielorrusa, Minsk, durante la crisis en su país, Poroshenko manifestó que "será preparado un plan de ruta para lograr lo más pronto posible un alto el fuego que deberá ser totalmente respetado por las partes". Putin declaró que Rusia apoyaría un diálogo con los separatistas prorrusos, subrayando que, en todo caso, el cese de las hostilidades es una cuestión interna ucraniana.
La alta representante para Asuntos Exteriores de la UE, Catherine Ashton, hizo un llamamiento a un alto el fuego “ligado al respeto de las fronteras”, asegurándose de que la ayuda humanitaria llegue “de forma adecuada y con respeto al derecho internacional”.
Según el diario de Kiev
ahora la cuestión es saber si Putin está preparado para salir de la situación con dignidad y conservando su imagen. En todo caso, sus declaraciones en Minsk sobre la crisis en el este de Ucrania y sobre los peligros de que el desarrollo del acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania suponen para Rusia no van en dicha dirección. Parece que el líder ruso todavía vive en su realidad, su Novorossiya [nueva Rusia] y en las amenazas imaginarias de la UE y la OTAN.
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