Fadi Hakura, especialista sobre Turquía en Chatham House, el real instituto de asuntos extranjeros londinense, cuestionó recientemente en un artículo la longeva y popular idea de que, sin Europa, “Turquía es incapaz o no está dispuesta a convertirse en una democracia liberal”. Su argumento radicaba en que “mientras el proceso de adhesión a la Unión Europea registra un ritmo comatoso, la sociedad turca está experimentando una transformación hacia un mayor nivel de democracia, secularidad y rejuvenecimiento socio-económico… Europa está cometiendo un craso error dejando de lado a Turquía. Este país se perfila como un auténtico baluarte de esperanza e inspiración para muchos países, tanto musulmanes como no, que se forjan un futuro basándose en su propio ingenio. No obstante, para Turquía, una dependencia reducida de la Unión Europea desbancaría definitivamente el mito de que sólo Europa puede alentar la liberalización de este país y, por extensión, de los países árabes de Oriente Medio”.
¿Tiene razón Hakura? Lo cierto es que la modernización otomana ha replicado, en gran medida, el modelo europeo. La modernización se identificaba con la Occidentalización. En su fase inicial, la Turquía republicana encontró una importante fuente de inspiración en los modelos de modernización autoritaria de Europa (Alemania, Italia y la Unión Soviética). Para Turquía, las democracias occidentales pasaron a ser un referente después de la Segunda Guerra Mundial, papel que fue ocupado por la Unión Europea tras la Guerra Fría.
La declaración de la candidatura de Turquía para formar parte de la Unión Europeaen 1999 no sólo conllevó una transformación liberal de ese movimiento islámico tan sui generis presente en el país, sino que también propició la creación de una amplísima coalición pro UE, que incluso aglutinó a las fuerzas armadas. Entre 2001 y 2005, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), en el poder, y el Partido Republicano del Pueblo (CHP), desde la oposición principal, llegaron a acuerdos para adoptar las reformas constitucionales y legales que iniciaron la transición de la democracia bajo la tutela burocrática a una adaptada a la normativa europea.
Europa pierde influencia en Turquía
Los indicios negativos respecto de la adhesión de Turquía que la UE expresó después de 2005 —incluido el argumento manifestado por Francia de que Turquía no pertenecía a Europa— trajeron consigo una disminución significativa del apoyo popular a la misma. De este modo, el partido militar y los partidos de la oposición, encabezados por el “social-democrático” CHP comenzaron a oponerse vehementemente a las reformas de la UE. El “poder simbólico” de la UE sobre Turquía, es decir, su capacidad de predicar con el ejemplo, cayó considerablemente, por no decir que desapareció por completo.
Ayer, el país adoptó por referéndum algunos cambios constitucionales que se traducirán en un segundo paso de gigante (tras los implantados entre 2001 y 2005) en la transición hacia una democracia liberal. Las reformas que estipulan dichos cambios se hallan en consonancia con los requisitos del proceso de adhesión a la UE, cuyas instituciones, con la Comisión Europea a la cabeza, han manifestado su aprobación y apoyo a los mismos, declarando que son un avance “en la dirección correcta”.
Sin embargo, parece que el apoyo que emanaba de las esferas de la UE ha influido de manera escasa, si alguna, en la campaña del referéndum. Los principales partidos de la oposición siguieron posicionándose al completo de todas las maneras posibles contra el paquete de reformas constitucionales: el nuevo líder del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu fue tan lejos que llegó a afirmar que el AKP había sobornado a los funcionarios europeos para que prestasen su apoyo. Algunos círculos opositores incluso han aducido que era necesario rechazar las reformas para que Turquía deje de “estar gobernada por Washington y Bruselas”.
El portavoz del “sí”, liderado por el gobierno del AKP, apenas hizo alusiones al proceso de la UE en defensa del paquete para recalcar, en cambio, la necesidad de poner fin al régimen de tutela burocrático, ajustar cuentas con los golpes militares y adoptar la constitución del pueblo en lugar de la militar, así como continuar con la democratización para seguir avanzando en el progreso económico.
Reacciones
Un paso entre el islamismo y la democracia
El sí mayoritario (58%) del referéndum sobre la reforma constitucional en Turquía suscita numerosos comentarios en la Unión Europea. Para La Stampa, las medidas principales, relativas a la reducción de la función de los militares en el ámbito de la justicia civil, del Tribunal Constitucional y del Consejo de Seguridad Nacional demuestran que "no se trata de meros detalles, sino de elementos de un gran alcance y que marcan el fin del kemalismo y el comienzo de una especie de contrarrevolución islámica".
"Se puede afirmar que el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan ha salido vencedor de una prueba plebiscitaria cuyo tema central era el juicio a sus ocho agitados años en el poder", opina el editorialista Enzo Bettiza. Han sido unos años "muy complicados en lo que concierte a las relaciones que Turquía ha entablado unas veces con una Europa inestable y otras veces con el islamismo". "Las reformas no convertirán a Turquía en una dictadura islámica como exponen los críticos de Erdogan", estima por su parte Tagesspiegel. "Democratizan el país, aunque aún quede mucho por hacer para que Turquía alcance el nivel europeo". Según el diario de Berlín, "el sí de los turcos es una señal importante".
El diario El País consideraque "para que Turquía deje de ser una democracia imperfecta y tenga plena cabida en los valores de la UE", el país "necesita que los militares se queden en los cuarteles y los jueces se limiten a ser la boca fría de la ley", pero también "hace falta alternancia en el poder", como en cualquier país normal europeo.
En Bucarest, Adevărul opina que "Turquía ha votado a favor de la islamización y la desmilitarización". Pero el diario señala sobre todo que "el caballo de batalla de Erdogan", es decir, el fin de la inmunidad de los autores del golpe de Estado de 1980, "ha quedado obsoleto", ya que el delito prescribió el día del referéndum. Por lo tanto, no se celebrará el proceso judicial a los generales, tal y como reclamó la UE.
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