El de Dalías es un campo experimental del proyecto COMPAS con el que se están estudiando los efectos de los incendios controlados en este territorio, de clima particularmente seco, sujeto a desertificación y fácilmente incendiable. Una situación compartida por muchas otras zonas de la cuenca mediterránea y más allá.
![mapa de andalucia](https://voxeurop.eu/wp-content/uploads/2024/02/CR2pR-es-andalucia--1024x880.png)
La utilización del fuego para eliminar combustible natural, es decir, la vegetación silvestre seca que se ha acumulado con el tiempo no es nada nuevo. En el pasado, quemar parte de la vegetación para eliminar la maleza y, por lo tanto, el combustible potencial para incendios mayores e incontrolados, era una práctica común.
El paisaje natural siempre se ha modificado gracias al fuego, utilizado como herramienta para "domesticar" la vegetación y fertilizar el suelo. Los antiguos romanos habían acuñado el término "lucus" para describir el acto de quemar el bosque con fuego, palabra que tiene la misma raíz que "luz" y "lúcido". En Australia, país que en 2020 vio arder 25 millones de hectáreas -el equivalente a la península italiana-, los aborígenes utilizaban antiguamente el fuego como herramienta de domesticación del paisaje, como relata Victor Steffensen en su libro en el que intenta recuperar y redimir las técnicas de control de incendios de los habitantes originales de aquel continente.
Hasta mediados del siglo XX, en el sur de Europa el paisaje montañoso era un mosaico de zonas tradicionalmente agrícolas entremezcladas con bosques y pueblos.
El uso del fuego era una herramienta muy utilizada para modelar el paisaje y existía un amplio conocimiento de esta práctica. Con el éxodo rural de las últimas décadas este equilibrio ha cambiado, el paisaje se ha vuelto más homogéneo y vulnerable a grandes incendios, y el fuego como instrumento va poco a poco siendo desterrado de nuestro imaginario y uso.
El objetivo de los proyectos como el COMPAS es reintroducir el uso del fuego y de los pasturajes de una forma combinada, el “herbivorismo pírico” que se menciona más arriba. “En primer lugar se identifica una zona donde estén presentes pasturajes adecuados y donde exista un alto riesgo de incendio, tras lo cual se organiza con las autoridades adecuadas la “quema” de una zona específica para eliminar matorral y vegetación baja.
Al cabo de unos meses, se llevan a pastar los herbívoros, típicamente cabras y ovejas, que prefieren los brotes que nacen del fuego, que son más tiernos que las plantas silvestres que han crecido y se han secado con el tiempo”, explica Justo Porfirio Arroyo, técnico de REPCA (Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de Andalucía) del INFOCA y miembro de la asociación Pastores de la Montaña Mediterránea, responsable de identificar las zonas donde aplicar quema prescrita y contactar con los pastores presentes en la zona.
"Aunque sea sorprendente, estamos viendo que la biodiversidad de la flora aumenta tras la quema y el pastoreo. Ahora estamos viendo que la biodiversidad de los insectos también mejora. Con incendios controlados no se alcanzan temperaturas elevadas, como ocurre en incendios de gran tamaño, y el ciclo de fertilidad del suelo es más rápido”, afirma Ana Belén Robles, de la Estación Experimental Zaidín de Granada, e integrante del proyecto COMPAS.
“El problema de hoy en día es encontrar pastores. "El problema hoy en día es encontrar pastores. Quedan muy pocos. Es importante darse cuenta de que el pastoreo extensivo no se traduce sólo en 'carne y leche' para el consumo, sino que proporciona una serie de servicios ecosistémicos al paisaje".
En tiempos pasados eran los mismos pastores quienes empleaban el fuego para gestionar los pastos de montaña, pero esta práctica se ha abandonado en parte debido a las leyes más estrictas sobre los incendios: "Hoy la cantidad de combustible orgánico es mucho mayor que en el pasado, después de décadas de abandono; los pastores ya no confían en el uso del fuego, por miedo a que se les vaya de las manos", añade Ana Belén Robles.
Por esta razón el proyecto COMPAS prevé la creación, mediante la debida formación, de una nueva figura profesional, la del "gestor de combustible", es decir, personal experto en reducir la acumulación de la llamada "masa silvícola", la que hace que los bosques sean densos e impenetrables. Esta masa se llama "combustible" porque es fácilmente inflamable durante los meses más secos y áridos y, en combinación con los efectos del cambio climático, crea las condiciones ideales para grandes incendios, incontrolables y destructivos.