No hay muchas posibilidades de que acabe en breve la tensión latente bajo la superficie entre las democracias de Europa y los mercados financieros y nadie puede predecir el resultado de esta situación.
Los mercados se expresan con su despiadado lenguaje. Amenazan con cerrar el grifo de los préstamos a Europa. Pero sin el dinero prestado, sin los bonos, al bloque le resultará casi imposible mantener el nivel de vida, de bienestar y de beneficios sociales que han definido el funcionamiento de sus sociedades desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, los mercados se están llevando el dinero hacia el Este, donde la gente está más acostumbrada a unos niveles de vida inferiores y donde la democracia funciona de un modo distinto.
Un proceso políticamente manejable
El nivel de cambio y sacrificio necesario para lograr los objetivos que exigen los mercados financieros, especialmente a Europa del Sur, es difícil, por no decir imposible de alcanzar. Ninguna nación está lista para aceptar un cambio general y radical de estilo de vida a peor sin que se produzca una inevitable reacción violenta.
La élite europea, concentrada en Bruselas y Berlín, creía que la transición a una Europa más competitiva y ahorrativa sería un proceso políticamente manejable. Puede que haya sido así en algunos países de Europa del Norte que comprenden bien los conceptos del contrato social y muestran más fortaleza ante la adversidad.
Sin embargo, en el caso de Grecia, así como en el de Italia, las reformas y los recortes drásticos no se han aceptado tan fácilmente. En estos países, la austeridad despierta el instinto de reaccionar contra cualquier cosa que amenace el status quo y refuerza las tendencias antisistema de la sociedad.
Romper el círculo vicioso
¿Cómo podemos acabar con este círculo vicioso? Es imposible saberlo. La crisis ha profundizado y ampliado las ya enormes divisiones políticas y culturales que separan a las naciones europeas. Y ahora parece que los mercados financieros no están preparados en absoluto para moderar sus exigencias y dar un paso atrás. En el horizonte se vislumbra el riesgo de que Europa entre en una prolongada fase de inestabilidad y dificultad económica y mientras los mercados siguen aumentado sus márgenes y algunos ciudadanos votan a políticos como el italiano Beppe Grillo.
Se van a someter a una prueba extrema los límites y la fortaleza de la democracia, aunque la democracia europea a menudo parezca una institución superficial que se desarrolla entre bambalinas en el escenario público, algo que han descuidado aquellos que hoy defienden a Silvio Berlusconi cuando justo ayer le presentaban como el paradigma de la corrupción y los enredos.
Opinión
Afrontando el reto democrático
“Las elecciones italianas han ratificado lo que muchas personas avezadas defendían, que la democracia, al menos la democracia ilimitada, no funciona. Por sí mismos, esgrimen, los votantes se decantan por impuestos más bajos y mayor gasto. Por eso Europa se encuentra como está”, escribe el columnista y eurodiputado conservador Daniel Hannan en The Daily Telegraph.
Muchos en Bruselas abogarán por una restricción de los derechos democráticos, pero hay otra alternativa. “¿Por qué no confiar más en los votantes?” plantea Hannan, citando las palabras del antiguo primer ministro británico conservador, Keith Joseph, que manifestó: “Otorgad más responsabilidad a la gente y actuarán de manera más responsable”. Hannan señala el ejemplo de Suiza, cuyos ciudadanos ostentan una gran responsabilidad política a través de los referendos periódicos. Además, añade:
Tratad a los votantes como a niños y tendréis berrinches y pataletas. Tratadlos como adultos y tendréis… bueno, tendréis Suiza.