Los incendios catastróficos que se propagaron este verano constituyen las únicas pruebas de un cambio climático muy real. Ahora les toca a las sequías y, sobre todo, a sus consecuencias para el acceso al agua entrar en el debate público como la nueva evidencia de un punto de inflexión en la crisis climática.
Con un 47 % del territorio de la UE en estado de advertencia debido a un déficit de humedad en los suelos, una sequedad de los cursos de agua y un acceso reducido o incluso imposible al agua corriente en ciertos países – particularmente en Francia, donde más de 100 municipios siguen estando privados de agua potable – Europa está haciendo frente a lo que algunos consideran como la peor sequía en 500 años.
Si bien el agua constituye un recurso inestimable para las personas y la agricultura, las consecuencias de una sequía como la que estamos atravesando son en realidad mucho más numerosas: un transporte fluvial reducido por la disminución del nivel del agua, dificultades para enfriar las centrales nucleares o la amenaza a la biodiversidad. La falta de agua impacta por completo nuestro estilo de vida.
Has podido acceder a todo el artículo.
¿Quieres apoyar nuestro trabajo? Voxeurop depende de las suscripciones y donaciones de sus lectores/as.
Descubre nuestras ofertas y ventajas solo para suscriptores/as a partir de 6 € al mes.
Suscribirse
O haz una donación para fortalecer nuestra independencia.
Hacer una donación