Las costas españolas desde la ciudad de Tánger (Marruecos).

Europa ya no nos hace soñar

Al otro lado del Mediterráneo, la crisis que atraviesa la eurozona hace palidecer la estrella de la UE. Dividida más que nunca, replegada sobre sí misma y presa de los egoísmos nacionales, ha dejado de encarnar un modelo y un objetivo, en beneficio de las potencias emergentes.

Publicado en 20 junio 2012 a las 10:58
Las costas españolas desde la ciudad de Tánger (Marruecos).

Los países del Magreb observan con una mezcla de curiosidad teñida de inquietud las peripecias de la crisis europea. Tanto en Argel, como en Túnez o en Rabat, los ciudadanos de a pie confiesan no comprender muy bien las sutilezas de las disputas diplomáticas que rodean a la austeridad en Bruselas, pero hay algo que no deja de comentarse.

Se trata de la casi quiebra de Grecia, una situación sobre la que los medios magrebíes informan de forma regular, alertando a sus lectores acerca de los riesgos de contagio en otros países europeos como España, Portugal e incluso Italia y Francia.

Para Ali Chafiq, un estanquero argelino, “a Grecia la tratan como un país del tercer mundo sus propios socios europeos. En el Magreb, esta situación da que pensar. Creía que en Europa imperaba la solidaridad, independientemente de los acontecimientos”. Para él, al igual que para muchos magrebíes, el viejo continente se ha desprendido de sus máscaras y ahora se muestra tal y como es, es decir, una tierra dividida por una fractura entre los países ricos (y egoístas) del Norte y los países pobres del Sur.

Todo el mundo teme la desaparición del euro

Pero más que del destino de Grecia, sobre todo se habla del posible estallido de la eurozona y por consiguiente, del riesgo de la desaparición de la moneda única. Y con razón: en los tres países del Magreb, son muchas las personas que poseen la divisa europea en efectivo o depositada en los bancos europeos.

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“En el Magreb circulan varias decenas de millones de euros en efectivo, sobre todo en el sector informal. Todo el mundo teme la desaparición del euro, porque para recuperar el dinero habría que justificar el origen de estos fondos”, confía un banquero marroquí en Casablanca. El problema es especialmente importante en Argelia, país donde existe desde hace cuarenta años un floreciente mercado paralelo de divisas. “La gente que cambia sus dinares en negro cada vez confían menos en el euro. Prefieren el franco suizo o el dólar estadounidense”, explica un cambista.

Éste recuerda que, sin embargo, la divisa europea se impuso en los últimos años como el valor refugio, en parte porque los argelinos están convencidos de que se falsifica menos que el billete verde. Como es evidente, los que poseen haberes exteriores también se inquietan ante la situación.

“Nuestros clientes magrebíes que poseen cuentas extranjeras nos plantean muchas preguntas. Quieren saber qué ocurriría concretamente en caso de que estalle la eurozona. Pero de momento, no se observan retiradas masivas o transferencias bancarias hacia otros lugares como Londres, Dubai o Singapur”, explica en el anonimato un banquero parisino responsable de grandes cuentas extranjeras.

Un discurso más crítico respecto a Europa

Más allá del futuro del euro, la crisis europea constituye la ocasión perfecta para que las élites políticas y económicas magrebíes pronuncien un discurso más crítico con respecto a Europa. Prueba de ello es el testimonio de un diplomático marroquí sobre el hecho de que su país, al igual que sus vecinos “siempre se ha centrado en dar prioridad a las relaciones con las capitales europeas más que en creer en la fábula de una Europa unida y solidaria en cuanto a sus relaciones con el sur del Mediterráneo”.

De este modo, el aparente debilitamiento institucional de una Europa cuyos contornos nunca se han comprendido precisamente en el Magreb parece dar la razón a las personas que siempre dudaron de la pertinencia de un diálogo regional entre el norte y el sur del Mediterráneo.“Cuando las cosas van mal, Europa se cierra sobre sí misma y nos demuestra que no cuenta con los medios de aplicar una auténtica política regional. ¿Alguien habla hoy de la Unión para el Mediterráneo?”, se indignan en el entorno del primer ministro argelino Ahmed Ouyahia.

La Unión Europea, a la que ya criticaban los países del sur y del este del Mediterráneo, es acusada de favoritismo con respecto a Europa del Este y se le considera un conjunto que corre el riesgo de explotar.

Liberarse de la tutela

De repente, cada vez se escuchan más los discursos apelando a la “diversificación” de las asociaciones económicas y políticas. En Túnez, el partido en el poder, Ennahda, al igual que su homólogo marroquí, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), plantea la necesidad de inclinarse hacia “los otros polos de crecimiento”, entre ellos China, los países del Golfo y Brasil.

Se trata de un discurso pronunciado en nombre del realismo político y la eficacia económica, pero que, según muchos militantes demócratas laicos, también oculta otro objetivo: liberarse de la molesta tutela en materia de respeto de los derechos humanos y la democracia.

“Europa, a pesar de sus fallos y su egoísmo con respecto al sur del Mediterráneo, sigue fomentando, mal que bien, la democracia, el Estado de derecho y los valores positivos. La grave crisis que atraviesa actualmente también sirve para desacreditar su mensaje humanista”, lamenta un dirigente de la Unión General de los Trabajadores Tunecinos o UGTT, el principal sindicato del país.

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