Desde el domingo pasado, los trabajadores de las empresas francesas New Fabris, Nortel y JLG, todos afectados por expedientes de regulación de empleo, afirman estar dispuestos a volar las fábricas para negociar sus indemnizaciones de despido. Muy a la moda estos últimos meses, "el secuestro de directores de empresa ha pasado a mejor vida" afirma Libération. Estas amenazas de explosión reflejan efectivamente un "incremento de la tensión". Esta radical "estrategia de la bombona de gas", como lo denomina el periódico francés, permite a los trabajadores llamar la atención de los medios de comunicación y de paliar la debilidad de los directores, dirigiéndose directamente a los poderes públicos. Para Guy Groux, sociólogo de conflictos sociales, "es una crisis del sindicalismo" en la cual los dirigentes "ya no consiguen (…) controlar a sus bases". Se plantea en fin el asunto de la eficacia de estas amenazas. "A diferencia del secuestro, que es un acto real, la amenaza de explosión se mantiene virtual", juzga Guy Groux. "Si no se lleva a cabo, se agota muy rápidamente".
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