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Hrushiv, Ucrania, marzo de 2022. Un grupo de refugiados ucranianos caminando hacia la frontera polaca. | Foto: © Giovanni Culmone

En la frontera polaco-ucraniana, la solidaridad europea finalmente brilla

Un viaje de 1600 kilómetros de Perugia a Przemyśl con Massi, un estanquero italiano, recolectando ayuda humanitaria en el camino. Przemyśl es la primera estación de tren en el territorio de la UE a la que llegan las personas que huyen de Ucrania a través de Polonia.

Publicado en 31 marzo 2022 a las 11:43
Hrushiv, Ucrania, marzo de 2022. Un grupo de refugiados ucranianos caminando hacia la frontera polaca. | Foto: © Giovanni Culmone

El padre Duncan camina de un lado a otro en el parking de un hotel ubicado a 100 kilómetros de la frontera entre Polonia y Ucrania. «Por favor dime que no estás fumando», le escribió su mujer Cindy por mensaje. Son las 22:30 y todavía hay alguno que otro coche que se detiene frente al edificio. Se fue de Londres poco después de que se desatase la guerra y en un par de días viajará de vuelta a casa. Necesita descansar, pero está planeando regresar en dos semanas. No ha ido al frente, sin embargo, la situación sin duda le está pasando factura.

«No suelo comprar cigarrillos, pero ella sabe que lo hago cuando estoy estresado», explica el padre Duncan. Conoce la región porque ha estado viajando aquí durante treinta años para predicar el evangelio. Pero nunca había visto nada como esto. Como muchos otros en toda Europa, ha viajado a la periferia de la zona de conflicto para trasladar a mujeres y a niños a un lugar seguro.

El viaje de Massi de Perugia a Przemyśl.

Hasta entonces, la invasión rusa de Ucrania ha desplazado a más de dos millones de personas, y la mayoría ha encontrado por lo menos un refugio temporal en Polonia, cuyo gobierno declara haber acogido a unos 1,5 millones de ellas. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Filippo Grandi calificó esta situación como «la crisis de refugiados en Europa más rápida en crecer desde la Segunda Guerra Mundial». Pero mientras el ejército de Vladímir Putin sigue avanzando y bombardeando el oeste de Ucrania, esto podría convertirse en la peor crisis de refugiados en la historia de Europa.

Las organizaciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, están claramente ausentes a lo largo de la frontera. Como resultado, una parte significativa de las operaciones de socorro están siendo llevadas a cabo por personas que se han trasladado hacia la frontera ucraniana. Estaban horrorizados de lo que habían visto en la televisión y frustrados por la respuesta lenta del gobierno.

Massi, un estanquero que organizó un convoy humanitario, conduce por la autopista del Brennero, en Austria, de camino a Przemyśl | Foto: © Giovanni Culmone

Massi, un estanquero de 42 años que vive en Perugia, en el centro de Italia, es uno de ellos. Decidió emprender un viaje de 1600 kilómetros hacia Przemyśl, la primera estación de tren en el territorio de la UE para quienes están huyendo de Ucrania a través de Polonia. Massi atravesó Bolonia y Trento (en el norte de Italia) y recolectó ayuda humanitaria en el camino. «La pregunta que importa en este momento es: ¿por qué no hacer esto?», explica Massi.

Entre cajas repletas de medicina, pañales, y comida enlatada, se detiene en Katowice, una ciudad polaca de más de 5 millones cerca de la frontera con República Checa, Había escuchado que había muchos puntos de donación a lo largo de la frontera, así que decidió dejar todo ahí. Casi en todo el país hay puntos de ese tipo.


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Mientras saca todo de su coche, unas ancianas entran al recinto para recoger ropa cálida. Enseguida llega un grupo de mujeres jóvenes que están hablando ucraniano y se retiran con tantos paquetes de pasta como les es posible cargar. Afuera, un hombre de 82 años camina en diferentes direcciones buscando a su familia.

Massi necesita hacer sitio en su coche para la gente a la que quiere llevar a Italia. Es decir Maryana e Ivana y sus hijos Oleg y Vladislaw, de 2 y 5 años respectivamente. La madre de Maryana vive en una pequeña localidad en las colinas de Umbria, a unos 40 kilómetros de Perugia. Cuando Maryana escuchó que Massi iba a viajar a la frontera, le contactó para pedirle que la llevase a Italia en su coche.

Las dos mujeres tenían suficiente dinero para poder pagar una habitación de hotel y esperaron a Massi en el lobby. Sin embargo, otros no pueden permitirse este lujo. Recurren a acampar en la estación de Przemyśl o afuera de ella mientras esperan a saber de amigos, parientes y voluntarios para ver adónde más los llevará su viaje.


Hrushiv, Ucrania. Una anciana haciendo cola para registrarse ante los guardias fronterizos ucranianos. Foto: © Giovanni Culmone

«En las dos últimas semanas, aproximadamente 500 000 refugiados han pasado por nuestra localidad», declara Wojciech Bakun, alcalde de Przemyśl, una localidad de 60 000 residentes. Es una situación peculiar para un hombre afiliado a un movimiento político que en el pasado quería construir un muro a lo largo de la frontera ucraniana, Kukiz’15. «No quiero construir un muro solo con Ucrania», explica Bakun, «Necesito pensar en la seguridad física de la frontera».

No es la primera vez que la frontera este de Polonia es el epicentro de una crisis humanitaria. En Noviembre de 2021, miles de refugiados, sobre todo de Iraq, Siria y Afganistán, estuvieron varados a lo largo de la frontera con Bielorrusia. Las autoridades polacas acusaron al presidente Aleksandr Lukashenko de orquestar la llegada de migrantes desde el Medio Oriente, haciéndoles pensar que se les permitiría ingresar a países de la UE.

El número de personas que intentó cruzar la frontera en ese entonces era mucho menor que ahora, pero en el aspecto político, el asunto parecía mucho más significativo. «Esa situación era completamente diferente. Ahora debemos lidiar con un país vecino que se está viendo afectado por la guerra, Ucrania. En aquel entonces, Bielorrusia no estaba en guerra», expresa Bakun. «Minsk organizó toda la situación. La gente no puede simplemente cruzar nuestras sin los documentos correctos».

Przemyśl, Polonia. El gimnasio de la escuela primaria Stanislawa Konarskiego se convirtió en un espacio seguro para ancianos, mujeres y niños. | Foto © Giovanni Culmone

Recientemente, el alcalde de Przemyśl fue noticia a nivel internacional después de reprimir al antiguo ministro del interior italiano Matteo Salvini durante una conferencia de prensa. Frente a las cámaras, en la estación de tren, Bakun mostró una camisa de Putin que el líder del partido italiano Liga había usado notoriamente en una ocasión. Si bien la posición de la Liga y el Kukiz’15 respecto a los refugiados, el aborto y los derechos de la población LGBT son bastante similares, sus posturas respecto a Rusia son cuando menos diferentes. «Todos debemos estar en la misma página con respecto a esta guerra. No inició hace dos semanas, empezó en 2014. Desde entonces, muchos líderes – no solo Salvini – han continuado apoyando a Putin», lamenta Bakun.

Mientras las diatribas políticas siguen su curso, los voluntarios que han llegado de todas partes del mundo, que, según el alcalde, son alrededor de 1200, están intentando aliviar la complicada situación para los refugiados que llegan. Hay puestos que reparten tarjetas SIM polacas, cobijas y alimentos de todo tipo de manera gratuita. Hay gente que está ofreciendo transporte en todo el país, en coche o en bus. Pero la estación de Przemyśl solo es uno de los lugares por los que se puede cruzar la frontera, y de hecho es uno de los que ofrecen mejor servicio.


«La pregunta que importa en este momento es: ¿por qué no hacer esto?» Massi


La situación del lado ucraniano con los cruces de frontera está probando en particular ser más problemática. Las revisiones escrupulosas y las sospechas generalizadas de parte de la guardia de fronteras suele hacer que se entreguen menos provisiones.

En el lado ucraniano del cruce fronterizo de Budomierz, en Hurshiv, hay una cola de buses de varios kilómetros. Las mujeres y niños que están huyendo de la guerra deben registrarse ante las autoridades locales para recibir la documentación necesaria para que se les conceda el estatus de refugiados en la UE. Inevitablemente, estos procedimientos burocráticos crean puntos de congestión en los cruces fronterizos. Miles de personas se ven forzadas a dormir en sus coches o en buses, pero no pueden mantener la calefacción encendida, porque, como en el caso de muchos otros productos, el gas debe racionarse.

Hasta hace unos pocos días, había un hombre solitario de pie al lado de la calle con una olla soldada a una barbacoa oxidada que entregaba agua caliente a quienes hacían cola. Pero incluso en ese momento la gente estaba renuente a perder su sitio y prefería soportar las temperaturas heladas sin la posibilidad de beber una bebida caliente.

Los voluntarios como Marcin, que organiza un festival popular en las cercanías, están intentando brindar un cierto grado de alivio. El voluntario instaló tres carpas climatizadas, una cocina pequeña y unas cuantas camas para brindar refugio a mujeres con bebés recién nacidos.  

No obstante, no todos logran llegar a Ucrania. Kai y Leon condujeron desde Londres en una furgoneta llena de sacos de dormir, cobijas y leche en polvo. Incluso tenían una página de GoFundMe donde recibían donaciones para comprar suministros de ayuda. Pero la furgoneta no estaba registrada a su nombre y las autoridades ucranianas les prohibieron la entrada. «No pensé que este tipo de detalles importaran en periodo de guerra», compartió Kai. «Solo queríamos ayudar y alcanzar a las personas necesitadas. Para llevarlas a un lugar seguro».

Ivana (28) and her son Oleksandr (5) in front of the Przemysl railway station. Przemysl, Poland.
Przemyśl, Polonia. Ivana (28) y su hijo Oleksandr (5) frente a la estación de tren. | Foto: © Giovanni Culmone

Entre las personas que están viajando en dirección opuesta a los refugiados, de Polonia a Ucrania, se encuentran aquellos que desean unirse a operaciones de combate. El teniente coronel Hunter «Rip» Rawlings es un oficial del cuerpo de infantería de marina con 23 años de servicio a sus espaldas. Ha estado queriendo tomar un crucero de los años 80 por el Caribe junto con su mujer Erin, una endocrinóloga. Sin embargo, decidieron remplazarlo por un viaje a Polonia para intentar cruzar la frontera hacia Ucrania.

«Soy un veterano y puedo identificar a otro a un kilómetro de distancia», declaró el teniente. «Había veteranos estadounidenses en mi vuelo, pero prefirieron no hablar oficialmente porque no quieren recibir la atención de la prensa. Tienen experiencia previa en combate y quieren ir a luchar».

Al menos dos fuentes pueden confirmar que el 10 de marzo todo un pelotón de combatientes extranjeros proveniente del Reino Unido atravesó la frontera en Hrebenne a primera hora de la mañana. «Normalmente no reportaría este tipo de cosas, pero lo hicieron en plena luz del día», declara Rawling.

Casualmente, ese mismo día, los niños que habían sido evacuados de la unidad de oncología del hospital de Leópolis también cruzaron la frontera de Hrebenne. Serán enviados junto con sus madres a estructuras especializadas en Polonia y otros países europeos para recibir tratamiento médico.

Hay un pequeño hospital de campaña en Hrebenne, pero está lejos de ser adecuado para suplir las necesidades de este tipo de pacientes. En él, la doctora Erin Felger, la mujer de Rawling, no puede hacer nada más allá de intentar brindar un tratamiento básico a los refugiados que pasan por ahí o remitirlos a una ayuda especializada si es necesario. «Por lo menos 50 o 60 de estos niños de Leópolis han atravesado Hrebenne. Todos son inmunodeficientes y no tienen ninguna forma de contrarrestar infecciones debido al tratamiento contra el cáncer que están recibiendo». Un campo de refugiados lleno de gente, en particular durante la pandemia, podría ser fatal para ellos.

«Estamos completamente solos», expresa la Dra Felger. «Aquí no tenemos ni a la Cruz Roja Internacional ni a las grandes organizaciones. No sé si será porque la gente no se lo cree todavía, o qué».

Además de las heridas invisibles infligidas por la guerra, también hay otras ocasionadas por el conflicto y el éxodo subsecuente. No es poco común ver a niños entre los 2 y los 5 mostrar síntomas de depresión. «La salud mental es un problema en los niños», explica la Dra Felger. «No hablan. Solo giran la cabeza. Esto es muy inusual para un niño, por lo general son muy abiertos a esta edad. Para ese momento todavía no han sentado ese tipo de barreras».

Sus madres tienen poco espacio mental para pensar. Los más afectados caminan como ofuscados. “Son quienes desarrollarán un TEPT” declara la Dra Felger. Lamentablemente, no hay mucha gente cerca de la frontera que esté entrenada para ofrecer el tipo de ayuda necesaria. «Los niños tendrán que atravesar un camino difícil hasta poder recibir un apoyo especializado», explica.

Mientras la guerra continúa haciendo estragos y a las grandes ONG internacionales se les sigue dificultando traer al terreno la muy necesitada ayuda humanitaria, el destino de estas personas sigue permaneciendo en las manos de voluntarios benevolentes de todo el mundo.


En colaboración con Evens Foundation

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