Noticias La prensa en Europa (5/5)

Inmerso en la burbuja de Bruselas

La capital belga es el corazón de la máquina del poder de la UE, donde docenas de periodistas intentan cubrir las actividades de todas las instituciones. Pero tal y como descubre un recién llegado de Australia, tienen demasiada información y muy poco tiempo para descifrar lo que está ocurriendo.

Publicado en 28 diciembre 2012 a las 09:00

En los últimos meses, he estado aparcando mi ordenador todos los días en el área de prensa de la Comisión Europea, literalmente a unos pasos de la gran sala de conferencias de prensa. Estoy rodeado por todo un ejército multinacional (y multilingüe) de periodistas freelance, que aprovechan la conexión wifi gratuita y lo que parece un café subvencionado (a 90 céntimos de euro la taza, ¿cómo es posible?). Mientras los "Corresponsales" con c mayúscula, los que trabajan para los grandes periódicos están a la vuelta de la esquina, en el Centro de prensa internacional o en el Palacio residencial, los periodistas freelance nos apiñamos en los recovecos de un entorno abarrotado de medios de comunicación.

Al ser el único australiano por aquí y al no tener ninguna afinidad obvia con los demás anglófonos, me ha adoptado un grupo de italianos, que rápidamente me informaron de que estaban violando mis derechos humanos cada vez que comía en la cafetería de la Comisión (la del Consejo Europeo cruzando la carretera es mucho mejor). Son un grupo de gente muy interesante: inteligentes, elocuentes, con un inglés muy bueno y casi todos de treinta y pocos años. Uno de ellos se ha hecho un hueco trabajando para un pequeño servicio de noticias y una revista de aviación; a otro lo ha contratado localmente la oficina en Bruselas de una cadena italiana de noticias de televisión por cable; otro trabaja para un boletín de noticias agrícolas. Van de contrato en contrato, a veces incluso de trabajo en trabajo, y siempre están buscando más.

Poca vida glamurosa

También me han presentado al “padre” del cuerpo de la prensa italiana: un distinguido caballero en cuya tarjeta de visita se lee una tautología: collaboratore fisso (“periodista a tiempo parcial permanente”). El periódico italiano para el que trabaja no quería pagarle la estancia en Bruselas, pero aceptó comprarle una cierta cantidad de artículos cada semana y le ofreció una especie de anticipo. Y no es el único en esta situación. El segundo periódico más importante de Italia, La Repubblica, hace poco sustituyó a su corresponsal de Bruselas que se iba a jubilar por… él mismo, es decir, le dijeron que podía seguir ocupando el puesto, pero como freelance con un contrato exclusivo. La oficina en Bruselas del periódico ahora está integrada por un corresponsal jubilado que complementa su pensión haciendo el mismo trabajo que hacía antes.

No es la vida glamurosa que normalmente se asociaría al periodismo en la ciudad más importante de Europa. A lo largo del día, oigo por casualidad a un periodista que habla por teléfono y pregunta qué tipo de almuerzo se servirá (gratuito) en una conferencia que tenía pensado cubrir. “Cuando dice sándwiches, ¿a qué tipo de sándwiches se refiere?”, pregunta. Poco después, alguien se está peleando con su periódico, porque quiere que asista a una reunión anual en su país de origen, pero no le pagará el billete de avión. El periódico al final cede, pero el periodista tendrá que tomar un vuelo de Ryan Air desde Charleroi (la ciudad a una hora de coche al sur de Bruselas que a todo el mundo le encanta odiar). El periodista se pasa el resto del día refunfuñando.

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Resulta difícil saber cómo afecta la situación de estos periodistas al modo de informar sobre la actualidad europea, dado que muchos freelance europeos de los que están sentados a mi lado mientras escribo esto nunca han conocido otra cosa. Trabajan frenéticamente, saliendo a toda pastilla de la conferencia de prensa del mediodía y escribiendo como locos durante la siguiente hora. Rara vez viajan y admitirán sin problemas que no tienen mucho tiempo para investigar, que están ahí para recopilar las noticias sin complicaciones que les ofrece cada día la Unión Europea.

Un trabajo sencillo

Y si las noticias directas son tu especialidad, trabajar aquí en la Unión Europea puede resultar sencillo. Cada día, las casillas fuera de la sala de conferencias de prensa de la Comisión Europea se llenan de comunicados de prensa que anuncian decisiones políticas importantes y costosas. La mayoría de las veces recibes en el móvil números de asesores muy elocuentes (y multilingües) que ofrecen información complementaria y citas. Puedes asistir a “sesiones informativas técnicas” y, si juegas bien tus cartas, puedes conseguir una entrevista con un comisario.

Para los medios de comunicación electrónicos existen dos canales en la web que cubren todos los eventos de la UE (en Luxemburgo, Bruselas y Estrasburgo) y más vídeos de los que puedes guardar en un dispositivo de memoria USB. Hay disponibles también estudios y técnicos, gratis: si deseas grabar una entrevista de televisión con un miembro del Parlamento Europeo, simplemente llamas a los chicos de reservas audiovisuales.

Un día recogí todos los elementos de comunicación oficial que pude encontrar: un total de quince. Un anuncio del comisario de política regional sobre competencia y ayuda estatal; otro del comité del Parlamento Europeo que analizaba la normativa común de compraventa europea; un anuncio de la Alta Representante de Exteriores Catherine Ashton sobre las elecciones en Ucrania; la aprobación de la Comisión de la fusión de dos empresas de telecomunicaciones… Mientras, el buzón de entrada de mi correo electrónico se iba llenando de alertas de organismos de la UE que no sabía ni que existían.

Borrar correos electrónicos

El punto fuerte del sistema de generación de noticias de la Unión Europea es la conferencia de prensa diaria de la Comisión, celebrada a mediodía, que normalmente no se espera que proporcione información nueva. De hecho, la mayoría de las veces, la portavoz de la Comisión Pia Ahrenkilde Hansen (una versión multilingüe de C.J., para los fans de la serie El ala oeste de la Casa Blanca) simplemente repite lo que se ha anunciado en los comunicados de prensa. Empiezo a sospechar que los reporteros acuden sencillamente para ver si encuentran una historia interesante, para deducir de las preguntas de los demás periodistas algo que merezca la pena seguir.

Mis colegas reclutas me cuentan bromeando que ya han aprendido la norma más importante para cualquier periodista que trabaje en Bruselas: pasar los diez últimos minutos de la jornada borrando correos electrónicos que han recibido de la Unión Europea. Porque no tiene sentido llevarte a casa ese rollo y este ritual purificador puede ser enriquecedor. Pero no tenemos ninguna pauta sobre cómo gestionar nuestra relación con la institución sobre la que informamos.

Nos encontramos aquí, en un momento decisivo de la historia de Europa y del mundo. En los próximos años, la Unión Europea o bien empezará a deshacerse o bien sus miembros principales adoptarán el espíritu pionero de los fundadores y lucharán por lograr una mayor unidad, incluso una federación en toda regla. Todo esto ocurre a paso de tortuga, pero cuando en los próximos cinco años se resuman nuestras noticias, habremos escrito la crónica de algo grande. Podría ser el mejor trabajo de nuestras carreras.

Pero ¿estaremos a la altura del reto? ¿Seremos capaces de estar por encima de la nebulosa diaria de comunicados de prensa, citas citables y riñas insignificantes para comprender la época que estamos viviendo? ¿O acaso nuestro punto de vista privilegiado en el sótano de la Comisión hace que estemos demasiado cerca de la acción, demasiado inmersos en la mecánica de los anuncios sobre las políticas, como para comprender lo que está sucediendo?

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