Ideas Costruir un espacio público europeo

La democracia europea no puede funcionar sin un periodismo europeo

La democracia de la UE no funcionará nunca sin una esfera pública funcional acorde a ella. El periodismo de investigación desempeña un papel esencial exigiendo a las instituciones europeas y líderes responsabilizarse por sus acciones, tal y como ya hace a nivel nacional, según afirma el antropólogo y autor holandés Joris Luyendijk.

Publicado en 7 agosto 2020 a las 15:36

En esta época tan alterada, confusa y cínica, pocas profesiones e instituciones infunden confianza y respeto al gran público. En gran parte gracias a Hollywood, los periodistas de investigación continúan siendo considerados “los buenos” (y “las buenas”). Existe un Lobo de Wall Street, pero no uno de Fleet Street [el barrio histórico de la prensa de Londres]. La reputación es una cualidad asimétrica. Si bien requiere un esfuerzo enorme conseguirla, puede desaparecer en un momento. Como dicen los holandeses, la confianza viene a pie y se va a caballo.

Por eso les hago la siguiente pregunta con algo de vacilación e incluso reticencia: ¿corren los periodistas de investigación el riesgo de convertirse en los idiotas útiles de los demagogos y partidos de protesta de occidente mientras estos atacan a gran escala la democracia representativa?

Aquellos con edad suficiente para acordarse sabrán que el término despectivo “idiota útil” tiene su origen en la Guerra Fría. Se utilizaba para describir a aquellos  occidentales cuyas acciones ayudaban a la causa soviética, incluso si no eran simpatizantes del comunismo y ni siquiera eran conscientes de las consecuencias de sus acciones. El movimiento pacifista de los años 80 en Europa Occidental se toma a menudo como ejemplo: los pacifistas quizá pensaban que estaban luchando por la paz oponiéndose a las armas nucleares. Para los soviéticos, eran peones ignorantes en los juegos de guerra del Kremlin con los gobiernos occidentales: idiotas útiles.

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¿Está el periodismo de investigación occidental en peligro de convertirse en el idiota útil del populismo? ¿Les estamos dando munición?

Comencemos por el arquetipo de periodismo de investigación de éxito: el escándalo Watergate. El Washington Post revela la implicación del presidente Nixon en métodos ilegales de espionaje, recopilación de información y encubrimiento (a través de micrófonos ocultos y robo de documentos en la sede del Partido Demócrata situada en el complejo de oficinas Watergate). Nixon se ve obligado a dimitir y los periodistas reciben el Premio Pulitzer de 1973. Cuando Hollywood lleva a la gran pantalla sus aventuras con Todos los hombres del presidente, adquieren fama mundial.

Este es el ideal del periodismo de investigación en una democracia representativa. Sacar a la luz que el presidente ha incumplido la ley debilita la confianza y la fe de cualquier ciudadano sensato en su país. Sin embargo, una vez que el escándalo  conlleva la dimisión del presidente, la confianza no solo se recobra, se intensifica. Puesto que si el hombre más poderoso del país puede ser destituido, está claro que el sistema funciona. Recuerden que el Premio Pullitzer se otorgó en la categoría de “servicio público”. Este mecanismo es lo que se describe en inglés como la capacidad de “autocorrección” del sistema. En neerlandés existe una expresión aún mejor, “zelfreinigend vermogen”, o capacidad de autolimpieza.

Pero no seamos inocentes con la diferencia que hay entre teoría y práctica. La mayoría de casos que se sacan a la luz no llegan nunca a investigarse. En un principio, el resto de medios de comunicación ignoraron, ridiculizaron y minimizaron la investigación del caso Watergate realizada por el Washington Post, el Time y el New York Times. Fue solo un elemento más de un proceso político mayor que terminó con la destitución de Nixon.

“Antifrágil”

Aun así, el principio subyacente debería estar claro: el periodismo de investigación desvela o ayuda a desvelar el abuso de poder y hace perdurar la noticia el tiempo suficiente para forzar una respuesta por parte del resto del sistema. En su estado más óptimo, una democracia es lo que el gran filósofo Nassim Nicolas Taleb llama “antifrágil”, un choque contra el sistema; en este caso la revelación de un enorme abuso de poder termina fortaleciendo el sistema, en lugar de debilitarlo.

El escándalo Watergate ocurrió a principios de la década de los 70. Ahora nos encontramos en una etapa y un siglo muy diferentes. La política ha experimentado cambios fundamentales y estos cambios tienen consecuencias importantes e incluso profundamente incómodas para la práctica del periodismo de investigación.

Hay que tener en cuenta dos niveles.

A nivel nacional, en toda Europa estamos siendo testigos de la implosión de los dos bloques políticos tradicionales: a un lado el gran bloque estable socialista/socialdemócrata/de izquierdas y al otro lado el bloque republicano/derecha cristiano-demócrata/de centro. Hasta la década de los 90, la mayoría de los países europeos tenía un gobierno y un gran partido de oposición. Nuestras revelaciones y publicaciones alimentaban, o al menos tenían el potencial de alimentar, esta dinámica de oposición. Dicho de una manera sencilla: la oposición podía utilizar nuestras noticias, y al constituir un desafío claramente definido y consistente al partido que gobernaba, era más probable que el gobierno se viese forzado a responder.

Lo importante era que esta oposición era seria y, sobre todo, constructiva. Contaba con un programa realista propio y podía usar nuestras publicaciones y revelaciones como un “instrumento de vergüenza” para presionar al gobierno. Si no funcionaba, los votantes podían castigar al gobierno en las próximas elecciones.

De nuevo, son las líneas generales de un arquetipo ideal. Pero para ser más concreto: imagínense que, en lugar de un Partido Demócrata serio y constructivo, la oposición principal a Nixon hubiese sido alguien como Donald Trump o Boris Johnson.

Este es el dilema actual en países como Francia, donde cualquier revelación catastrófica que desemboque en una dimisión bochornosa de Macron llevaría al poder al Rassemblement National. En Alemania, un escándalo como el de Watergate que incriminase al SPD y al CDU podría conducir a un gobierno de Alternative für Deutchland. Lo mismo podría ocurrir en los Países Bajos con Geert Wilders.

Para comprobar cómo se desarrollaría esto observen el escándalo de los abusos en gastos oficiales en el Reino Unido, donde se descubrió que los diputados habían abusado de su posición para incurrir en gastos en ocasiones repugnantes, estrafalarios o ridículos.

El escándalo fue un hito de la investigación periodística. Perjudicó la reputación de los dos principales partidos políticos, y con razón. No obstante, cuando se celebró el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE unos años después, la pérdida de confianza y prestigio contribuyó al éxito con el que los payasos, mentirosos y demagogos de Vote Leave consiguieron propagar sus promesas vacías.

El tema no es si el Reino Unido debería haber abandonado la UE. Es libre de hacerlo. La cuestión es que se mintió al pueblo británico a una escala sin precedentes, empujando a millones de personas a votar una fantasía: la posibilidad de dejar de ser miembro de la UE y conservar al mismo tiempo sus beneficios.

En parte, esta promesa vacía tuvo tanto éxito  porque los que denunciaban aquella fantasía tenían su reputación mancillada por el escándalo de los gastos oficiales.

Trapaso de poder político

Nuestro trabajo como periodistas de investigación presupone que existe una oposición seria, auténtica y coherente. Hoy en día, una cantidad alarmante de países en Occidente no pasan la prueba. Lo único que hacen los nuevos partidos de protesta es ofrecer una plataforma para frustraciones (legítimas e ilegítimas) en lugar de ofrecer una alternativa de futuro viable, basada en hechos y bien argumentada. Es decir, se definen a sí mismos principalmente según en contra de qué y de quién están. El caos que está envolviendo a los Estados Unidos y el estancamiento que está viviendo actualmente el Reino Unido demuestra lo que ocurre cuando este tipo de payasos y vándalos asumen el poder. Por eso, la pregunta para los periodistas de investigación es la siguiente: ¿les ayuda nuestro trabajo involuntariamente?

Para poder responder a esta pregunta hay que tener en cuenta un segundo nivel, el de la Unión Europea. Los Estados Unidos están sumidos en su propia crisis y sus propios problemas, que en parte coinciden con los nuestros.

Sin embargo, los EEUU no están involucrados en un traspaso enorme de poder político a un nivel superior, continental, de la manera en que los países miembros de la UE lo han estado haciendo durante las últimas décadas. Por esta razón, los EEUU y lo que se podría considerar “la experiencia política americana” es cada vez menos relevante para los europeos. Nuestros sistemas políticos simplemente han tomado distintos caminos. Con respecto a los británicos, atrapados en el gran océano entre Europa y América, los ignoraré de aquí en adelante, entre otras cosas porque parece que ni siquiera ellos mismos saben quiénes son o qué es lo que quieren.

El problema del periodismo de investigación a nivel europeo es que la “capacidad de autolimpieza” de la democracia no solo necesita una oposición seria y comprometida con las reglas del juego, sino también un ámbito político donde la oposición pueda usar nuestras revelaciones e investigaciones para exigir responsabilidades al gobierno.

¿Dónde está este espacio político o esfera pública a nivel europeo? ¿Dónde están los telediarios, artículos, revistas, programas de debate, páginas web y revistas literarias? Tenemos la revista London Review of Books, que no solo habla de libros, sino que contiene también un debate político de primera categoría. Existe la igualmente fantástica New York Review of Books. Sin embargo, no existe una European Review of Books. En Londres tenemos el periódico Times, pero no tenemos un Times europeo. Sí, sé que tenemos Euronews, Voxeurop, EUObserver y otros medios. Pero ellos mismos serán los primeros en admitir que el impacto de su trabajo no tiene ni punto de comparación con la cobertura política a nivel nacional.

Como les gusta decir a los politólogos : hoy en día, el poder sobre muchas cuestiones radica a nivel europeo, mientras que la política sigue ocurriendo a nivel nacional. Por eso, es posible que sus agencias de noticias tengan uno o dos corresponsales en Bruselas, pero una docena o más en sus respectivas capitales.

En la práctica, lo que esto conlleva es que, tras la primera oleada de conmoción, repulsión e indignación que provocan, o deberían provocar, nuestras revelaciones a nivel europeo o relacionadas con la UE, una investigación política es aún más difícil de sostener que a escala nacional.

Sin duda, las agencias de noticias europeas están mejorando mucho la coordinación y sincronización de sus exclusivas, por ejemplo, con los Papeles de Panamá. Hasta la fecha, la estrategia ha funcionado puesto que su objetivo es crear oleadas simultáneas de interés e indignación. Pregunten a las ONG en Bruselas que luchan contra la evasión de impuestos y les dirán que las revelaciones de la prensa aceleraron más el proceso que veinte años de lucha.

Sin embargo, para que la capacidad de autolimpieza de la democracia funcione, esta oleada de interés e indignación es solo el primer paso. Lo esencial es que el seguimiento político provoque cambios reales y haga que los ciudadanos indignados vean que este error en concreto se ha subsanado.

Volviendo a las ONG que luchan contra la evasión fiscal: se podría afirmar que forman parte de la oposición constructiva primaria a nivel europeo. Pero, ¿cómo va a funcionar esta oposición sin un ámbito político europeo que funcione, donde se pueda mantener la presión hasta que se produzca un cambio real?

En los últimos años, la plataforma Investigate Europe ha realizado un trabajo estupendo sobre, por ejemplo, la dependencia extrema de Europa de Microsoft. De igual manera, hizo una profunda investigación sobre Frontex, la agencia europea para proteger nuestras fronteras. Otros artículos: Por qué el régimen de fronteras europeas no funciona, Cómo la UE se ha acomodado al grupo de presión de defensa,Europa planea el estado de vigilancia, Misión imposible en el Mediterráneo...

Estos artículos producen en el lector un estado de frustración e impotencia: ¿cómo se puede permitir esto? Después, el lector busca en internet la investigación política y lo más probable es que no encuentre ninguna respuesta. Si la encuentra, es que no ha habido investigación. O bien existe una respuesta, pero el lector no tiene ni idea de su alcance porque no entiende cómo funciona el poder a nivel europeo. ¿Y quién culparía al lector? El poder a nivel europeo funciona de manera completamente diferente que a nivel nacional. Al final, el lector vuelve a sentirse enfadado, desesperanzado o apático.

Así que esta es la situación. La implosión y la fragmentación a nivel nacional en Europa continental socava la capacidad de autolimpieza de nuestras democracias. Ocurre lo mismo con la difusión de poder a nivel europeo.

Como periodistas de investigación, no somos responsables de cómo evolucionan nuestros sistemas políticos, pero tampoco podemos desentendernos de las consecuencias políticas de nuestro trabajo.

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Crecí en la década de los 80 y 90, cuando el centrismo político era sólido. En aquella época, tenía sentido ser lo más crítico posible con el poder del estado y el partido de gobierno. Hoy en día, el centrismo político está disminuyendo ante nuestros propios ojos. Así que, lo que me preocupa es que las revelaciones sin una investigación política posterior significativa y visible terminan avivando el descontento.

A principios de década pasé más de dos años investigando la cultura de las finanzas en la City de Londres y lo que descubrí fue verdaderamente impactante. Cuando Lehman Brothers quebró en septiembre de 2008, nuestras sociedades estuvieron durante varios meses al borde del colapso. Habríamos perdido  el acceso a nuestras cuentas bancarias mientras la economía se paralizaba y se habrían detenido los suministros en supermercados, farmacias, gasolineras y demás. Estuvimos a 36 horas de esa situación.

Este es el peligro de los mega bancos, y lo que me pareció verdaderamente desconcertante es el consenso general entre los principales periodistas económicos y los académicos así como con antiguos ejecutivos de bancos centrales como Jean Claude Trichet, que afirman que nuestro sistema financiero no es ahora más seguro de lo que era en 2008.

Lo reitero: la fragilidad de nuestro sistema financiero es de sobra conocida, pero se ha convertido en un elemento inmune a la prensa de investigación.

Volviendo a Nixon: imagínense que todo el mundo sabe que está espiando ilegalmente la sede del Partido Demócrata situada en el complejo de oficinas Watergate, pero aún así no hay consecuencias políticas.

La crisis financiera de 2008 ha sido la peor desde la década de 1930 y podría haber sido mucho peor. Al fin y al cabo, el dinero es a la sociedad lo que la sangre es al cuerpo, y el sector financiero es el corazón. Tras un colapso de estas dimensiones se podrían esperar amplios debates seguidos de una acción política decisiva y revolucionaria. Sin embargo, aunque tenemos un sinfín de noticias fáciles sobre las primas de los banqueros, el tipo de campaña política de gran alcance necesario para asegurar de nuevo la economía parece estar más lejos que nunca.

¿En qué posición están los periodistas económicos de investigación? Me enfada que los periodistas de política nacional se nieguen a basarse en el trabajo de periodistas económicos y los pisoteen. Por ejemplo: una razón por la que nadie se ha fijado en la economía es porque muchos de los políticos convencionales terminan trabajando en el sector financiero. Tendría sentido preguntar a los líderes políticos durante el próximo debate electoral: ¿garantiza que si su partido nombra al próximo ministro de economía, este nunca terminará trabajando en el sector financiero?

Diez años después del escándalo Lehman Brothers, sigue siendo mucho pedir a los periodistas políticos.Otra forma de explicar la inmunidad del sector financiero al periodismo de investigación es la necesidad de  un cambio real a nivel europeo o mundial en el ADN y la arquitectura de este sector. Y estos periodistas nacionales no trabajan a nivel europeo o mundial.

A los que sí trabajan a ese nivel les resulta extremadamente difícil mantener viva la historia de la reforma financiera. Es un asunto técnico y aburrido, al menos en un principio. Además, implica a una serie de instituciones que son de naturaleza tecnocrática en lugar de democrática: el Banco Central Europeo, la Comisión o los Tribunales.

Asimismo, hay que añadir la dificultad de exigir responsabilidades a los políticos nacionales por lo que negociaron a nivel europeo. Sin duda, los políticos nacionales están profundamente implicados en estos resultados, pero solo tienen una responsabilidad colectiva. Sin embargo, no existe una opinión pública colectiva europea para hacerles rendir cuentas. En su lugar, los líderes nacionales vuelven a casa proclamando una victoria en Bruselas o cambian de tema.

Estoy seguro de que entienden que no estoy aquí para suspender la cacería y pedir que no se investiguen más los fracasos, crímenes y delitos menores de los que están en el poder.

Sin embargo, me preocupan los correos electrónicos que me llegan de gente convencida de que estoy de su parte, de parte de aquellos convencidos de que la economía la manejan “los judíos”, los Illuminati, el grupo Bildelberg o cualquiera  que se ponga de moda en internet.

Me inquieta la gente que usa mi trabajo para demostrar que la democracia es una farsa: ¡mira cómo nuestros políticos van de la mano de los bancos! ¡Necesitamos un líder fuerte, alguien como Putin! Me inquieta aún más encontrar mis charlas sobre el peligro del sector financiero y su complicidad con los partidos políticos convencionales en páginas web junto a teorías conspirativas descabelladas…

¿Está mi trabajo alimentando la desesperación y el hambre de liderazgo antidemocrático con falsas soluciones al estilo de Trump y el bando del Brexit?

Como periodistas de investigación, sentimos que nuestro trabajo ha terminado cuando “hemos dado en el clavo con la noticia”. Si tenemos suerte recibimos un premio y después pasamos al siguiente fracaso estrepitoso del gobierno o el siguiente caso de abuso de poder empresarial.

Pero teniendo en cuenta la manera tan radical en la que nuestras democracias han cambiado, ¿podemos seguir limitándonos a exponer lo que va mal?

¿No deberíamos insistir en que el medio de comunicación que publica nuestro trabajo garantice una cobertura continua y significativa de la respuesta política a nuestras revelaciones? Y, en caso de no haber respuesta, ¿contarlo también? ¿Y no deberíamos preguntarnos por qué los periodistas de investigación nacionales son tan reacios a interrogar a los políticos sobre sus segundas carreras en finanzas?

Reflejo invertido del mundo árabe

Se podría ir un paso más allá y preguntar ¿no habrá que usar también el periodismo de investigación para cosas que van excepcionalmente bien? Lo sé, un “boletín informativo de buenas noticias” suele ser muy aburrido. Pero cada vez es más difícil negar el hecho de que en la organización política europea actual, nuestro trabajo hipercrítico puede minar la poca confianza en la democracia que les queda a los votantes normales.

Como periodistas de investigación, también tendemos a ser bastante cínicos con los “políticos”. ¿Sigue siendo útil esta actitud ahora que personas como Donald Trump o Boris Johnson se han apropiado del cinismo?

Ojalá tuviera respuestas sencillas. Pero lo que sí sé es que la democracia de la UE no funcionará nunca sin una esfera pública funcional acorde a ella.

En este sentido, la UE es, ahora mismo, el perfecto reflejo invertido del mundo árabe. Sin duda, allí el periodismo de investigación fiable es extremadamente escaso. Tampoco han desarrollado lo que los europeos han construido a lo largo de la última mitad de siglo: una moneda común, un parlamento que abarque el mundo árabe, o un Tribunal de Justicia árabe.

No obstante, los árabes sí han construido una esfera pública que abarca todo el mundo árabe y que incluye sitios de noticias panárabes, artículos, cadenas de radio y estaciones satélite terrestres. Quizás ha llegado la hora de ir a buscar inspiración al sur del Mediterráneo.

Este artículo es la transcripción de la conferencia realizada por Joris Luyendijk en el congreso Dataharvest celebrado en Mechelen – 25 de mayo de 2019

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