Análisis Libertad de prensa en Hungría

La guerra de diez años de Fidesz contra la libertad de la prensa en Hungría

Desde su regreso al poder en 2010, Viktor Orbán ha desentrañado meticulosamente el Estado de derecho y el pluralismo de los medios, al mismo tiempo que mantiene a raya a la UE. En Budapest, Réka Kinga Papp nos cuenta su experiencia haciéndose obedecer por la prensa durante estos diez años.

Publicado en 25 febrero 2021 a las 16:04

El actual proyecto antidemocrático de Hungría se popularizó tras la agitación política del Brexit y la elección de Donald Trump. Estos dos episodios rompieron una barrera narrativa: el cambio de la política conservadora por la extrema derecha, algo que realmente no se había tomado en serio hasta entonces. Sin embargo, la incursión de Fidesz comenzó ya en 2010, cuando ganaron por primera vez la mayoría sobre las ruinas que dejó la crisis financiera de 2008 y las cenizas del gobernante anterior, el partido socialista, que se había derrumbado sobre sí mismo varias veces durante sus años en el poder.

Orbán habló abiertamente de que se estaba preparando para 20 años de gobierno, y su equipo se ha propuesto cumplir esa promesa. Saqueando unilateralmente la Constitución para reemplazarla por una ley básica se deshicieron de instituciones establecidas que deberían haber servido de controles y contrapesos. Una reforma electoral ha asegurado su enorme ventaja a pesar de que solo obtuviero un máximo del 40 % de los votos. Una nueva ley para los medios de comunicación estableció una autoridad directamente designada y controlada por el Gobierno, lo que facilitó a Fidesz que tuviera el control que tiene ahora sobre ellos. Y el Consejo Nacional de medios y comunicaciones siempre ha cumplido con lo que se esperaba de ellos.

Este truco legal fue recibido con preocupación en la Unión Europea, a lo que Fidesz reaccionó de manera infantil, proporcionando a la Comisión Europea una traducción que omitía algunas partes problemáticas. También provocó protestas en masa que no se habían visto desde 1990. Las primeras víctimas fueron los canales públicos de radio y televisión, puestos de rodillas por un nuevo liderazgo que barrió al antiguo personal a pesar de la feroz resistencia de los periodistas, algunos de los cuales siguieron protestando durante meses. Orbán tiene ahora una entrevista regular en Kossuth Rádió todos los viernes por la mañana.

Desde entonces, siempre que se ha podido se ha acabado con cualquier editorial independiente. Resulta imposible enumerar todos los pasos de la estrategia que han utilizado con este fin. En parte, esto se debe a que la mayoría de los ataques son bastante similares al derribo de Klubrádió: extremadamente procedimentales, plantean obstáculos administrativos serpenteantes y encuentran excusas oscuras para liberar a los medios de sus derechos de transmisión o desangrarlos financieramente.

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Caza corporativa

El país fue testigo de una caza corporativa acelerada de sus editoriales, ya que los puntos de venta fueron adquiridos gradualmente por la clientela del régimen, quienes más tarde imponían una línea política o, a veces, simplemente cerraban la tienda. El caso más destacado de este último fue el despido del diario político más vendido, Népszabadság, cuyos empleados recibieron sus cartas de despido de la nada un sábado por la mañana en 2016, a través de motorbike curriers.

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Otras veces, los propietarios se daban por vencidos: el jefe de redacción del entonces más leído portal en línea (Origo) fue despedido en 2014 y todo su personal renunció para mostrar su apoyo, coincidiendo con su serie de informes sobre acusaciones de corrupción contra un alto ministro. La sucursal húngara de Deutsche Telekom poseía el portal y lo vendió poco después.

Más tarde, ese mismo año, se anunció el plan de crear un impuesto para internet que desencadenó protestas aún más grandes a nivel nacional e internacional. Cerca de cien mil personas llenaron las calles de Budapest y otras muchas las del resto del país, lo que dio lugar a un enorme aumento del activismo y del compromiso político. Por consiguiente, este plan fue retirado. 

El exproductor de Hollywood Andy Vajna, que regresó a Hungría para comenzar una segunda carrera como comisionado del gobierno de la industria cinematográfica bajo el régimen iliberal, compró la segunda cadena de televisión comercial más grande, TV2, en 2015, y la convirtió rápidamente en una herramienta del Gobierno. Con la RTL (de propiedad alemana) como única televisión independiente en pie, Orbán creó un impuesto sobre la publicidad para intentar acabar con ellos, lo que llevó a un gran retroceso. Orbán no sólo ha decepcionado a la canciller Angela Merkel, sino que también ha perdido a su más antiguo y poderoso aliado en su intento.

Cuando los medios de comunicación están desbordados, sus ventas y audiencias tienden a reducirse, lo que significa que las audiencias no son tan fáciles de comprar. Sin embargo, con una toma casi total de la esfera pública, cada vez son más las personas sin acceso a internet, y regiones enteras casi no tienen acceso a nada más de lo que el poder ejecutivo permite.

Lajos Simicska, miembro fundador de Fidesz, extesorero del partido y confidente de Orbán construyó el imperio original de los medios de comunicación de Fidesz a finales de los 90, acumulando una importante estación de televisión de noticias comerciales, múltiples estaciones de radio, periódicos y controlando una gran parte del mercado de publicidad exterior. (También pasó a ser un gran constructor como el propietario de Közgép, una empresa de construcción que atrajo a un gran número de contratos del gobierno.)

La relación llegó a un dramático final cuando Simicska se negó a firmar el plan de Orbán para volver al poder en 2015 mediante el mencionado impuesto sobre la publicidad. Entonces, la novena persona más rica de Hungría, Simicska, llamó a Orbán un «cretino» en el registro (en Klubrádió, por cierto). El oligarca declaró que despediría a la dirección de sus medios de comunicación. «Echaré a todos los Orbánistas», dijo, para cambiar la marea contra el régimen iliberal que continuaba expandiéndose. Y así lo hizo con los medios que siempre habían funcionado como puestos de intercambio abiertamente partidistas, contratando a famosos periodistas críticos y proporcionando plataforma para la oposición como nadie lo había hecho.

En el período previo a las elecciones de 2018, soportando largas batallas legales y la pérdida de sus concesiones estatales, el imperio mediático del oligarca rebelde destapó escándalos de corrupción sin precedentes, lo que provocó una prolongada protesta nacional. Y, sin embargo, la hegemonía mediática clientelar parece haber dado sus frutos: el partido recuperó la mayoría de los dos tercios e impulsó a múltiples inversores, entre ellos Simicska, a renunciar a sus esfuerzos mediáticos y retirarse.

El foco inicial de esta guerra mediática fue en los medios de comunicación analógicos e impresos, apuntando a los votantes de edad avanzada que aún siguen siendo los más movilizados en las elecciones. En 2016, todos los periódicos del condado fueron sistemáticamente comprados y centralizados en manos del empresario favorito del régimen, el instalador de gas convertido en conocedor de licitaciones estatales, Lőrinc Mészáros, y un inversor austriaco, Heinrich Pecina. (La misma Pecina de la que hablaba el exvicecanciller Hans-Christian Strache en las infames Ibiza recordings, cuando soñaba con un imperio mediático como el de Orbán.)

Conglomerado gigantesco

Las radios comerciales también fueron atacadas, dejando solo una de ellas con alcance nacional. La difunta Class FM, anteriormente propiedad de Lajos Simicska, perdió su derecho de emisión en 2016 de una manera muy similar a Canossa de Klubrádió: el Consejo Nacional de medios y comunicaciones simplemente se negó a prolongar su derecho a la frecuencia y abrió una nueva licitación de la que Class FM fue descalificada.

En 2018, alrededor de 476 medios de comunicación se consolidaron bajo la recién fundada Fundación Centroeuropea de Prensa y Medios (sigla en húngaro: KESMA). Este conglomerado tan gigantesco debería haber sido calificado como monopolio ilegal, sin embargo, una nueva ley reconoció a la organización como «de importancia estratégica nacional», proporcionando una exención legal para el imperio.

Para 2020, solo las noticias semanales impresas y en línea no habían sido dominadas por los círculos de Fidesz, mientras que 6 de 8 diarios, 6 de 10 radios y 6 de 8 compañías de televisión se habían alineado con la voluntad centralizada, como informó ATLO Team. Pero, en verano de 2020, el sitio de noticias más grande, Index.hu, se derrumbó tras el despido de su redactor jefe y la consiguiente dimisión de todo su personal por motivos políticos. El equipo original ha creado desde entonces un nuevo canal, y el propietario del ahora antiguo Index está ahora luchando por mantener sus operaciones. En un país en el que los periodistas han perdido la mayoría de sus oportunidades laborales, es imposible dotar de personal al portal que lideraba el mercado hace apenas medio año.

Cuando los medios de comunicación están desbordados, sus ventas y audiencias tienden a reducirse, lo que significa que las audiencias no son tan fáciles de comprar. Sin embargo, con una toma casi total de la esfera pública, cada vez son más las personas sin acceso a internet, y regiones enteras casi no tienen acceso a nada más de lo que el poder ejecutivo permite. Este imperio se financia principalmente a través de anuncios estatales que, a menudo, incluyen préstamos dudosamente favorables que apoyan adquisiciones importantes. El resto de esta oligarquía megalomaníaca también se mantiene en una línea similar, dependiendo en gran medida de la financiación pública canalizada hacia las empresas privadas.


Viktor Orbán contra Europa

Ante la obstrucción de Orbán, Alemania, que dirigirá el Consejo de la UE hasta finales de 2020, ha decidido negociar un compromiso que permita levantar el veto polaco-húngaro. ¿Está la Unión cediendo a los autócratas? Michael Wech se embarca en una road-movie por Europa para descifrar esta crisis sin precedentes.

La película sigue al eurodiputado Daniel Freund mientras investiga el estado de derecho y reconstruye el ascenso al poder de Viktor Orbán, cómo extendió su dominio político y financiero sobre el país mediante el uso sin escrúpulos de los fondos europeos, cómo radicalizó ideológicamente su régimen y cómo consiguió engañar a sus socios europeos y seguir siendo un interlocutor clave para ellos y para sus compañeros del Partido Popular Europeo.

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