La nebulosa opaca de las agencias europeas

Poco transparentes, despilfarradoras, sujetas a conflictos de intereses: la independencia de la veintena de agencias especializadas de la UE plantea problemas tanto desde el punto de vista financiero como del control democrático, denuncia Die Presse.

Publicado en 30 marzo 2012 a las 09:43

No se trata de la única anomalía que se ha constatado en las agencias europeas, que actualmente son 24. Parece que lo más natural del mundo, o casi, es que Thomas Lönngren, exdirector de la Agencia Europea de Medicamentos en Londres, regresara a la industria farmacéutica a principios de año. Nella Frewen, la que fuera miembro del grupo de presión del fabricante de semillas estadounidense Monsanto en Bruselas y que hoy es responsable del lobby de la industria agroalimentaria, está a punto de entrar en el consejo de administración de la EFSA.
Las mismas organizaciones no gubernamentales ya no saben distinguir entre lo que es aceptable y lo que no: la directora de la Agencia Europea de Medio Ambiente de Copenhague dedicó sus horas de trabajo para marcharse a las Antillas con un grupo de colaboradores. Para estudiar la biodiversidad. En beneficio de la organización de defensa del medio ambiente "Earth Watch", pero a expensas de los contribuyentes. "Earth Watch" presentó una factura de 2.000 euros por cada participante en el viaje. No es que parezca una subvención cruzada. Es que lo es.
#### Nadie tiene sentido de la responsabilidad
¿Cómo son posibles estas irregularidades? Muy sencillo: porque nadie tiene sentido de la responsabilidad. Cuando se le pregunta a la Comisión Europea qué tiene pensado hacer para poner remedio a las irregularidades de estas agencias, obtenemos invariablemente la misma respuesta: tenemos las manos atadas, el reglamento interior de las agencias no prevé ningún derecho de injerencia y ya propusimos hace años una reforma del modo de vigilancia.
Claramente, los Gobiernos europeos son los primeros responsables de esta situación. Desde hace años, la creación de agencias es objeto de una vergonzosa competición entre los países miembros. Cada uno debe tener al menos una. Lo sorprendente es que, durante los habituales bloqueos que caracterizan a las cumbres europeas, el hecho de proponer la apertura de esta u otra oficina puede hacer milagros para llegar al consenso en otros aspectos.
Incluso los políticos austriacos, a los que tanto les gusta quejarse de los "funcionarios de Bruselas", se apresuran a dar su consentimiento. Cuando la Agencia de los Derechos Fundamentales vio la luz en Viena el 1 de marzo de 2007, los miembros del Gobierno rivalizaron en entusiasmo en sus declaraciones, aunque había que leerlas dos veces para asegurarse de que no se trataba de parodias de humoristas. La ministra de Exteriores, Ursula Plassnik, llegó incluso a declarar que la creación de la Agencia de los Derechos Fundamentales "[iba a] reforzar la posición de Viena como sede de importantes organizaciones internacionales".
#### Cerrar las agencia superfluas
El canciller federal Alfred Gusenbauer habló de una "señal enviada por la UE a los hombres y las mujeres". Dicho sea de paso, la Agencia de los Derechos Fundamentales sólo ha sido el centro de una leve agitación en cinco años, cuando Viviane Reding, la comisaria de Derechos Fundamentales, se indignó ante el proyecto de redactar en verso la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. El eurodiputado Martin Ehrenhauser tiene razón: habría que cerrar la agencia vienesa y no sustituirla por nada. Sobre todo porque constituye un costoso duplicado del Consejo de Europa.
Lo irónico es que, a partir del 1 de abril, los europeos podrán lanzar una iniciativa ciudadana si logran el acuerdo de más de un millón de personas. Más democracia, más participación, más transparencia, siguiendo la fórmula del momento. Pero durante este tiempo, las autorizaciones de nuestros medicamentos y la evaluación de los riesgos de los alimentos que consumimos se realizan en la sombra y en un área jurídica imprecisa.
Es una situación insoportable. Los Gobiernos deberían aprovechar las negociaciones sobre el marco financiero de la UE para el periodo de 2014 a 2020 para cerrar las agencias superfluas y reforzar la vigilancia del resto. De lo contrario, estas agencias en breve podrían volverse tan independientes que sería imposible dar marcha atrás.

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