Aunque los avances de la extrema derecha en las elecciones europeas eran de esperar, el mapa político se mantiene en gran medida sin cambios. Sin embargo, a los medios de comunicación europeos les ha llamado la atención un notable descenso de los Verdes, que superan el 10 % solo en Escandinavia, Austria, Eslovenia y Países Bajos.
Este hecho plantea la posibilidad de que retrocedan algunos de los ambiciosos objetivos medioambientales de la UE establecidos por el Pacto Verde Europeo: tal y como señalan Karl Mathiesen, Zia Weise y Louise Guillot en Politico: “la recién boyante derecha no tardó en disparar por primera vez contra el emblemático paquete de leyes ecológicas de la UE, minutos después de alzarse con la victoria”. El líder del triunfante Partido Popular (PPE) calificó la prohibición de los motores de combustión interna para 2035 de “error” que debe derogarse en breve.
Josef Urschitz aplaude este acontecimiento en el diario conservador-liberal austriaco Die Presse, donde describe un “Gran giro hacia atrás en la electromovilidad”. El sector automovilístico europeo, que es una piedra angular de la economía del continente, parece alinearse con este cambio. Volkswagen, el segundo mayor fabricante de automóviles del mundo, se ha replanteado su idea de dejar de desarrollar nuevos motores de combustión y ha reorientado más de un tercio de su inversión prevista de 180 000 millones de euros hacia los vehículos de combustión.
En el semanario alemán Focus, Hans-Jürgen Moritz prevé modificaciones en el Pacto Verde, que posiblemente beneficien al sector y la competitividad. Sin embargo, el impacto negativo de las elecciones en las ventas de coches eléctricos no augura nada bueno para el sector automovilístico alemán, especialmente para Volkswagen, que lleva mucho tiempo apostando por la electromovilidad para su futuro.
Si bien el calentamiento del planeta hace que el abandono de las políticas ecológicas parezca ilógico, Anja Krüger, redactora de economía del periódico de izquierdas alemán Tageszeitung atribuye el cambio a la “ignorancia social”. La tarificación del carbono, que es la clave de la política climática, depende de que los contaminadores asuman el coste. Sin embargo, la falta de las prometidas compensaciones de “dinero climático” para los ciudadanos que soportan el incremento de los costes erosiona el apoyo a estas iniciativas.
“En la República Checa, el motor de combustión ha triunfado en las elecciones de la UE”, observa el comentarista Petr Honzejk en Hospodářské noviny. El inesperado éxito del partido antiecologista y antiinmigración Motoristas, liderado por Filip Turek, expiloto de coches aficionado a los símbolos y saludos nazis, les aseguró un tercer puesto con un 10 % de los votos. Honzejk expone que el énfasis implacable de los partidos mayoritarios en conservar el motor de combustión interna como interés nacional caló entre los votantes, que al final se decantaron por un candidato que ofrecía un cierto olor a gasolina y novedad.
En Eslovaquia, el primer país productor de automóviles per cápita, Igor Daniš, columnista del diario liberal de izquierdas Pravda, observa positivamente el giro en el debate sobre la prohibición de los motores de combustión interna en 2035. Este asunto, antes dominado por voces de extrema derecha y extrema izquierda, ahora lo ha adoptado la conservadora CDU/CSU alemana. Daniš aplaude a los conservadores por defender una retirada del dogmatismo en favor del pragmatismo, advirtiendo de que, sin ese cambio, la transición a la electromovilidad podría “parecerse al desastroso Gran Salto Adelante chino de los años 50, que provocó una hambruna generalizada”.
El diario económico húngaro HVG, con sede en el cuarto país productor mundial de baterías y, por tanto, bien posicionado para la electromovilidad, plantea una visión más sobria de las posibles revisiones del Pacto Verde. El diario señala que modificar el Pacto, una ocurrencia de Ursula von der Leyen, la recién reelegida presidenta de la Comisión Europea, no será una tarea fácil. No obstante, HVG sostiene que el Pacto Verde supone una auténtica amenaza para muchas familias con bajos ingresos que, aun siendo conscientes de la necesidad de luchar contra el cambio climático, se ven excluidas de la transición debido al mayor coste de los vehículos eléctricos.
Los expertos entrevistados por Angelo Romano en el sitio web italiano Valigia Blu exponen una valoración igualmente sobria de los posibles cambios del Pacto Verde. Derogar la legislación de la UE incluida en el “Pacto Verde”, establecido en los últimos cinco años, sería extremadamente difícil. La transición verde está ya muy avanzada y detenerla sería contraproducente para el sector europeo, que correría el riesgo de perder terreno frente a China y Estados Unidos, que ya lideran el sector de las energías limpias.
Simone Tagliapietra, catedrático de Política Energética y Climática de la UE en la Universidad Johns Hopkins, se muestra optimista sobre el futuro del Pacto Verde en un comentario publicado en el diario económico español El Economista. Destaca que el centro proeuropeo conserva su mayoría en el Parlamento Europeo, a pesar de los avances de la extrema derecha. Expone que una cuestión crítica es la distribución equitativa de los costes de la transición: si dichos costes recaen sobre todo en los ciudadanos, se exacerbará la desigualdad y la transición será social y políticamente insostenible. La UE debe ahora agilizar y simplificar los mecanismos de financiación existentes para prestar un apoyo sólido a los grupos más vulnerables, así como a la clase media, que necesitará ayuda para adoptar alternativas ecológicas, como coches eléctricos y soluciones sostenibles de calefacción doméstica.
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Los oligarcas de Europa central y oriental se enriquecen con los biocombustibles, mientras los beneficios climáticos siguen siendo dudosos
Karin Kőváry Sólymos | Vsquare | 12 de junio | EN
El sector de los biocombustibles en Europa, impulsado por subvenciones de la UE, ha generado debates sobre sus impactos medioambientales y económicos. El empresario eslovaco Ján Sabol y el exprimer ministro checo Andrej Babiš se han beneficiado en gran medida de este sector valorado en mil millones de euros.
La colza, esencial para los biocombustibles, es objeto de críticas por su coste medioambiental, incluido el uso intensivo de productos químicos y el monocultivo. A pesar de estas preocupaciones, las subvenciones de la UE han instado a los agricultores a ampliar el cultivo de colza, que con frecuencia sustituye a los cultivos tradicionales.
En 2023, los agricultores eslovacos recibieron más de 12 millones de euros en pagos directos por la colza. Empresas como Envien de Sabol y Agrofert de Babiš dominan el mercado. Babiš, apodado a menudo el “barón amarillo”, ha aprovechado las operaciones de colza de su empresa para convertirse en uno de los principales agentes del sector checo de los biocombustibles.
La dependencia de la UE de los biocarburantes de primera generación, derivados de cultivos como la colza, suscita polémica. Los críticos argumentan que esto distorsiona los mercados, eleva los precios de los alimentos y supone dudosos beneficios medioambientales. Los biocombustibles avanzados, fabricados a partir de fuentes no alimentarias, se consideran el futuro, pero siguen infrautilizándose.
Eslovaquia prevé aumentar el contenido de biocarburantes en los combustibles más del 11 % para 2030, aunque sigue dependiendo en gran medida de los métodos actuales. La incoherente política de biocombustibles de la UE ha sido criticada por su falta de claridad y eficacia a la hora de reducir las emisiones del transporte.
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Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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