"El Pensador" de Auguste Rodin. Foto de Javier Vázquez.

¿Pensamos en el futuro de Europa?

Para salir de la crisis que atraviesa, la Unión Europea debe anticiparse y fundar un nuevo gran proyecto, por lo menos tan ambicioso como el de la moneda única. Es la propuesta del informe "Europa puede hacerlo mejor", elaborado en Varsovia por el semanario Polityka y el centro de debate demosEuropa. Un texto que invita a reflexionar.

Publicado en 24 julio 2009 a las 16:57
"El Pensador" de Auguste Rodin. Foto de Javier Vázquez.

La elección del polaco Jerzy Buzek como presidente del Parlamento Europeo se ha considerado en general un acto simbólico que concede a la Nueva Europa el derecho a expresarse. La pregunta es: ¿tenemos algo que decir?

Vivimos un momento especial. Europa ha perdido su impulso y no sabe realmente qué hacer, presa de una triple crisis: económica, institucional y la crisis producida por la falta de fe y de visión de futuro. Pero la UE acaba de iniciar su nueva temporada institucional, con un nuevo Parlamento y en breve, una nueva Comisión. Es necesario superar la apatía europea.

El semanario Polityka y demosEuropa, Centro para la Estrategia Europea, un catalizador de ideas o "think tank" con sede en Varsovia, iniciaron y formaron un grupo de reflexión con el fin de establecer un nuevo orden del día para la Unión Europea. Su completo informe titulado Europe Can Do Better (Europa lo puede hacer mejor) se presentó en Varsovia el 16 de julio y nuestra intención es presentarlo también en algunas capitales europeas. El mensaje principal es claro: la UE debe avanzar e iniciar un nuevo y ambicioso proyecto de integración, similar al proyecto del mercado común de la década de los ochenta o al de la moneda única de los noventa.

La UE es más que una organización internacional de éxito: es un proyecto político y de civilización. Su importancia y su significado se sustentan en el atractivo de lo que puede ofrecer Europa a sí misma y a los demás. Actualmente, el debate europeo se ha quedado estancando, suspendido entre el sueño de los Estados Unidos de Europa, que hasta hace poco embelesaba a todos, y un pragmatismo ilusorio, que ha llegado a dominar la vida política del continente. Este pragmatismo es como un virus que debilita a la Unión y que sufre diferentes mutaciones en el proceso. Afecta a las cuestiones más fundamentales, incluido el funcionamiento del mercado único. Paradójicamente, este tipo de ‘autodesintegración’ de la UE puede resultar más peligrosa que los retos directos a su legitimidad.

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Los jueces del Tribunal Constitucional Alemán, en su reciente resolución sobre el Tratado de Lisboa, exponen en 147 páginas que la integración europea se ha excedido a la hora de reducir los poderes de los estados nación. Debemos por tanto decidir si se trata de un estado de naciones o de los Estados Unidos de Europa. Ambos no pueden existir al mismo tiempo.

Desde hace algún tiempo se ha venido escuchando el término ‘G2’, que hace referencia a Estados Unidos y China. Ningún país europeo por sí solo forma parte de estos dos integrantes. ¿No debería la UE transformar el G2 en G3? Si la Unión Europea pierde la batalla de la influencia mundial, dejará de existir como entidad política. Para que el G3 sea una realidad, la UE necesita desarrollar una cultura estratégica común y aprender a confiar en sus representantes. La diplomacia europea, a la que da luz verde el Tratado de Lisboa, podría tardar años en crearse y quedar a merced de las principales capitales europeas, o bien crearse rápidamente y contar con los recursos adecuados. Sin duda esta última opción es la que debe adoptarse.

Europa necesita politización, lo que puede lograrse con la formación de partidos políticos realmente europeos. Son ellos, en lugar de los partidos nacionales, quienes deberían desarrollar el debate antes de las elecciones al Parlamento Europeo. De este modo, se evitarían las campañas electorales provinciales, dominadas por los asuntos domésticos y las ambiciones personales de cada uno de los distritos. Los europeos tratarían cuestiones que conciernen a todo el continente: todos sabemos que algunos temas como la protección medioambiental, el transporte o la energía no pueden resolverse en el contexto de un único estado miembro, por lo que el debate público europeo no debería desarrollarse tampoco a esta escala.

También es necesaria una estrecha colaboración entre la UE y la OTAN. Debe comenzar una nueva fase en la que se revisen los principales retos y se encuentre un denominador común entre la Estrategia Europea de Seguridad y el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN. La UE necesita disponer de una capacidad de planificación de contingencia autónoma para no tener que depender de la buena voluntad de los estados miembros.

Por suerte, la crisis ha demostrado la solidez de las bases estructurales de la UE, en especial la del Banco Central Europeo. Si no fuera por el euro, Europa posiblemente quedaría socavada por las oleadas de devaluaciones competitivas, ya que cada estado miembro lucharía por conseguir beneficios propios con los tipos de cambio. El euro debe reforzarse y dejar que se convierta en una moneda de reserva mundial importante, a la altura del dólar estadounidense. La ampliación de la eurozona es uno de los proyectos políticos más importantes de la próxima década. Es necesario superar la división entre los estados miembros antiguos y los nuevos.

El proyecto europeo siempre se ha basado en la integración económica. Nos hemos percatado de ello especialmente durante una crisis. Por ahora todo el mundo ha estado trabajando en sus propios asuntos. Alemania ha presentado un requisito constitucional para reducir el déficit presupuestario, mientras Francia desea invertir ‘en el futuro’ aumentando su deuda interna. El método del tira y afloja, donde el jugador más fuerte gana, sigue siendo la pauta. Desde el punto de vista polaco, es esencial defender los principios fundamentales de la UE de la libre circulación de bienes, personas, servicios y capital, independientemente de que la situación económica sea positiva o negativa. Y además, fomentar un aumento del presupuesto de la UE, que actualmente representa un mero uno por ciento del PIB europeo. Estos fondos serán necesarios para apoyar los proyectos de investigación y desarrollo europeos, ya que la innovación es la pieza clave de la economía europea del siglo XXI.

Actualmente vivimos una crisis y otras más nos aguardan en el futuro. La causa de la primera de ellas será la demografía, que constituye al mismo tiempo el éxito y el problema de Europa. La mitad de los europeos tendrá más de 50 años en los próximos dos o tres años. No existe ninguna otra sociedad o economía en el mundo con un perfil demográfico similar. Es necesario un acuerdo político europeo sobre esta cuestión, una ampliación de la edad de jubilación y una transición paulatina (como en Polonia) hacia un modelo de pensión con contribuciones definidas.

El equilibrio de las cuestiones a las que se enfrenta la UE en los próximos años es preocupante. Irónicamente, esto explica por qué se ha producido una falta desesperada de liderazgo político en la situación actual. Resulta mucho más fácil buscar refugio en los debates políticos nacionales y olvidarse del mundo, esperando en silencio que otro nos solucione los problemas. Pero ahora, el idilio ha llegado a su fin. Con Jerzy Buzek como líder del Parlamento Europeo y la presidencia polaca dominando el horizonte en 2011, debemos enfundarnos una armadura más pesada. No hay más remedio, nobleza obliga.

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