"Subo la apuesta 160 mil millones."

Póquer de mentiras sobre el euro

Se está jugando una partida a vida o muerte entre los Estados y los mercados, y lo que podría perderse entre las ruinas del Partenón es la supervivencia misma del euro. Hay un jugador que tiene un papel decisivo: Alemania, que con su estrategia nacionalista corre el riesgo de precipitar el final de la unión monetaria.

Publicado en 28 abril 2010 a las 15:13
"Subo la apuesta 160 mil millones."

Lo que se abate sobre Grecia y sobre Europa, sobre las bolsas y sobre la deuda nacional, tiene todo el aspecto de una nueva “tormenta perfecta”. No cabe duda de que el Financial Times no se equivocaba cuando advertía al mundo entero, a principios del mes de febrero: cuidado, los hedge funds (fondos de inversión) tienen en sus cuentas entre 8.000 y 10.000 millones de dólares en posiciones a corto plazo, y se disponen a volcarlos en los mercados apostando al hundimiento de la zona euro bajo el peso del endeudamiento. El ataque está en marcha y el efecto dominó no es sólo posible sino cada vez más probable.Este baño de sangre, que ha costado ya 160.000 millones de euros nos enseña dos lecciones fundamentales.

Nueva ofensiva contra Portugal

Primera lección: los mercados nos están señalando con el dedo una cosa que está en lo alto del cielo. Como siempre, los idiotas observan el dedo y no ven la Luna. El dedo es Grecia. Un país que se está hundiendo. Tras una nueva rebaja de la clasificación de su deuda, los títulos de la deuda griega se han convertido en “bonos basura”. Según los bancos de inversión americanos, es el mercado de títulos a corto plazo de mayor riesgo del mundo. En estas condiciones, cuanto más se esfuerza Grecia en buscar recursos en el mercado, más estrecha la soga alrededor del cuello de sus finanzas públicas. Cuanto más se esfuerza por salvarse, más se ahoga. Todo esto estaba ya previsto. Y todos los que hoy parecen lamentarse por ello no hacen más que verter lágrimas de cocodrilo.

Pero de acuerdo con la lógica despiadada de los especuladores, Atenas no es más que un señuelo. No es el verdadero objetivo. El verdadero objetivo, la Luna que no alcanzamos a ver, es inmensamente más grande: el euro. En el bote, en medio del tapete verde sobre el que se enfrentan los Estados y los mercados, está la unión monetaria. La ofensiva lanzada contra Portugal lo deja bien claro: he aquí otro país cuya deuda ha sido recalificada y cuyo destino toma la misma dirección que el de Grecia. Es la próxima víctima para el sacrificio.

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La postura alemana es coherente aunque errónea

Pero hasta aquí no se trata más que de la quiebra de dos economías periféricas de la zona euro. El desastre podría comenzar justo después. Tragedia griega, fado portugués, seguidos de un drama mediterráneo: España e Italia figuran ya en la lista negra de los especuladores. “Pigs” o no “Pigs”, estamos hablando ya de la tercera y la cuarta economías de Europa, países considerados “too big to fail”, es decir, demasiado grandes para quebrar porque son “too big to bail out”, demasiado grandes para ser sostenidos con ayudas. Pero está claro que para cuando llegue el turno de Madrid y de Roma, estaremos hablando de otro mundo y de otra Europa. Esta es la Luna hacia la que apunta la especulación. Los mercados están apostando a la quiebra de la unión monetaria. Y la noticia es que están cada vez más cerca de ganarla.

Llegamos así a la segunda lección. Los mercados están a punto de ganar la apuesta porque los Estados no actúan de forma concertada. Hay un país que se aparta más del concierto que los demás. El eje franco-alemán que ha guiado a Europa en los momentos cruciales se ha venido abajo, y la canciller Angela Merkel se encuentra hoy sola frente al resto del continente. La debacle griega, acompañada por los euro-delirios desatados por un plan mal (o tal vez nunca) digerido por los alemanes, revela hoy el otro rostro de Alemania. En la “tormenta perfecta” de estos últimos meses, la posición alemana es “coherente pero errónea”, como escribió a mediados de marzo Wolfgang Munchau en el Financial Times.

Contrariamente a lo que ha ocurrido en los momentos más bellos de la historia alemana de los dos últimos decenios (desde la reunificación), Alemania afronta hoy sus responsabilidades hacia Europa desde un enfoque egoísta y unilateral. Incluso la cumbre europea convocada de urgencia el 27 de abril, en vísperas de la quiebra de Grecia y en pleno derrumbamiento de los mercados financieros, fue supeditada a una cita estrictamente “doméstica”: las elecciones del 9 de mayo en Renania del Norte-Westfalia. El gobierno Merkel, inclinado hacia la derecha por los liberales del vice-canciller Guido Westerwelle, no puede y no puede dar la impresión ante su opinión pública de ceder a los “latinos” de siempre, a los países laxistas e irresueltos del “Club Med”.

Los especuladores lo han comprendido

Con su actitud de “europeísta reticente”, Alemania ha puesto unas armas formidables en manos de los especuladores. Si Europa no es capaz de darse unas reglas iguales y compartidas por todos para disciplinar las cuentas públicas, la estabilidad de los precios, la competitividad de la economía, no cabe duda de que el euro no es sostenible a largo plazo. Los especuladores del mundo entero lo han comprendido y por eso atacan como una jauría de perros al más débil del grupo.

Los gobernantes y los ciudadanos alemanes temen esta posibilidad y parecen orientarse ya hacia una idea “diferente” de la zona euro, una unión monetaria que quedaría restringida a los países que aceptaran unas normas comunes sobre rigor contable y control de la inflación. De acuerdo con este escenario, no tendríamos ya una moneda única, sino dos: un euro de primera categoría para los países del norte, de gran virtud fiscal, y un euro de segunda categoría para los países del sur, menos rigurosos.

Algunos economistas alemanes y algunos banqueros anglosajones, como Taylor Martín, han teorizado ya abiertamente sobre esta posibilidad, e incluso han dado nombre a las nuevas monedas: el “neuro” y el “sudo”. Parece un juego, pero no lo es. Los gobiernos de Europa no lo han comprendido aún y siguen bromeando bajo la boca del volcán.

Opinión

Las agencias de calificación crediticia contra el BCE

"Una vez más, las agencias de calificación atizan las brasas", escribe Jean Quatremer en su blog “Coulisses de Bruxelles”, considerando que agencias como Standard&Poor's, Fitch o Moody's amenazan la independencia del BCE. Esto se debe a que este último “sólo concede préstamos a los bancos comerciales a cambio de activos con una calificación crediticia mínima de BBB-” y, cuando las calificaciones bajan, los bancos se deshacen de sus títulos griegos y agravan la crisis. “Es necesario que el BCE zanje esto lo antes posible y anuncie que ya no exigirá una calificación mínima para las deudas soberanas, al menos para las de los países de la zona euro”, estima Quatremer. De lo contrario, “eso significará que deja que terceras partes dicten su política, en este caso las agencias de calificación anglosajonas”.

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