Merkel, Cameron, Sarkozy… Uno tras otro, estos tres dirigentes europeos han reconocido que el concepto por el que las personas de orígenes diferentes podrían vivir más felices juntas ha fallado: "El multiculturalismo ha fracasado por completo", afirmaba la canciller alemana el pasado mes de octubre. A comienzos de febrero, David Cameron repitió esta frase casi palabra por palabra y unos días más tarde, Nicolas Sarkozy. Sin esperar a saber si se han puesto de acuerdo o si Berlusconi y Zapatero les seguirán, cabe constatar que "Europa entona su mea culpa", como[observa a distancia el diario moldavo Timpul](http:// www.timpul.md/articol/europa-isi-pune-cenusa-pe-cap--ce-vom-face-noi-romanii--20250.html): "Después de habernos sermoneado durante más de medio siglo sobre cómo actuar con respecto a las minorías nacionales, ahora cambian de parecer". ¿Habrá renunciado Europa a ser un ejemplo? ¿Tirará la toalla como un boxeador atontado por haber recibido demasiados golpes? Hasta ahora, los países han aplicado el multiculturalismo más por obligación que por elección o por convicción, porque había que integrar a estas poblaciones que han contribuido a su riqueza.
Actualmente, el multiculturalismo iría en contra de las políticas nacionales e incluso representaría un peligro para la seguridad nacional. A algunos de los mismos dirigentes que hoy denuncian los perjuicios del "multikulti" les gusta señalar además que los "valores europeos" (cristianos para unos y universales para otros) merecen ser defendidos. Tras la llegada a las costas italianas de los tunecinos que acaban de librarse de su tirano, han demostrado sentir un miedo atroz, al advertir la posibilidad de una oleada de inmigración que superaría la capacidad de acogida y de integración de Europa.
Más vale ser pragmático: nuestros dirigentes podrían inspirarse, por ejemplo, en un modelo de integración que funciona bastante bien en Estados Unidos, el de la "inmigración elegida", con cuotas por país y por oficio, con derechos y un trabajo al llegar. O bien, tal ycomo sugiere el economista italiano Tito Boeri, se podría asociar la concesión del derecho de asilo al permiso de trabajo, lo que permitiría a los inmigrantes acceder legalmente al principal atajo por el que se llega a la integración: el empleo. Independientemente de la solución elegida, se necesita una auténtica política de inmigración y de integración europea si queremos ser coherentes con los valores de acogida que la UE presume de defender.