Moscú, el 8 de agosto. Las componentes del grupo de punk Pussy Riot durante el juicio.

Pussy Riot o el regreso al futuro comunista

El juicio a las tres integrantes del grupo de punk feminista, condenadas el 17 de agosto a dos años de prisión en un campo de trabajo, recuerda al del grupo de rock checoslovaco Plastic People of the Universe en los años setenta. En ambos casos se observa la misma intolerancia hacia los “sembradores de disturbios” y hacia las críticas al régimen.

Publicado en 21 agosto 2012 a las 10:26
Moscú, el 8 de agosto. Las componentes del grupo de punk Pussy Riot durante el juicio.

La semana pasada, los testigos de la época comunista tuvieron la ocasión de realizar un viaje al pasado, más concretamente, a septiembre de 1976. En ese mes se juzgó a unos jóvenes con el pelo largo (cuatro en Praga y tres en Pilsen) por un comportamiento que se calificada en el argot judicial de la época como de “sembradores de disturbios”.

En la práctica, significaba que el “sembrador de disturbios” hacía cosas de lo más normales, pero que los comunistas asociaban a actos de desobediencia: llevar el pelo largo, tocar música, organizar con sus amigos eventos privados y evitar todos los rituales [comunistas], cuyo respecto era obligatorio y se consideraba en general como un signo de lealtad al régimen totalitario. En este país, el caso del grupo de rock Plastic People of the Universe (aunque sólo dos miembros del grupo formaban parte de las siete personas acusadas en 1976) es emblemático. Los “sembradores de disturbios” acabaron en la cárcel por haber querido organizar en sus casas o en bares una serie de conciertos privados.

El otoño de 1976 en Praga, que como todos sabemos constituyó un impulso decisivo en la creación de la Carta 77 [las reivindicaciones en materia de reformas liberales en Checoslovaquia], en muchos sentidos parece repetirse hoy en Moscú. Las jóvenes del grupo ruso de punk Pussy Riot fueron condenadas el 17 de agosto a dos años de prisión por “vandalismo” y “violación del orden público”. Fueron acusadas de haber cantado y haber dado saltos en la principal iglesia de Moscú, mientras rogaban a la Santa Virgen que “sacara a Putin” del poder. Evidentemente, entre los dos casos hay grandes diferencias.

Los Plastic People of the Universe y sus amigos jamás fueron culpables de ningún acto de provocación espectacular de carácter político, ni tenían la intención de expulsar a nadie del poder. Sus conciertos eran secretos. Y si había algo de espectacular en lo que hacían, era únicamente su indiferencia ante lo que sucedía en su país. Lo único que querían era vivir la vida a su manera.

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Pero eso no es lo más llamativo. La juez rusa, que hemos tenido la ocasión de conocer gracias a la retransmisión en directo en la televisión del juicio, utilizó un tono y una argumentación que recuerda al juicio de los “sembradores de disturbios” en la Checoslovaquia totalitaria. Aunque esta vez no había pelos largos, sino faldas descaradamente cortas.

La arbitrariedad de un soberano cruel

Detrás de este juicio político se esconde el régimen de Putin (y en opinión de los expertos en Rusia, el mismo Putin en persona), que quizás por primera vez, como nos muestra nuestro propio pasado, nos ofrece una escena que parece salida directamente de un decorado comunista. Con la detención y la condena de las jóvenes del grupo Pussy Riot se exhibe el verdadero carácter del régimen de Putin. Con esta banalidad de los actos delictivos, gracias al interés de los medios de comunicación, tenemos la prueba flagrante de la arbitrariedad de un soberano cruel impulsado por un espíritu de venganza, que produce una nueva versión más moderna del régimen al que sirvió cuando era un joven espía de los servicios secretos.

Los escépticos se preguntarán por qué, si nos encontramos ante un caso arbitrario tan evidente, las Pussy Riot reciben un apoyo tan impreciso por parte de los ciudadanos rusos en los movimientos de protesta y en los sondeos de opinión. Quién sabe... Pero la farsa interpretada por el régimen en el tribunal y retransmitida en directo en la televisión no significa que Putin esté seguro de contar con el apoyo de la opinión pública. En este caso, se trataba claramente de una demostración de fuerza deliberada, que no estaba dirigida a los espectadores del mundo, sino únicamente a los rusos. Desde que resultó electo, Putin se enfrenta a una oposición sin precedentes. Por ello tiene que intimidar a sus adversarios.

Lo que está claro, es que el gran interés de los medios de comunicación, los responsables políticos y los artistas famosos en este asunto se centra en otro aspecto distinto. Pero la presión política, tal y como comprobamos en la Checoslovaquia comunista, al menos puede impedir que estas mujeres sufran malos tratos o sean asesinadas en prisión. Habría que convertir la oleada de interés e indignación que rodea al juicio de las Pussy Riot y que ha producido un gran impacto en República Checa, en una presión política concreta, por no mencionar que es necesario tratar a Putin y a su régimen como enemigos confesos de unos valores que, desde hace 22 años, para nosotros son sagrados.

Reacciones

Lentamente se vence la indiferencia dentro del país

Mientras gran parte de la comunidad internacional - por no hablar de músicos como sir Paul McCartney y Madonna - ha reprobado la condena de dos años de cárcel dictada la semana pasada en Moscú para las Pussy Riot, los mismos rusos han tardado en empatizar con la difícil situación de la banda punk feminista, escribe The Independent. Sin embargo, añade el diario, esto está lentamente empezando a cambiar -

Aunque la actuación de febrero de las Pussy Riot en la catedral de Moscú de Cristo el Salvador despertó escasa simpatía entre la mayoría de los rusos, después de la agresiva persecución de las mujeres por parte de las autoridades, el trío fue poco a poco adoptado como una de las causas de las protestas de los líderes de la oposición contra el presidente Vladimir Putin. Sin embargo, la mayoría de las voces oficiales en Rusia guardaron silencio durante el proceso.

El exministro de finanzas y amigo de Putin, Alexei Kudrin, dijo que "se ha hecho un daño enorme a la imagen del país", mientras la periodista pro Kremlin Tina Kandelaki describe el manejo de este caso como un "suicidio de la información" desde el punto de vista de las relaciones públicas.

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