En 2009, Pina Bausch, la fundadora del legendario Tanztheater de Wuppertal, el icono de la danza contemporánea, falleció súbitamente. Por su parte, el director Peter Brook, de 86, acaba de dejar la dirección del teatro Bouffes du Nord, que él mismo había fundado. En cuanto a Peter Stein, el legendario director de la compañía berlinesa Schaubühne am Lehniner Platz, ahora mismo para él la dirección es más bien una afición. Y Robert Wilson realmente ya no marca el paso. Pero a la naturaleza no le gusta el vacío, y los recién llegados ocupan el lugar de los viejos maestros al compás de los cambios políticos y sociales que tienen lugar en el viejo continente.
La gimnasia lituana
El primer maestro que ha emergido de la nueva Europa es el lituano Eimuntas Nekrosius. Nacido en 1952 y formado en Moscú, ha sabido crear su propio estilo practicando una lectura en profundidad del texto y permaneciendo fiel al autor. En sus interpretaciones, las obras de Tchekhov, de Shakespeare o el Fausto de Goethe se han convertido en mitos contemporáneos. En 1994 recibió el prestigioso premio del Festival de las “Nuevas Realidades Teatrales” de Torun, que se concede a los creadores más interesantes del teatro europeo.
Unos años más tarde, el mundo descubrió a otro lituano de 17 años, Oskaras Korsunovas, también galardonado en 2001 con el premio del Festival de las “Nuevas Realidades Teatrales”. Trajo a las salas europeas el teatro ruso del absurdo e integró las cuestiones del absurdo de la existencia humana y el papel del azar en la vida. También introdujo en el repertorio del teatro lituano una nueva dramaturgia europea, un cierto sentido de la brusquedad.
La línea del teatro creado en Vilna por Oskaras Korsunovas consiste en: “Representar a los autores clásicos en una dramaturgia contemporánea y a los autores contemporáneos en una dramaturgia clásica”. La fórmula ha cosechado éxitos en los escenarios de la vieja Europa, incluida la Comédie-Française.
Compromiso alemán
Desde la caída del Muro de Berlín surgió una nueva generación de directores alemanes. Entre ellos, dos directores de los mayores escenarios berlineses, Frank Castorf (1951) en el Volksbühne y Thomas Ostermeier (1968) en el Schaubühne, que han marcado las pautas de la vida teatral de toda Europa durante las tres últimas décadas.
Han revitalizado el teatro desmontando las obras clásicas, criticando el consumismo y el capitalismo, flagelando al auditorio psicológicamente y, en ocasiones, hasta físicamente. Han abucheado la dictadura de la audiencia, denunciado la hipocresía y el falso pudor. “Los mejores espectáculos de Frank Castorf son agotadores, largos, complicados, ruidosos, están impregnados de exaltación y, a menudo, son ilógicos. Carecen de una narración lineal y de una conclusión interpretativa”, destacan con alegría los críticos.
Romper las reglas es el lema del teatro de Castorf. Por el contrario, Ostermeier apuesta por las obras de dramaturgos contemporáneos ingleses y alemanes que describen mecanismos sociales violentos. Son historias de perdedores, de marginados, de excluidos. En la puesta en escena de las obras clásicas, crea los espacios típicos de la nueva burguesía y los asocia a referencias comunes sacadas de series, de películas o de canciones.
En Polonia, los artistas que dominan nuestro teatro y que también hacen carrera en el extranjero se llaman Krzysztof Warlikowski (1962) o Grzegorz Jarzyna (1968), seguidos de otros más jóvenes como Jan Klata, Maja Kleczowska o el dúo Strzepka-Demirski.
La danza de Flandes
El teatro europeo se ha visto estimulado por una pequeña región del norte de Europa y de Bélgica: Flandes. Los artistas originarios de Gante, Amberes o de Bruselas han creado su propio lenguaje teatral. Su fuerza es su formación y su experiencia en otro ámbito del arte: la danza, la performance, las artes visuales o la arquitectura, que trasladan al escenario.
Han inyectado un poco de aire fresco al teatro alemán comprometido socialmente, así como ligereza, lirismo (aunque a menudo también un poco de violencia) y una forma muy personal de contar historias. Needcompanyde Jan Lauwers es un grupo de performers, bailarines, cantantes y actores. Jan Fabre utiliza los mismos procesos (la interpretación, el drama, la danza), pero con un tono más sombrío y más violento y no duda en recurrir al cuerpo y a los fluidos corporales. Son historias universales que atestiguan el estado de la civilización europea.
Y también están Luc Perceval, afincado en Alemania y en la actualidad director del teatro de Hamburgo, el Thalia Theater, y Christoph Marthaler, el suizo, músico de formación, cuyo teatro oscila entre el concierto y la performance. Muy sensible al clima social, se sitúa entre los teatros flamenco y alemán.
Muy próximo al arte visual y al arte de la performance de Jan Fabre, el italiano Romeo Castelucci es uno de los mayores visionarios del teatro europeo de hoy en día. Se presenta con la compañía familiar Societas Raffaello Sanzio. Su tríptico inspirado en la Divina comedia de Dante, el “Infierno”, el “Purgatorio” y el “Paraíso” ha tenido un gran éxito internacional. Fue el artista invitado al Festival de Aviñón en el año 2008.
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