Kunduz (Afganistán) : los dos camiones-cisterna bombardeados por la OTAN el 4 de septiembre de 2009 (AFP).

Un grave error divide a los europeos

Tras el bombardeo de dos camiones cisterna en el norte de Afganistán bajo el mando de la OTAN solicitado por la Bundeswehr en el que murieron cerca de cien personas, el ejército alemán se ha convertido en el blanco de las críticas de sus aliados europeos. El Süddeutsche Zeitung afirma que se trata de unos reproches prematuros y peligrosos y celebra que por fin entre a debate la guerra en la campaña electoral.

Publicado en 7 septiembre 2009 a las 15:57
Kunduz (Afganistán) : los dos camiones-cisterna bombardeados por la OTAN el 4 de septiembre de 2009 (AFP).

Cada guerra produce una imagen que refleja el drama del conflicto y supone una ruptura. En la guerra de Kosovo, fue el bombardeo de la embajada china en Belgrado. En Afganistán, son los ataques aéreos que tienen como objetivo a los talibanes pero que también causan la muerte de civiles. Allí las tropas internacionales han acumulado malas experiencias en número suficiente, pero aún así ha sido preciso esperar varios años para que se formulara una nueva doctrina en materia de incursiones aéreas. En ella se establece que no podrá tener lugar ataque aéreo alguno en caso de duda y que lo prioritario es proteger a los civiles. El motivo por el que el comandante alemán ordenó no obstante el bombardeo de aquellos dos camiones cisterna seguirá siendo un misterio hasta que contemos con más información. Hasta entonces, tendremos que creernos la versión del ejército federal, según la cual los talibanes habían robado los camiones para utilizarlos como bombas, así como la afirmación de que estaban empantanados en un vado y que había civiles intentando extraer el combustible de los depósitos.

Poca solidaridad entre los socios europeos

La OTAN y la ONU han introducido una práctica que consiste en confiar a una comisión independiente la investigación de este tipo de bombardeos. Los resultados pasan a ser oficiales, ya que sólo así puede mantenerse la confianza. La rapidez con la que la comisión ha emitido su dictamen resulta sorprendente, tanto más cuanto que numerosas personalidades del mundo político y militar, entre otros el mando supremo de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (FIAS) y un gran número de ministros europeos de Asuntos Exteriores, han expresado violentas críticas contra el ejército federal. Es algo excepcional que revela una falta de solidaridad, pero además resulta peligroso: ¿para qué llevar a cabo una investigación si los aliados ponen en duda de cualquier manera la credibilidad del ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung? Son muchas las razones de la discordia: el mando supremo de la FIAS, el general estadounidense Stanley A. McChrystal, debe temer por su credibilidad, semanas después de haber cambiado de estrategia. Entre los aliados reina una honda amargura por lo que respecta a la política alemana: Berlín ha aportado el tercer contingente más importante [más de 3.600 soldados], pero, aparte de eso, se distingue esencialmente por dar buenos consejos y por no emprender iniciativas. Ahora a Alemania, país aficionado a dar lecciones y a criticar el desorden de las tropas y de los medios enviados al sur de Afganistán, le toca responder por una incursión aérea que parece distinguirse ya por el número récord de víctimas.

La guerra entra de lleno en la campaña electoral

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La Gran Coalición del gobierno alemán hubiera querido mantener la intervención militar al margen de la campaña electoral, del mismo modo que la misión en Afganistán no ha sido sometida a ningún debate público importante desde hace años. Durante mucho tiempo se vio en la presencia de tropas en el norte de Afganistán un símbolo de la "buena intervención para la reconstrucción", mientras que, en el sur del país, los vaqueros americanos eran los que hacían la guerra de verdad con métodos dudosos. Este modelo se vino abajo la primavera pasada, cuando el ejército federal retomó los combates y tuvo que lamentar la muerte de varios de sus miembros. Las reglas cambiaron de repente y el tono se volvió más duro. Todos los actores entendieron que había que disipar la ilusión alemana y que tenían que acostumbrar a la opinión pública a la dura realidad que hace estragos en Afganistán. Pero, por favor, nada de hablar del tema antes de las elecciones legislativas de septiembre, ya que la mayoría de los alemanes están en contra de la intervención.

Resulta irónico que la cuestión no la hayan introducido en la campaña electoral los talibanes, sino la orden de un comandante alemán. Ahora resulta inevitable el debate y se perfilan en el horizonte dos decisiones de importancia que van a negociarse tras la campaña: en primer lugar, la comunidad internacional va a enviar más soldados a Afganistán y sobre todo más civiles para colaborar con la reconstrucción: asesores en materia agrícola, formadores de la policía, expertos en gestión, médicos... ¿Podrá participar el próximo gobierno? En segundo lugar, la comunidad internacional va a tener que darle un ultimátum al gobierno afgano. El presidente Karzai debe decidir de qué lado está y si de verdad piensa reconstruir el país. ¿Ejercerá el próximo gobierno alemán esa presión sobre Karzai? ¿Dará ese ultimátum?

OTAN

Es hora de disolver la Alianza

"La guerra en Afganistán está por primera vez en crisis y en el limbo", escribe Mary Dejevsky en The Independent. Tras el debate sobre los motivos de la guerra se esconde la discusión sobre el futuro de la OTAN. Si la OTAN no ha ganado la partida en en Afganistán, argumenta Dejevsky, "¿qué sentido tiene que continúe la Alianza?". Ésta, prosigue, ha agotado su utilidad, y debió haber cantado victoria y disolverse al finalizar la Guerra Fría. Esta desaparición habría enviado un mensaje a Moscú que hubiera lavado la imagen de la OTAN como "dirigida exclusivamente contra Rusia". Hasta un "cambio de nombre y una aclaración de su verdadera misión podían haber sido un primer paso para la Alianza, tal vez, transformándose en el núcleo de una fuerza regional militar para la ONU". Incapaz de encontrar un nuevo propósito, la Alianza parece cada vez más inestable en Afganistán.

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