Es un “mal comienzo para la era Juncker”, escribe Gazeta Wyborcza, cuando el durante mucho tiempo primer ministro luxemburgués y ministro de Finanzas, Jean-Claude Juncker, se enfrenta a las duras críticas tras la publicación, el 6 de noviembre, de los “Luxleaks” investigación periodística sobre las facilidades impositivas de Luxemburgo.
Según el columnista Tomasz Bielecki, el nuevo presidente de la Comisión Europea
se enfrenta ahora a dos problemas considerables. El primero es aclarar las dudas sobre un conflicto de intereses. La investigación sobre la “optimización fiscal” será guiada por la comisaria de Competencia de la UE Margrette Vestager, de Dinamarca, pero serán los 28 miembros de la Comisión los que tomarán una decisión sobre toda multa o incluso la devolución de impuestos pagados ilegalmente por algunas empresas. [...]¿no teme [Juncker] ser juez y parte? [...]
El segundo problema de Juncker es más difícil de resolver. El luxemburgués es responsable del “gobierno” de la UE que ha defendido la austeridad, o la estricta disciplina presupuestaria, como receta contra la crisis. Cuando los ciudadanos normales y las pequeñas y medianas empresas se deben adaptar a la carga de las restricciones, las multinacionales y Luxemburgo juggle con la regulación fiscal. [...] Esto será difícil de tragar para los europeos, después de que Juncker haya prometido de que la UE estará más cercana a la gente.
Rzeczpospolita dice que durante su primera conferencia de prensa, Juncker “prometió a los periodistas hablar con ellos no solo para grab sobre algún éxito, sino también para defenderse contra cualquier acusación”. En todo caso, estas promesas
no pasan la prueba de la primera crisis. Ni se reunió con los periodistas en su conferencia de prensa diaria ayer, y canceló su participación en otro evento público planeado para el jueves.