¡Ya basta de Estado-nación!

El que abogue por "más Europa", se gana la ira de los profesionales de la pureza democrática, que anteponen el modelo ideal del Estado-nación. ¿Pero realmente queremos vivir en una super-Austria?

Publicado en 25 octubre 2012 a las 11:41

Ahora que hemos ganado el premio Nobel de la Paz y pasados los primeros discursos de autoglorificación, nuestros expertos más realistas han empezado a poner pegas: todo esto está muy bien, pero la política, la de verdad, no funciona así. "La paz tiene un precio", recordó Paul Kirchhof, especialista en derecho constitucional. Es decir, que los que pagamos somos nosotros.

Cuando [el sociólogo alemán] Ulrich Beck profetizó en el semanario Der Spiegel que Alemania en breve tendría "que elegir entre Europa y no Europa", una predicción que suscribirían hoy el 70% de los responsables políticos europeos, le replicaron que era una exageración.

Y cuando Robert Menasse, el rebelde austriaco, exigió en su última diatriba [El mensajero europeo (no traducido en español), en referencia al panfleto revolucionario de Georg Büchner de 1834, El mensajero rural de Hessen] la supresión del Consejo Europeo, al que tacha de guarida de los espíritus nacionales, una petición que seguro que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, incluye en sus oraciones cada noche, el semanario Die Zeit mostró su indignación en plena página y expuso que los "ideólogos" de su calaña son peores que todos los populistas eurófobos de Roma o de La Haya juntos.

Un ideal democrático absoluto

¿Pero por qué? ¿Por qué el "super-europeo" Daniel Cohn-Bendit es más peligroso que el "super-rubio" y eurófobo Geert Wilders? ¿Por qué cada opinión que invita a no perder de vista la finalidad de Europa se rechaza y se tacha, en el mejor de los casos, de ingenuidad? ¿Por qué se tiene que condenar a Bruselas a seguir siendo por los siglos de los siglos una "hidra burocrática"? ¿Por qué, el colmo de la singularidad, hay que oponer precisamente el Estado-nación europeo, erigido como ideal democrático absoluto?

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Es imposible que todos queramos vivir en una "super-Austria" donde la expresión "política del consenso" significa en general que todo va mejor cuando una mano lava complacientemente a la otra. O en Italia, un país al que han salvado del abismo con la dimisión del conjunto de la camarilla política, que ha sido sustituida por un dictador con un contrato de duración determinada, calificado de "tecnócrata" para que la maniobra no dé una imagen tan vergonzosa.

En lo que respecta al modelo alemán, que tanto a los responsables políticos como a los medios de comunicación les encantaría exportar hasta los confines más recónditos de Europa, presenta muchos fallos, no sólo por todos los bloqueos políticos como consecuencia de la partitocracia o de un federalismo aferrado a sus derechos adquiridos, sino también porque nosotros mismos somos incapaces de controlar nuestra deuda, algo que sin embargo exigimos alto y claro a los demás. Helmut Kohl, el reunificador de Alemania, fue el que advirtió sobre la Europa alemana.

Los presuntos méritos del Estado-nación

Tendemos a juzgar los numerosos errores y carencias de Europa basándonos en los presuntos méritos del Estado-nación, que tanto trabajo costaría adaptar a las condiciones supranacionales derivadas de la globalización.

¿Por qué nos avergüenza Europa? Hubo un tiempo en el que la Embajada de Alemania en Londres izaba con orgullo la bandera europea todas las mañanas porque sus funcionarios sabían que eso hacía rabiar a Margaret Thatcher en las oficinas de enfrente. Por aquel entonces, el modelo europeo era objeto de admiración, porque había permitido anexionar a países pobres como Irlanda y Portugal.

¿Y esta Europa se ha convertido de la noche a la mañana en un continente de holgazanes? Europa ya funcionaba a veces antes incluso de que existiera la UE: en 1953, las partes firmantes del Acuerdo de Londres dictaron a la República Federal una serie de obligaciones financieras abrumadoras [reparaciones destinadas a pagar los daños causados durante la Segunda Guerra Mundial que debían pagarse en caso de la reunificación de Alemania] y la misma Grecia votó a favor de una condonación de la deuda.

Es cierto, Europa está en crisis. Pero hay una cosa muy clara: la vuelta al Estado-nación no es la solución para salir de ella.

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