El plan de competitividad propuesto en el último Consejo Europeoa cambio de la ampliación y flexibilización del fondo de rescate de la zona euro "ha abierto la caja de los truenos", afirma Joaquín Estefaníaen un artículo en El País. Sin embargo, "no hay una única vía para llegar al gobierno económico de la UE" y la aprobación de un plan de competitividad - que defiende entre otras cosas la vinculación de los salarios a la productividad, la limitación del déficit y la deuda por ley y la armonización de la edad de jubilación - sólo implicaría una mayor rigidez de la Unión, "frente al pragmatismo americano". Ante un acuerdo de esta índole, el analista económico se plantea "¿para que servirán, a partir de ahora, los pactos sociales, tan familiares en la cultura europea?" y considera que "entre las huellas que deja la Gran Recesión está una interpretación cada vez más restringida del modelo social europeo" mientras se olvida "quiénes fueron sus principales responsables, qué ideas la propiciaron y quiénes se han beneficiado más de los desequilibrios que ahora se intentan paliar".
Visto desde Budapest
La iniciativa franco-alemana no le sienta bien a Orbán
"Largo almuerzo e indigestión": según informa Népszabadság en portada, Viktor Orbán no salió satisfecho del almuerzo de trabajo que mantuvieron los jefes de Estado y de Gobierno europeos el pasado 4 de febrero. El motivo es que el proyecto de pacto de competitividad presentado por Francia y Alemania le hace sombra al programa que el primer ministro de Hungría pretendía que los Veintisiete adoptaran durante la presidencia húngara de la UE, que finaliza el 30 de junio. El diario explica que las seis medidas que Orbán debe proponer en breve, entre ellas la armonización de las políticas económicas de los Estados miembros y de la evaluación de los resultados obtenidos, serán difíciles de conciliar con el pacto franco-alemán para los diecisiete países de la zona euro. Según Népszabadság, Viktor Orbán comprende la necesidad de defender el euro, pero lamenta que la cuestión no reactive el debate sobre “la Europa del núcleo duro” y “la Europa de la periferia”.