“Un día triste para Malta”, así reacciona Times of Malta frente a la dimisión del comisario europeo maltés, John Dalli, responsable de la cartera de Sanidad y Política de Consumidores.
La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (Olaf) sospecha que ha cometido tráfico de influencias. El productor de tabaco sueco Swedish Match recurrió en mayo de 2002 al organismo y presentó una queja después de que Silvio Zammit, un hombre de negocios maltés, se pusiera en contacto con la empresa. Zammit habría mencionado su cercanía con Dalli para proponer su mediación ante el comisario europeo, ya que en aquel momento trabajaba sobre un endurecimiento de la ley del tabaco, eso sí, a cambio de un desembolso económico. Aunque la investigación no concluye que hubo una “participación directa” de Dalli, sí considera al menos que estaba “informado” de los trámites del agente maltés.
Aunque John Dalli ha negado todas las acusaciones en bloque, el diario maltés considera en su editorial, no obstante,l que las alegaciones son “lo suficientemente serias como para haber motivado su salida”, y recuerda que
no es la primera vez, en su larga carrera, que Dalli navega por aguas revueltas. Poco después de haber sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores, en 2004, Dalli se vio obligado a presentar su dimisión por acusaciones relacionadas con su conducta [y que han resultado ser falsas].
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El diario económico francés Les Echos se interesa por la reacción de Bruselas:
La Comisión Europea parece querer deshacerse del problema lo más rápido posible [...] En Bruselas, el comisario Dalli no gozaba de popularidad. Se ocupaba de asuntos tan importantes como la autorización de medicamentos o la protección de los consumidores y se le reprocha su timidez ante los conflictos de intereses en las agencias [...], además, su gestión de la crisis del E-Colli el año pasado apenas se valoró [...]. Para Bruselas, este caso llega en el peor momento, puesto que ya se ha convertido en motivo de alegría para los euroescépticos.
El diario recuerda también que tras la Comisión presidida por Jacques Santer, que se vio obligado a dimitir en 1999 por mala gestión, “ningún comisario ha tenido que dimitir”.