«Vecino, el cañón de su tanque está en mi territorio»

«No me dejaré intimidar, ¡belicista!»       

El espectro de un conflicto entre Moscú y Kiev, intensificado desde hace algunas semanas por los movimientos de las tropas rusas a tan solo algunos kilómetros de la frontera oriental de Ucrania, ha vuelto a hacerse presente estos últimos días tras la revelación, por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos, de la presencia de 90 000 soldados rusos cerca de las regiones ucranianas de Lugansk y de Donetsk, controladas por los separatistas prorrusos.

El Kremlin niega estas acusaciones, alegando que la expansión hacia el este de la OTAN -a la cual Ucrania pretende adherirse- constituye una «amenaza fundamental para la seguridad» de Rusia, tal como lo afirmó, el 2 de diciembre, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergueï Lavrov.

Durante una entrevista con su homólogo ruso, el 7 de diciembre, el presidente norteaméricano Joe Biden evocó las «duras medidas, no solo económicas» que impondría en caso de invasión. Vladimir Putin, por su parte, exigió «garantías jurídicas» que excluyan la posibilidad de una expansión hacia el este de la OTAN.



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