Análisis Voices of Europe 2024 | Francia

Una campaña a la sombra de la extrema derecha

Muy por delante en las encuestas, la Agrupación Nacional (AN) de Marine le Pen está catalizando la campaña europea, aprovechándose tanto de la impopularidad de Emmanuel Macron como de un clima social tenso. Los demás partidos, empezando por el del Jefe del Estado, luchan por encontrar un punto desde el que combatir a la extrema derecha, a tres años de las próximas elecciones presidenciales.

Publicado en 2 abril 2024 a las 09:08

La Agrupación Nacional, un partido fuera del “arco republicano”. Así lo ha juzgado el presidente francés Emmanuel Macron; el caballo de Troya de los intereses rusos en Francia, ha advertido el primer ministro Gabriel Attal; la promesa en materia económica de un “nuevo marxismo”, se ha atrevido a afirmar el ministro de Economía Bruno Le Maire.

A tres meses de las elecciones europeas, el bando presidencial redobla el ataque contra el partido de extrema derecha. A este último, su principal competidor electoral desde 2017, se le ha dado sistemáticamente como favorito en las encuestas de opinión, con un gran avance sobre la lista macronista Renacimiento.

En 2019, los dos bloques terminaron empatados, con el mismo número de diputados electos en el Parlamento Europeo. Cinco años después, la historia de una victoria ineluctable del partido de Marine Le Pen está tan arraigada en la mente de la gente que, para muchos observadores, la cuestión principal es la medida exacta de su avance respecto a los otros partidos. El pronóstico se basa en la impopularidad de Emmanuel Macron, el exitoso debut del nuevo presidente de la AN Jordan Bardella que también encabeza la lista del partido, las divisiones de la izquierda y un clima social difícil marcado especialmente por la caída del poder adquisitivo. 

Finalista en las últimas elecciones presidenciales, mejor representada que nunca en la Asamblea nacional (AN), con cerca de 90 diputados de los 577 que la componen, la AN es la principal beneficiaria de las dificultades actuales. Ni las acusaciones de amateurismo, ni los reveses legales de varias de sus figuras, ni su mediocre historial europeo, ni siquiera su prolongado aprecio al régimen de Vladímir Putin parecen haber influido de algún modo en la opinión pública. Por su parte, su principal estrategia es banalizar al máximo su imagen, evitando correr riesgos, manteniendo un perfil bajo y aprovechándose pasivamente de los errores de sus competidores.

El bando presidencial parece haber adoptado esta normalización. Salvo raras excepciones, ha renunciado a juzgar moralmente a la AN, presentándola como partidaria del racismo y al antisemitismo de su primer presidente, Jean-Marie Le Pen. Prefiere poner en guardia contra un programa económico asimilado al de la "extrema izquierda" y contra la idea de un inevitable "Frexit" en caso de victoria de la AN, aunque esta última ha renunciado oficialmente a defender una salida de la Unión Europea. Nombrado primer ministro en enero, con sólo 34 años, Gabriel Attal, más popular e impactante que el jefe del Estado, se le ha considerado un arma anti-Bardella (el presidente y candidato de la AN que sólo tiene 28 años). Pero entre la gestión de un violento movimiento social de agricultores y el anuncio de severos recortes presupuestarios para reducir el déficit, todavía no ha abierto realmente hostilidades contra el partido de extrema derecha.

Por ahora, sigue siendo el jefe de Estado quien se hace cargo de los principales movimientos, aprovechando el contexto internacional. Él, que ha hecho de la “soberanía” francesa y europea la nueva consigna de su presidencia, ha endurecido recientemente su tono hacia Moscú. Postura diplomática, pero también de uso interno, pues permite a su bando subrayar repetidamente los vínculos de Marine Le Pen con los círculos afines a Putin.

En los otros bandos la situación no es más halagüeña. Recortado por un lado por el macronismo y por el otro por la extrema derecha, Los Republicanos, un movimiento histórico de derechas, está en su punto más bajo. Convertido en un partido de segunda categoría, busca la salvación en una línea identitaria y en un antimacronismo desmesurado.

A la izquierda el panorama es confuso. Aliados en las últimas elecciones legislativas, el Partido Socialista, el Partido Comunista, los ecologistas y La Francia Insumisa (LFI) se presentan por separado a estas elecciones europeas. Los tres primeros quieren cuestionar el liderazgo de la LFI y de su líder Jean-Luc Mélenchon, tercero en las últimas elecciones presidenciales, pero al que condenan su actitud autoritaria, su estilo populista y ciertos puntos de su discurso. Incluso si los resultados acumulados de los partidos de izquierdas pudieran competir con los de la AN y los macronistas, no hay indicios de que volvieran a formar nuevamente un bloque de aquí a las elecciones presidenciales de 2027.

Este último es el verdadero trasfondo de las elecciones de junio. Después de esto, y de los Juegos Olímpicos de París de este verano, los aspirantes a suceder a Emmanuel Macron podrían dar rienda suelta a sus ambiciones, mientras que el Jefe del Estado, lastrado por el límite de dos mandatos sucesivos, ya no podrá volver a presentarse. Para Marine Le Pen, probable candidata de la AN, este será el cuarto intento, tras haber obtenido el 41,5% de los votos en el anterior. Nadie hasta la fecha se ha presentado tan favorablemente. Pero también habrá que tener en cuenta la proverbial capacidad de la candidata para echar a perder las circunstancias más favorables, por culpa de un programa arriesgado o de unos debates fallidos.

Este artículo forma parte del proyecto colaborativo Voices of Europe, en el que intervienen 27 medios de comunicación digitales de toda la UE coordinados por Voxeurop.

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