Las próximas elecciones son grotescas, incluso para los estándares autoritarios del régimen de Alexandr Lukashenko. Por primera vez en la historia de Bielorrusia, no hay ningún indicio de competencia. No hay candidatos alternos, solo leales al régimen o candidatos sin posibilidades que declaran abiertamente su apoyo a Lukashenko.
En elecciones anteriores, solo se permitió presentarse a un número limitado de figuras de la oposición, manteniendo de este modo la ilusión de variedad. Pero el trauma de las protestas de 2020 parece haber convencido a Lukashenko de prescindir incluso de estos gestos superficiales. Todos los aspectos de estas elecciones estarán estrechamente controlados.
Los miembros de la comisión electoral, procedentes en su mayoría de organizaciones progubernamentales como la asociación pública Belaya Rus, son un ejemplo del férreo control del régimen. Sus identidades permanecen en el anonimato, y las fuerzas de seguridad han realizado simulacros para prevenir supuestos “ataques” cerca de los colegios electorales.
In the run-up to the elections, security forces are holding preventive interviews with former prisoners and activists. Although I cannot reveal the names of those I have spoken to as they are still in Belarus, they have reported that security forces are closely monitoring and intimidating people in the run-up to the elections. Human rights defenders confirm that this intimidation is widespread.
En vísperas de las elecciones, las fuerzas de seguridad están realizando entrevistas preventivas con antiguos presos y activistas. Aunque no puedo revelar los nombres de las personas con las que he hablado, ya que aún se encuentran en Bielorrusia, me han informado de que las fuerzas de seguridad están vigilando de cerca e intimidando a la gente en el período previo a las elecciones. Los defensores de los derechos humanos confirman que esta intimidación es generalizada.
La estrategia de Lukashenko siempre se ha basado en el miedo, pero la creciente represión subraya la dependencia del régimen de la fuerza más que del apoyo popular. La única intriga de estas falsas elecciones es cuántos votos podrá reclamar para sí.
Una nación transformada
La Bielorrusia actual dista mucho de la que presencié durante las históricas protestas de 2020, cuando unas elecciones presidenciales amañadas desencadenaron meses de manifestaciones sin precedentes. Cientos de miles de personas salían a la calle cada semana, desafiando una brutal represión. Un gran número de manifestantes fueron tiroteados, torturados y encarcelados.
A medida que nos acercamos a las primeras elecciones presidenciales desde las protestas masivas, el ambiente es sombrío. El miedo ha sustituido a la esperanza. La represión se ha intensificado, aunque las liberaciones ocasionales de presos políticos parecen ser un intento del régimen de manejar las percepciones. Solo en 2024, el grupo de derechos humanos Viasna documentó casi 9000 casos de represión, incluidas más de 1700 acusaciones de delitos políticos. La mayoría de ellos se saldaron con penas de prisión.
Yo también estoy en el exilio, sin poder volver a casa. La represión no ha cesado, sino que se ha intensificado, como sé por experiencia propia. El verano pasado, el tribunal de Minsk me condenó a mí y a otros 19 analistas, periodistas e investigadores en ausencia a 10 y 11 años de prisión. Nos enteramos de la sentencia a través de informes del régimen, pero no se nos permitió asistir a la vista por videoconferencia. El tribunal se negó a hacer público cualquier documento. Aunque el régimen nos asignó abogados, estos nunca se pusieron en contacto con nosotros por temor a ser perseguidos. Al igual que el proceso electoral, los tribunales se han convertido en una fachada.
La Bielorrusia actual dista mucho de la que presencié durante las históricas protestas de 2020, cuando unas elecciones presidenciales amañadas desencadenaron meses de manifestaciones sin precedentes
Por si fuera poco, el régimen también me ha etiquetado de “terrorista” y “extremista”. Mi cuenta de X (antes Twitter) ha sido tildada de extremista y ahora estoy en la lista de personas buscadas en Bielorrusia, Rusia y todos los países de la CEI.
Para mí y para los cientos de miles de bielorrusos que han abandonado el país, no será posible votar en embajadas y consulados en el extranjero. Según Ihar Karpenka, jefe de la Comisión Electoral Central, esto se debe a la falta de seguridad, la reducción del personal diplomático y la baja participación electoral en el extranjero. En su lugar, se insta a los bielorrusos en el extranjero a que regresen a Bielorrusia para votar.
Sin embargo, regresar al país podría dar lugar a detenciones. El 12 de enero, las fuerzas de seguridad detuvieron a una mujer embarazada de 31 años que acababa de regresar de Lituania. ¿Cuál fue su presunto delito? Publicar “comentarios ofensivos” sobre el Ministerio del Interior hace cinco años.
Este clima de miedo hace que el activismo popular —sin mencionar las protestas— sea casi imposible. El control estatal se ha vuelto más asfixiante desde la revuelta de 2020. En Bielorrusia sigue habiendo detenciones a diario.
En realidad, la participación de los bielorrusos de la diáspora en las votaciones podría ser un factor importante de desestabilización, como se observó cuando los moldavos residentes en el extranjero votaron en cifras récord en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y aseguraron la victoria de la presidenta prooccidental Maia Sandu.
¿Para qué organizar elecciones?
Para Alexandr Lukashenko, las elecciones siguen siendo un ritual que no está dispuesto a abandonar del todo, al menos no por ahora. En el verano de 2022, se arrepintió abiertamente de no haber cancelado las elecciones presidenciales directas en Bielorrusia, sugiriendo que en su lugar se siguiera el modelo del sistema político chino.
A nivel interno, las elecciones sirven para proyectar estabilidad dentro de su régimen. Así como otras autocracias vecinas, como Rusia, siguen celebrando elecciones, a Lukashenko le motiva mantener la apariencia de apoyo popular en Bielorrusia.
Lukashenko quiere mantener la ilusión de legitimidad de manera intencionada. Espera que estas elecciones controladas, sin protestas ni disturbios, le ayuden a afirmar que Bielorrusia está dando un giro político, reducir su aislamiento y minimizar las críticas mundiales.
La reciente liberación de 227 presos políticos realizada por Lukashenko desde el verano de 2024 puede parecer un ablandamiento, pero estos presos han sido utilizados durante mucho tiempo como moneda de cambio, y este patrón continúa.
El régimen plantea su liberación como condición para el levantamiento de las sanciones y pretende mejorar su imagen internacional, sobre todo con las elecciones en el horizonte. Sin embargo, muchos de los presos ya estaban llegando al final de sus condenas y su libertad está condicionada, con vigilancia permanente o presión para que cooperen. Figuras destacadas como el premio Nobel Ales Bialiatski y la activista Maria Kalesnikava siguen en prisión, y su puesta en libertad depende de “ofertas significativas” de Occidente, como el alivio de las sanciones o el reconocimiento internacional.
Esperar que un verdadero activista se presente o desafíe a Lukashenko ya no es una posibilidad realista
Los intentos de Lukashenko de entablar relaciones con Occidente pueden parecer poco sinceros, pero son estratégicos. Parece anticipar que los cambios geopolíticos, como una posible desescalada en Ucrania o cambios en las relaciones ruso-estadounidenses, podrían brindar a Bielorrusia la oportunidad de presentarse como un actor estabilizador o promotor de la paz.
A pesar de su dependencia de Moscú, Lukashenko sigue buscando una mayor autonomía. Así lo demuestran gestos recientes como la liberación de algunos presos políticos y sus llamamientos a la paz en Ucrania. Su incomodidad con la dependencia total de Vladímir Putin se debe tanto a sus ambiciones como a los riesgos económicos asociados a una esperada ralentización de la economía rusa que afectaría directamente a Bielorrusia.
Mientras tanto, Putin está aumentando la dependencia de Bielorrusia al ofrecerle emplazar allí el sistema de misiles Oreshnik y armas nucleares rusas. Esto encaja en la narrativa de Lukashenko de “cubrir las espaldas de Rusia”, pero no significa que Bielorrusia vaya a unirse directamente a la guerra. El hecho de albergar estos misiles, al igual que la medida anterior de desplegar armas nucleares, profundiza los lazos militares y políticos de Bielorrusia con Rusia, aumentando aún más su importancia estratégica para Moscú.
La estrategia de las fuerzas democráticas
Las fuerzas democráticas en el exilio se están concentrando en rechazar los intentos ilegítimos del régimen de mantener el poder. El primer paso es negarse a reconocer las próximas elecciones, calificándolas de fraudulentas y de medio para que el régimen legitime su dictadura.
Para los que aún quieran actuar, especialmente los que se verán obligados a acudir a los colegios electorales, se anima a los ciudadanos a marcar “contra todos” en sus papeletas. Sin embargo, será difícil demostrar cuántas personas habrán votado “contra todos”, ya que está prohibido fotografiar las papeletas y los votos no se cuentan con precisión.
Dada la difícil situación, esta puede ser la única opción para quienes quieran actuar. En las elecciones parlamentarias del año pasado, Dzmitry Kuchuk, líder del ahora disuelto Partido Verde, intentó presentarse, pero fue detenido y condenado a seis años de cárcel. Esperar que un verdadero activista se presente o desafíe a Lukashenko ya no es una posibilidad realista.
Países como Polonia y Lituania ya han declarado públicamente que no reconocerán las elecciones porque no cumplen las condiciones para ser justas. La OSCE también ha expresado su preocupación por el hecho de que Bielorrusia se haya negado a permitirle observar las elecciones, lo que pone de manifiesto el incumplimiento de las normas internacionales por parte del régimen.
Liberar a los presos políticos en Bielorrusia, movilizar a la población en el extranjero y mantener los vínculos con quienes están dentro siguen siendo retos importantes para las fuerzas democráticas en el exilio. Las protestas de 2022 contra la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia se saldaron con miles de detenciones.
Dada mi condición de “terrorista”, es prácticamente imposible que la gente de dentro se comunique abiertamente conmigo. Sin embargo, oigo hablar de pequeñas iniciativas destinadas a preservar la cultura, la historia y la lengua bielorrusas. Puede que no parezcan una gran resistencia, pero refuerzan la identidad nacional, que es una fuerte defensa contra la propaganda rusa. Estos esfuerzos también proporcionan una de las pocas oportunidades para que la gente se conecte y genere confianza, ya que el régimen intenta proyectar una imagen de control y apoyo generalizado.
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