Análisis Protestas democráticas en Bielorrusia

El resurgimiento de una nación europea

Los acontecimientos sucedidos en Bielorrusia en las últimas semanas han sido una sorpresa agridulce para muchos observadores. Una nación aletargada se ha despertado y está proclamando en masa su rechazo al «último dictador de Europa» mediante manifestaciones pacíficas.

Publicado en 2 septiembre 2020 a las 15:42

Sin embargo, el régimen ha mostrado su peor cara causando una yuxtaposición con las torturas documentadas y ampliamente condenadas en las cárceles sirias. ¿Qué respuesta debería dar el resto de Europa? El plan debe tener en cuenta los pormenores de la situación bielorrusa y, al mismo tiempo, debe desarrollarse e implementarse rápidamente. El cambio decisivo podría llegar en una o dos semanas, y los efectos de su puesta en marcha podrían tener repercusiones para Bielorrusia y toda la región durante muchos años.

Las medidas que Lukashenko y su gobierno han adoptado no son una novedad. Los presuntos asesinatos de opositores políticos al inicio de su mandato, los referéndums amañados para prolongar su mandato y los métodos criminales para ejercer un control social, como las crueles condenas a muerte no eran un secreto. Sin embargo, Occidente hizo la vista gorda porque no contaba con un socio definido en el lado bielorruso: la propia sociedad estaba aletargada.

Parecía que la ideología oficial, que mantiene todas las mentiras de la URSS y de la unión política formal con Rusia, había trazado hace tiempo la trayectoria política de Minsk. De hecho, incluso el reciente coqueteo con Occidente, que ha resultado en reuniones con altos cargos y en proyectos de diversificación energética gracias a la ayuda de los Estados Unidos y Polonia, era una mera hoja de parra en la tendencia de continuar sometiendo al país a la voluntad del Kremlin.

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En este contexto, está comúnmente aceptado que la Unión Europea no puede hacer mucho y sigue esperando a que lleguen tiempos mejores: la implosión de los sistemas político o económico; unos hechos que no están garantizados. Aunque esta estrategia parecía razonable anteriormente, los últimos acontecimientos demuestran cuán inadecuado era este enfoque.

Superar la opresión

La percepción de los bielorrusos como sociedad y como nación debe cambiarse drásticamente mediante su magnitud y su autoorganización social. Como consecuencia, hay que arriesgarse a emplear nuevas estrategias de política general para con el país. En los últimos días, la paradoja clásica de esta región de Europa se ha hecho patente.

El despertar social y nacional de una oleada de personas que, por su propia cuenta y riesgo, organizaron un control social de las elecciones a nivel nacional y documentaron las irregularidades, y después resistieron los porrazos y fueron secuestrados por hacer huelgas generales en instituciones estatales esenciales es una prueba irrefutable de que estamos ante una sociedad que defiende los derechos humanos y civiles basándose en los valores europeos, los valores de Occidente.

Mientras tanto, el poder bizantino ejercido sobre la sociedad, cuyos rasgos ya los describió Milan Kundera en su célebre ensayo para la revista New York Review of Books, radica en una orden distinta, una orden que Europa ha reemplazado.

Lukashenko no es ni será el avalista de la soberanía bielorrusa. Es un hombre al margen de la ley y el líder de una junta ilegítima que está explotando el país. Sus necesidades personales y las ganancias que toma de la economía en crisis para dárselas a sus aliados más cercanos son actividades opuestas a los intereses nacionales de Bielorrusia y, con toda seguridad, a la voluntad expresada por el pueblo en las elecciones.

Cambio de estrategias

En un contexto de clara oposición, cuyas proporciones nadie anticipó (ni siquiera el gobierno de Minsk), resultó que el emperador iba desnudo, y el futuro del mandato de Lukashenko se basa únicamente en su disposición a intimidar y ser intimidado.

Hasta ahora, Europa y América opinan que Lukashenko ha sido una fuente de diálogo y consideran que la fórmula política actual de Bielorrusia podría ser un puente de diálogo útil con Rusia, como ya ocurrió con el «protocolo de Minsk».

Si la oposición no se las ingenia para efectuar cambios rápido, la situación seguirá empeorando. Recordemos el reciente ejemplo de Venezuela, donde el régimen de Maduro perdió la legitimidad para mandar, y a pesar de las miles de manifestaciones y de la presión internacional considerable, la situación no ha cambiado.

Evidentemente, Bielorrusia no es Venezuela, pero esta comparación es más que un simple paralelismo. Entre el 2000 y 2010, Hugo Chávez estaba en un contacto continuo con Lukashenko. Este último aconsejó a Chávez sobre cómo amañar su propio referéndum constitucional, y en agradecimiento, Chávez apoyó a Minsk en las negociaciones con Moscú. Los tiranos y nacionalistas son beneficiarios subversivos de la globalización.

Carroñeros del este

A juzgar por la postura ambigua de Moscú en lo relativo a las relaciones internacionales no cabe duda de que aún no hay un plan para Bielorrusia. Pero no nos engañemos, el plan se establecerá e implementará pronto.

Hasta ahora, Rusia no ha demostrado ningún interés por el desarrollo económico de Bielorrusia en sus intentos de integración. Como mucho, algunos oligarcas están salivando con la idea de apropiarse de los restos de los bienes nacionales del país vecino.

Por su parte, Lukashenko supo cómo destacar su posición e importancia ante Putin, por ejemplo, cuando este invitó recientemente a los representantes de la OTAN a unos ejercicios militares.

Que la sociedad bielorrusa demostrase su poder ha resultado ser un quebradero de cabeza para Rusia. Tal y como ocurrió en Rusia bajo el mandato de Putin, por fin ha emergido una clase media globalizada en Bielorrusia.

Tendencias sociales y económicas

Tal y como relatamos en el informe del Visegrad Insight sobre las tendencias en los países de la Asociación Oriental, la dinámica social y la voluntad de empoderamiento está latente en toda la región. En el caso de Bielorrusia, está principalmente provocado por el progreso tecnológico y la cultura urbana.

Varios proyectos digitales emblemáticos como Viber o World of Tanks están al frente de las exportaciones de servicios digitales, y han crecido drásticamente (en 2017 se superó el 4% de la cuota de comercio internacional). El nivel de vida de un pequeño grupo de jóvenes de Minsk comenzó a ser la inspiración de cada vez más personas por todo el país.

Cabe señalar que la cultura digital en Bielorrusia y el acceso a internet en el país incluso en la época del Euromaidán fue mucho mayor que en Ucrania.

Se podría decir que Lukashenko, al centrarse en el desarrollo de esta rama de la economía aceptando las condiciones de relativa autonomía requeridas por el sector digital, creó el látigo para su propia flagelación.

Héroes insólitos

Inesperadamente, la pandemia de la COVID-19 ha actuado de catalizador para la sociedad. Como siempre, la conciencia pública en Occidente se basa en el sentido de la seguridad personal y colectiva de los servicios públicos. Cuando el virus llegó a Bielorrusia, el gobierno cometió los errores bochornosos de ignorar la amenaza y dejar a los ciudadanos a su suerte.

Por lo tanto, mediante el uso de los canales de información disponibles (internet), la sociedad rápidamente sentó las bases de un sistema de autoayuda y autoorganización que insufló ánimos a la revolución nacional que está sucediendo hoy ante nosotros.

Tras 30 años, los sindicatos recuperaron su fuerza y son elementos clave de la resistencia contra las mentiras y métodos terroristas de las fuerzas de seguridad. Esto, por supuesto, amenaza con un desastre económico en un momento de colapso global debido a la pandemia. Quizás es la razón por la que los bielorrusos han dicho que ya han tenido suficiente.

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En este momento, debería señalarse que los bielorrusos están luchando gracias a la soberanía que obtuvieron parcialmente sobre la información. El primer bastión fue la aplicación de mensajería Telegram, y el último, la popularidad del marido de Svetlana Tikhanovskaya, que se erigió como uno de los vloggers más populares de Youtube y de las redes sociales fuera de la difusión oficial.

Respaldo necesario

Todo esto pone de manifiesto el poder de los desamparados, que en general se traduce en la desobediencia civil contra una mentira autoritaria, sobre la cual Vaclav Havel ya había acuñado un momento revolucionario.

Tal y como nuestros expertos bielorrusos afirmaron en la parte privada de nuestro encuentro, «Bielorrusia: cambio o aceleración», durante varias semanas se ofreció la posibilidad de que Bielorrusia se abriese paso por otros caminos. Los bielorrusos necesitan ahora mismo un respaldo sabio y, sobre todo, rápido que les apoye en diversas áreas.

En primer lugar, la sociedad necesita el conocimiento jurídico, las técnicas de documentación y las estrategias para hacer justicia contra todos los crímenes, actos terroristas y torturas. Los crímenes contra la nación bielorrusa no deben olvidarse, y precisamente Polonia tiene mucha experiencia en este campo. Los responsables ya deben saber no solo de qué se les va a responsabilizar, sino también de cómo se les va a hacer rendir cuentas.

En segundo lugar, se necesita un apoyo inmediato para los huelguistas, a quienes el régimen está intimidando con castigos criminales. Los sindicatos internacionales y nacionales cuentan con los recursos para saber cómo hacer huelga y cómo defenderse contra la represión. Asimismo, pueden proporcionar un apoyo real contactando a los huelguistas y sus familias, sin elevar estas acciones a nivel estatal.

En tercer lugar, ni el gobierno de la República de Polonia ni la UE pueden esperar que haya diálogo, ni deben forzarlo o intentar llevarlo a cabo a espaldas de los bielorrusos.

Una nación renacida

Solo la sociedad de un país tiene derecho a decidir su futuro. Aunque nos lo pidan, deberíamos evitar un formato en el que nos convirtamos en un garante débil y un rehén permanente de un proceso tan dudoso.

Las elecciones no se pueden tener en cuenta, y negociar con los líderes de la junta es complicado. De acuerdo a las leyes, el jefe de Estado se convierte en primer ministro después de que el cargo de presidente quede vacante.

Aunque es una figura dudosa muy cercana a Lukashenko, no se la puede tachar de corrupta ante los ojos de una nación vecina al intentar hablar con el actual presidente.

Sin embargo, ¿qué pasaría si el momento pasase y se hubieran realizado todos los esfuerzos? Tengamos presente que tras los acontecimientos de las últimas semanas en Bielorrusia nada volverá a ser igual.

Su estandarte simbólico vuelve a ser la bandera blanca, roja y blanca, y aunque las reformas del país necesitarán más tiempo, Polonia y Europa deben reconocer a la nación como el soberano legítimo y asegurarse de que su último tirano no encuentre conciliación.

No es solo por el bien de Bielorrusia, sino también por la credibilidad del marco de los países de la Asociación Oriental y de los países participantes.

Artículo original, Visegrad Insight.

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