En la región de Guria, al oeste de Georgia, el pueblo de Shukhuti comienza con un desvío sin señalizar que conduce a una carretera accidentada y sinuosa. Al final se encuentra un terreno vallado, vigilado por personal de seguridad ruso, que se encarga de proteger el emplazamiento de lo que está previsto que se convierta en un puerto espacial o cosmódromo.
Hay planes en marcha para construir el puesto de control del cosmódromo “Kolkhida”, una iniciativa liderada por dos mujeres rusas, Yulia y María Arkhipova. Ambas llegaron a Georgia procedentes de Rusia al comienzo de la guerra de Ucrania. En febrero ya habían creado dos empresas, adquirido terrenos y empezado a utilizar parte de ellos, aplicando su experiencia en la industria aeroespacial.
Tanto Yulia como María tienen experiencia profesional en tecnología espacial. María posee un máster en administración pública especializado en industria espacial que obtuvo en la Facultad de Investigación Espacial de la Universidad Estatal de Moscú. Entre los proyectos en los que ha trabajado se incluye la coordinación de la construcción de la estación orbital “Mir-2”. Además, ocupó la presidencia del Consorcio Ruso de Tecnologías Espaciales, una iniciativa privada lanzada en 2016 para impulsar los esfuerzos aeroespaciales comerciales.
María, de 46 años, y Yulia, de 45, son conocidas en Guria como hermanas, aunque los registros públicos indican lo contrario. En realidad, ambas son pareja desde hace mucho tiempo y, antes de que María se sometiera a una transición de género, eran un matrimonio.
Pero la pareja ha ocultado algo más que su historia personal a la población local. Una serie de documentos filtrados revelan su comunicación habitual con instituciones estatales rusas. Entre ellos, se encuentran cientos de correos electrónicos y cartas formales intercambiadas con Pravfond, una fundación dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. La correspondencia, que data de 2014, se filtró desde la fundación y llegó al OCCRP, del que iFact es miembro.
Planos para las estrellas y orígenes inciertos
Los vídeos que promocionan el cosmódromo “Kolkhida” revelan planes para crear una plataforma de lanzamiento de naves espaciales y una instalación para fabricar drones y satélites. Todo ello se construirá en un terreno vallado del municipio de Lanchkhuti, en Guria. En los vídeos se insinúa incluso la ambición de enviar personas al espacio.
Para alcanzar estos objetivos, Serviuk Agro, la empresa de las Arkhipova, adquirió tres parcelas en el municipio de Lanchkhuti, en Guria, con una superficie total de casi 14 000 metros cuadrados. Estas parcelas están destinadas a convertirse en plataformas de lanzamiento de misiones orbitales.
Según los documentos presentados en el Registro Público de Georgia en 2023 por Yulia Arkhipova, la pareja ha comenzado a sentar las bases del proyecto: se han instalado sistemas eléctricos y contadores, se ha reparado una estructura existente y se han tendido extensiones de alcantarillado y agua. También se ha despejado la vegetación. Sin embargo, un examen minucioso de las fotos y los vídeos disponibles plantea dudas sobre el alcance real de estas infraestructuras.
En realidad, el proyecto del cosmódromo de las Arkhipova forma parte de una historia más amplia y compleja. El 27 de agosto de 2023, María Arkhipova envió una carta a Aleksandr Udaltsev, director ejecutivo de Pravfond, en la que describía la intención de la pareja de construir una instalación espacial en Georgia. Afirmaba que ciudadanos rusos ocupaban puestos de responsabilidad y que el cosmódromo podría servir tanto a las necesidades de Rusia como a las de Georgia.
También alegaba que Yulia sufría acoso y discriminación por su nacionalidad, incluidas amenazas de ciudadanos con inclinaciones nacionalistas. Exponía que no habían obtenido ningún resultado con las apelaciones al consulado ruso, al defensor del pueblo georgiano, a la fiscalía y a la policía.
Un día después, Yulia envió una segunda carta a Pravfond, en la que incluía enlaces a vídeos que mostraban el lugar. La nota detallaba los planes iniciales de desarrollo: la conexión de la electricidad, la pavimentación de las carreteras de acceso y la preparación de la infraestructura auxiliar.
El 30 de agosto, las Arkhipovas enviaron otro mensaje, en el que calificaban la situación de “persecución directa” por su ciudadanía rusa. “Si no basta con que a un ciudadano ruso se le llame abiertamente ‘fascista ruso’ o ‘invasor’ para que la Federación Rusa defienda a su ciudadano, entonces no sé qué más debe suceder”, escribieron.
Actualmente, el proyecto del cosmódromo sigue paralizado. Preguntamos a las Arkhipova por qué y cuáles podrían ser sus próximos pasos. Contestaron que la construcción se ha detenido en la fase de acuerdo del proyecto y que podría finalizarse en un año si se lo permiten.
También nos pusimos en contacto con el Ayuntamiento de Lanchkhuti para preguntar si las Arkhipovas habían presentado alguna solicitud de permiso. En el momento de la publicación, no hemos recibido una respuesta oficial.
¿Qué es Pravfond?
La Fundación para la Protección y el Apoyo de los Compatriotas (también llamada Pravfond) se fundó en 2012 por decreto del entonces presidente de Rusia, Dmitri Medvédev. La misión oficial de la fundación, creada por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en coordinación con otros organismos estatales, es prestar asistencia jurídica a los ciudadanos rusos y a las comunidades de la diáspora en el extranjero. Sin embargo, en la práctica Pravfond funciona como una herramienta del Kremlin del poder blando ruso que opera en Europa, Georgia, Moldavia, Ucrania y Asia Central. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea aplicaron sanciones a la organización en 2023.
Pravfond financia la defensa jurídica de los rusos en el extranjero, lleva a cabo campañas informativas y ofrece apoyo diplomático a través de embajadas y centros culturales. Según los servicios de inteligencia de Estonia y Letonia, también opera como herramienta de la inteligencia rusa, canalizando fondos hacia centros de asistencia jurídica y canales de Telegram prorrusos en la región.
Entre sus acciones más destacadas, Pravfond ha sufragado honorarios de abogados por un total de más de 220 000 euros para Vladim Krasikov, un agente del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) que fue condenado en Alemania por el asesinato del ciudadano georgiano Zelimkhan Khangoshvili. Krasikov fue sentenciado a cadena perpetua, pero le liberaron en un intercambio de prisioneros en 2024, a cambio de dos periodistas estadounidenses. A su regreso a Rusia, le recibió personalmente el presidente Vladímir Putin. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, confirmó posteriormente que Krasikov había sido agente de la unidad de élite “Alfa” del FSB.
Una investigación conjunta del OCCRP y el canal público lituano LRT reveló que Pravfond también ha pagado a abogados, propagandistas y agentes de inteligencia alineados con el Kremlin en toda Europa.
Asociación estratégica entre las Arkhipova y Pravfond
María y Yulia Arkhipova están estrechamente vinculadas a la red de Pravfond. Llevan colaborando con la fundación ligada al Kremlin desde al menos 2014.
Las Arkhipova trabajaron como abogadas de derechos humanos en Rusia. A principios de la década de 2000, antes de que María se sometiera a la transición de género, fundó una asociación de abogados rusos llamada Por los Derechos Humanos. Esta organización fue una de las varias que solicitaron al presidente Vladimir Putin y al ministro de Asuntos Exteriores Sergey Lavrov en febrero de 2023 que eliminaran la obligación de visado para los ciudadanos georgianos. El Kremlin accedió unos meses después, poniendo fin al régimen de visados con Georgia en mayo de 2023.
El interés de Pravfond por las Arkhipovas parece haber comenzado en torno a la anexión rusa de Crimea en 2014. La correspondencia interna apunta a un motivo claro: la identidad de género de María se consideraba como un activo de relaciones públicas.
Tal y como afirmó Sergey Panteleev, un representante de Pravfond: “Rusia sigue produciendo informes y eventos para públicos internos y no se les toman en serio internacionalmente. Esperemos que, con la ayuda de la organización [de María y Yulia], encontremos por fin una forma de solucionar este problema”.
Al menos 72 000 euros en subvenciones fluyeron de Pravfond a la asociación Por los Derechos Humanos de las Arkhipovas. Oficialmente, los fondos financiaban informes sobre Ucrania y cubrían gastos básicos de funcionamiento. Esta cifra solo refleja los contratos confirmados: las Arkhipovas han mantenido una comunicación constante con Pravfond durante más de una década, presentando informes, investigaciones y opiniones a cambio de orientación y apoyo. Es probable que sus actividades se extendieran más allá de estos dos proyectos documentados.
En 2014, su asociación presentó un informe sobre violaciones de derechos humanos durante el conflicto entre Rusia y Ucrania que se hacía eco de las narrativas del Kremlin. Retrataba al Gobierno ucraniano como neonazi y describía las acciones militares rusas en Crimea como una medida de protección para las personas de etnia rusa.
El informe se presentó en última instancia a las Naciones Unidas. Igor Panevkin, de Pravfond, elogió su trabajo en una carta después de que el informe de María impulsara al Comité contra la Tortura de la ONU a enviar una delegación a Crimea.
Las Arkhipova: activos rusos en Georgia
En febrero de 2023, las Arkhipovas escribieron a Pravfond ofreciéndose a aportar su experiencia a Georgia. “Dada nuestra experiencia desde 2004”, escribían, “estaríamos encantadas de que nuestros conocimientos y habilidades resultaran útiles para el trabajo sobre el terreno, especialmente en Georgia, donde ya mantenemos buenas conexiones con activistas, políticos y otras partes interesadas. [...] Estamos abiertas a trabajar en la creación de una sucursal de una ONG local en Georgia”.
Después de ese mensaje, María y Yulia empezaron a informar periódicamente a sus contactos rusos sobre la evolución de la situación en Georgia. Pravfond los remitió a organismos estatales rusos, entre ellos el Ministerio de Educación y la Administración Presidencial.
En marzo de 2023, María presentó un informe en el que afirmaba que existían “asentamientos de habla rusa” en Georgia, con los nombres de Grigoleti, Shekvetili, Ureki y Poti. Exponía que las personas de etnia rusa que viven en ellos tenían dificultades con las barreras lingüísticas georgianas, que sufrían acoso y, en algunos casos, violencia. “No ocupan cargos electos... Los nombres y orígenes rusos generan discriminación. A las personas con nombres rusos se les impide trabajar en oficinas administrativas... Se enfrentan a más restricciones que los georgianos. Normalmente, se despide o se cesa primero a los rusos y cobran los salarios más bajos”, escribía. En el mismo informe, también abogaba por que el ruso fuera declarado segunda lengua oficial de Georgia, alegando que la falta de intérpretes en las instituciones jurídicas desembocaba en violaciones de los derechos humanos.
El tono y los mensajes del informe 2023 de las Arkhipova sobre los rusos en Georgia reflejan la retórica que utilizaron en 2014 durante la anexión de Crimea, cuando calificaron al Gobierno de Ucrania de neonazi y a la intervención militar rusa de protectora.
Desde entonces, María se ha hecho eco abiertamente de esta retórica en los medios rusos, advirtiendo de que, si se siguen violando los derechos de los rusos, Rusia podría verse obligada a “recuperar Georgia”, al igual que está “recuperando Ucrania”.
Del cosmódromo a la fábrica de mermeladas
Cuando María y Yulia Arkhipova se establecieron cerca de Lanchkhuti, encontraron un aliado local en Gela Zoidze, una figura prominente en la comunidad empresarial de la región, que se encargó de presentarles a empresarios de la zona y se convirtió en su socio, adquiriendo acciones en dos empresas junto a ellas.
Zoidze gestiona actualmente la oficina regional de la Cámara de Comercio e Industria de Lanchkhuti. Anteriormente dirigió la organización sin ánimo de lucro “Centro Municipal de Desarrollo Económico e Innovación de Lanchkhuti”, respaldada por el Ayuntamiento, que funcionó desde 2009 hasta su cierre en 2022.
Las Arkhipovas comenzaron a operar en Georgia a principios de 2022. En junio ya habían creado cuatro empresas, incluida LLC Georgian Space Technologies. Zoize poseía acciones en las otras tres. Entre ellas, LLC Limoni posee más de media hectárea de terreno en Shukhuti y anteriormente había exportado conservas a Ucrania. Zoidze presentó a las Arkhipovas a los propietarios de Limoni en 2022. Según ellos, los rusos se comprometieron a reactivar la fábrica con más de dos millones de lari (unos 638 652 euros).
Zoidze lo confirmó, afirmando que el acuerdo dependía de la conservación de las instalaciones. La reanudación de las operaciones requería una “fuerte inversión”, lo que justificaba la participación de las Arkhipova. A la pregunta de si le preocupaba el origen del dinero, se limitó a responder: “Esta gente viene a Georgia, se mueve, coopera con las estructuras oficiales... ¿cómo iba a comprobarlo? Se lo dije a alguien de las fuerzas de seguridad: si hay algún problema, que lo investiguen”.
La fábrica que nunca volvió a funcionar
Nos reunimos en Shukhuti con Tamaz Imnaishvili, de 85 años, y Darejan Kalajishvili, de 70, el 29 de junio. Nos contaron que, cuando llegaron las inversoras rusas tenían esperanzas, pues creían que su fábrica, sin actividad desde hacía mucho tiempo, por fin podría volver a abrir.
“Fuimos al notario y se redactó un contrato. En él se decía que estas rusas (Yulia Arkhipova y la otra) tenían 3,5 millones de dólares en su cuenta. De ellos, unos 2,5 millones debían invertirse en nuestra fábrica”, recuerda Darejan.
A cambio, los antiguos propietarios transfirieron el 51,55 % de sus acciones: 49 % a las Arkhipovas y 2,55 % a Zoidze. La transacción se cerró en junio de 2022 en el despacho de Marina Jikia, notaria de Poti. Yulia Arkhipova fue nombrada directora.
Esto dio a las Arkhipova el control del terreno y los edificios. Pero, al cabo de unos meses, los propietarios originales empezaron a sospechar: no había señales de progreso y las tensiones se recrudecieron. Los nuevos propietarios empezaron a impedirles la entrada.
“Una vez fui y no me dejaron entrar”, cuenta Tamaz. “Cuando por fin entré, siete rusos me rodearon y gritaron: ‘¡Fuera!’ Uno insultó a mi madre. Tenía tal estado de nervios, que necesité asistencia médica después”.
Al no tener comunicación con la directora y al no haber actividad, los antiguos accionistas intentaron destituir a Arkhipova, pero su petición fue rechazada por el Registro Público.
Un año después, las Arkhipova presentaron un nuevo documento que modificaba drásticamente las condiciones. En él se afirmaba que su “contribución intelectual” valía 30 millones de dólares y que servía como aportación al negocio. A cambio, los antiguos propietarios debían conceder a Arkhipova el control total y comprometerse a no interferir.
“¿Esos 2,5 millones debían destinarse a la producción? Resulta que el cerebro de Arkhipova estaba valorado en 30 millones de dólares. ¿Qué me importa su cerebro?”, explicaba Darejan.
Preguntamos a María y Yulia si consideraban sus acciones un fraude. Negaron haber actuado mal, alegando que habían accedido al acuerdo por compasión hacia los ancianos propietarios, pero que suspendieron la inversión tras las “provocaciones”.
Desde su nombramiento, Arkhipova no ha cumplido sus obligaciones como directora. Las deudas de la fábrica siguen impagadas, el terreno está embargado y no se ha reanudado la producción: solo se ha renovado la caseta del guarda. Se contrató a unos rusos traídos de Ucrania como personal de seguridad y siguen viviendo en las instalaciones.
Durante dos años, los propietarios originales han intentado destituir a Arkhipova y reclamar su participación, presentando denuncias ante fiscales y tribunales, pero no hay ninguna vista programada.
Cuando mostramos a Tamaz y Darejan los vídeos de YouTube de María en los que se describía el terreno como futuro cosmódromo, se quedaron estupefactos. Tras una larga pausa, Darejan se volvió hacia Tamaz: “¿De dónde sacaste a esta gente, querido?”.
¿Dónde están ahora las Arkhipova y qué planean?
En mayo de 2024, María Arkhipova compartió algunas noticias alarmantes: su tensión arterial se había disparado, había perdido peso y era incapaz de dormir. También creía que la habían envenenado. Siguió publicando sobre su salud, diciendo que los médicos no podían diagnosticarla y que se estaba tratando a sí misma. Dijo que echaba de menos su ciudad natal y a sus amigos en Rusia. Mientras tanto, Yulia se puso en contacto con Pravfond, pidiendo ayuda para que María regresara a Rusia con el fin de recibir tratamiento, a pesar de sus anteriores afirmaciones de exilio.
Su antiguo contacto, Igor Panevkin, respondió con amabilidad, pero dijo que la fundación, ahora sujeta a sanciones, no podía ayudarles.
Aunque los detalles siguen sin estar claros, confirmamos que María está recibiendo tratamiento en Francia. Su actividad en las redes sociales en otoño de 2024 también indica que pasó un tiempo en Rusia, en concreto en Domodedovo (cerca de Moscú).
En marzo de 2023, las Arkhipova indicaron a Pravfond que estaban defendiendo a Lali Moroshkina en Georgia. Alegaron que había recibido amenazas por aparecer en la televisión rusa y pidieron que Pravfond les prestara ayuda. Pero cuando nos pusimos en contacto con Moroshkina, ella lo negó: las mujeres se habían presentado en un café como abogadas rusas exiliadas y luego la hicieron sospechar con sus planes sobre el cosmódromo. Las denunció al Servicio de Seguridad del Estado (SUS) de Georgia.
“Estas mujeres son unas charlatanas, espías o estafadoras”, afirmó Moroshkina.
La intermediaria que las presentó fue Dali (Mary) Milorava, una jubilada local que había trabajado brevemente como su intérprete. Nos confirmó que María estaba recibiendo tratamiento en Francia y que la policía y los servicios de seguridad se habían interesado por sus actividades.
Las Arkhipova nos dijeron que no habían salido de Georgia y afirmaron que fueron al extranjero solo por motivos de salud. Reconocieron haber mantenido una reunión con el SUS y que las autoridades acogían positivamente sus actividades “espaciales”.
Durante una semana intentamos confirmar con el SUS si se había iniciado alguna investigación, pero no recibimos respuesta.
Nuestro primer contacto directo con María y Yulia se produjo el 4 de julio a través de WhatsApp, utilizando un número ruso. Insistieron en que los periodistas georgianos debían hablar ruso y nos enviaron el alfabeto. Rechazaron respuestas directas, exigieron preguntas por escrito y más tarde se burlaron de nosotros en Facebook con una foto de papel higiénico.
Amenazaron con emprender acciones legales si publicábamos el artículo. Respondimos afirmando que nuestro trabajo se basa en documentos y pruebas verificadas.
Su mensaje final fue el siguiente: “А, ещё и запугивание. Понятно 🤣”, es decir, ”Ah, y ahora también intimidación. Entendido 🤣”.
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