En términos meramente geográficos, el cambio de sistema social en Hungría no ha cambiado nada: el país todavía cubre un área de 93 000 km2. Por otra parte, la antigua República Popular ahora limita con cinco países nuevos que deben su condición de Estado a la disolución de entidades multiétnicas más extensas.
En el norte, ya no linda con la antigua ČSSR, sino con la República Eslovaca y con Ucrania, que antes formaban parte de la URSS pero ahora son independientes. En el sur, el colapso de la antigua Yugoslavia llevó a la creación de tres nuevos Estados: Serbia, Croacia y Eslovenia. Lo que conecta a la mayoría de estas nuevas entidades políticas con Hungría y sus viejos vecinos, Rumanía y Austria, es la membresía de la UE.
Serbia se encuentra en la lista de espera, y Ucrania es considerada como un candidato deseable. Dos de los Estados sucesores del antiguo bloque del Este, Eslovaquia y Eslovenia, han adoptado el euro como moneda propia. En contraste, Serbia y Croacia han creado su propia moneda nacional.
En los años noventa, todos estos países se convirtieron en democracias parlamentarias en las que las rivalidades entre los diversos grupos de poder se desarrollaron de manera abierta y, en múltiples ocasiones, violenta. Cada giro y vuelta y cada conflicto interno en estas repúblicas afecta los intereses de Hungría debido a las minorías húngaras que viven en ellas: 1,5 millones en Rumanía, 500 000 en Eslovaquia, 150 000 en Ucrania, 300 000 en Serbia, 16 000 en Croacia y 15 000 in Eslovenia.
Estas minorías son un legado de dos acuerdos de posguerra, el Tratado de Trianón de 1920 y los Tratados de Paz de París de 1947, que supusieron pérdidas territoriales significativas para Hungría. Los problemas actuales a los que los húngaros hacen frente en el extranjero, ya estén relacionados con derechos lingüísticos o instituciones educativas, también proveen, inevitablemente, material para la política nacional. Las antiguas animosidades se resucitan una y otra vez y se instrumentalizan con facilidad.
Ciertamente, algunos de los vecinos de Hungría tampoco pueden resistir siempre este tipo de tentaciones, pero hasta el momento estos conflictos no han traspasado los límites pacíficos y solo han tenido un impacto indirecto en los intereses de seguridad de Hungría. No obstante, las guerras yugoslavas de entre 1991 y 2001 revelaron la frágil estabilidad de toda la región y qué sucede cuando las superpotencias se entrometen en disputas nacionales.
El 24 de febrero de 2022 pasará sin duda a los anales de la historia europea y por ende la húngara. La guerra no declarada de Rusia en Ucrania ha cambiado drásticamente las relaciones que habían prevalecido entre el Este y el Oeste desde el colapso de la URSS, y ha ensombrecido casi de manera apocalíptica la política internacional. Es difícil predecir cuándo y cómo terminará este conflicto armado, pero no cabe duda de que pasará un largo tiempo antes de que se establezca un nuevo equilibrio garante de paz. Como mínimo, la Unión Europea y la OTAN ahora deben lidiar con un poder hostil en sus fronteras y prepararse para una nueva fase de la Guerra Fría.
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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