Opinion Atentado islamista en Viena

En Viena, el terrorismo propina un golpe al corazón de Europa

La llegada del terrorismo del siglo XXI a Viena no debería ser una sorpresa para nadie. El atentado de la noche del 2 de noviembre evoca a la vez la Historia y la abrasadora actualidad, como suele darse en esta ciudad, escribe Carl Henrik Fredriksson desde la capital austriaca.

Publicado en 5 noviembre 2020 a las 11:53

El sitio de la capital austriaca por el Imperio otomano, que concluyó con la batalla de Viena en septiembre de 1683, es una referencia permanente para los combatientes políticos y religiosos de nuestra época (de ambos bandos de la batalla cultural). Por ejemplo, el terrorista Anders Behring Breivik [el autor del atentado de 2011 en Utøya, Noruega] calificó la batalla de 1683 como “el día de la independencia de Europa occidental” en su infame manifiesto. Además, cabe mencionar que se radicalizó en la página “Gates of Vienna”. En cambio, para los soldados del islamismo político, la batalla de Viena representa una dolorosa derrota y una vergüenza difícil de olvidar.

Por lo tanto, el poder simbólico de Viena es grande — y controvertido. No obstante, el atentado del 2 de noviembre tomó a todos por sorpresa. La ciudad había vivido ya varias décadas sin ser devastada por el terrorismo. Pero tiempo atrás, los atentados no escaseaban: en 1975, seis miembros del grupo “Brazo de la Revolución Árabe” tomaron el tranvía que circulaba por la avenida Ringstrasse para dirigirse a la sede de la OPEP. Bajo el liderazgo de Ilch Ramírez Sánchez, alias Carlos el Chacal, tomaron como rehenes a los ministros de los países petroleros y exigieron el apoyo de la causa palestina y que ningún país árabe reconociese el Estado de Israel. Este atentado se cobró tres vidas.

Para aquellos que desean tornar la vida en una guerra entre culturas, en una lucha de vida o muerte, históricamente, Viena calza a la perfección. Hemos regresado a 1683.

Algunos años después, en agosto de 1981, dos palestinos fuertemente armados irrumpieron en la sinagoga de Seitenstettengasse, en el centro de Viena, lugar en donde comenzó la serie de atentados del 2 de noviembre. Dos personas fueron asesinadas y otras 21 fueron heridas, muchas de manera grave.

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Pero tras la ola de terrorismo de los años ochenta, la situación se había calmado bastante en Viena, y Austria había escapado de la violencia islamista de las últimas décadas. El país posee un pasado colonial completamente distinto del de Francia o del Reino Unido. En su calidad de país neutral, la república alpina era vista como insignificante e inofensiva en el escenario geopolítico.

Durante un periodo, Viena también sirvió como punto de reunión para los islamistas europeos que deseaban dirigirse a Siria y a otras partes con el fin de combatir junto al Estado Islámico. Entonces, para evitar sabotear su propia base, mantuvieron a Austria exenta de atentados.

Pero, según parece ahora, la tranquilidad de estos años fue un engaño. Una pequeña tregua. Para aquellos que desean tornar la vida en una guerra entre culturas, en una lucha de vida o muerte, históricamente, Viena calza a la perfección. Hemos regresado a 1683.

El que hoy los yihadistas afirmen que Austria debió pagar por su apoyo a una coalición de cruzados dirigida por Estados Unidos contra el susodicho Estado Islámico responde a una visión anticuada del mundo.

Si bien el terrorismo vienés de los años ochenta era antisemita, el blanco de los atentados de 2020 parece ser más ambiguo, más amplio. La sinagoga de Seitenstettengasse se encuentra en uno de los vecindarios más animados de Viena en lo que a vida nocturna se refiere. En este lugar, los turistas y los vieneses se pasean juntos por bares y discotecas. Se le conoce como el Triángulo de las Bermudas: cualquiera que entre corre el riesgo de no salir nunca.

Tal y como las caricaturas presuntamente blasfemas, esta vida nocturna sin encanto forma parte de la sociedad abierta, por lo que resulta ser el enemigo de la sociedad cerrada y monolítica. Es lo que quieren aniquilar. Ahora mismo.

Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario sueco Expressen.

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