Reportaje Migrantes varados en las fronteras de Europa | Bosnia y Herzegovina
Bihać, Bosnia y Herzegovina, 12 de febrero de 2021. Tras el cierre del campo de Bira en septiembre de 2020, alrededor de 150 inmigrantes de origen afghano viven en una vieja fábrica metalúrgica, KrajinaMetal, abandonada, en condiciones de precariedad extrema. | Foto: Jeanne Frank

Sarajevo, callejón sin salida

Dado que la entrada en la Unión Europea a través de Croacia se ha vuelto más difícil y peligrosa, los inmigrantes que han llegado a Bosnia se encuentran, hoy en día, bloqueados. Sin recursos y con el gobierno bosnio impidiendo que las ONG los asistan, sobreviven haciendo pequeños trabajos o se hunden en la apatía y las drogas.

Publicado en 23 diciembre 2021 a las 13:00
Bihać, Bosnia y Herzegovina, 12 de febrero de 2021. Tras el cierre del campo de Bira en septiembre de 2020, alrededor de 150 inmigrantes de origen afghano viven en una vieja fábrica metalúrgica, KrajinaMetal, abandonada, en condiciones de precariedad extrema. | Foto: Jeanne Frank

Es de noche en Sarajevo. Edificios altos y grises rodean la plaza de la estación principal de autobuses, las luces de las cafeterías y de los restaurantes comienzan a apagarse. Un pequeño grupo de voluntarios de organizaciones internacionales llega tranquilamente y espera al último grupo de migrantes, que proviene de Tuzla. Hace frío y los movimientos parecen ser más lentos y pesados. Un grupo de quince adultos y tres niños, de entre cinco y diez años, bajan del autobús. Comenzaron sus viajes en Afganistán, Pakistán o Egipto. Ahora están buscando un lugar para pasar la noche. 

Los voluntarios se acercan discretamente a los recién llegados y tratan, juntos, de encontrarles un lugar seguro. «La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) no suele proporcionar asistencia a los hombres solos, sino a las familias, aunque nuestra capacidad es limitada», afirma Salma, una voluntaria de España que trabaja para Basis BIH. Los voluntarios comienzan a llamar al otro grupo de apoyo que se encuentra en la ciudad y, después de algunas discusiones, se dividen. Cada uno acompañado por dos o tres personas. Rompiendo la tranquilidad de la fría noche, los imanes comienzan a cantar el llamado a la oración desde los minaretes. 


Migrantes varados en las fronteras de Europa

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En el lado oeste de la ciudad, cerca de una gran mezquita, algunos voluntarios descargan su camión y montan un puesto para proporcionar ropa a los migrantes bloqueados en Sarajevo. Por la noche, distribuyen sacos de dormir para soportar mejor el frío. «También arreglamos algunas casas abandonadas, les pusimos estufas y reparamos algunas paredes para que las personas atrapadas aquí puedan tener la oportunidad de dormir bajo un techo», dice Hans, un joven voluntario de Alemania. Algunas de las personas que llegan a la distribución tienen cicatrices en sus caras o sostienen sus brazos en señal de dolor. Acaban de regresar de la frontera croata, echados por las fuerzas policiales croatas.

«Si te sientes cómodo, puedes tratar de explicarnos lo que sucedió durante tu último intento», dice Anja, de la Border Violence Monitoring Network (BVMN), a un inmigrante. La BVMN es una organización con sede en Alemania cuyo objetivo es reunir tantos testimonios como sea posible de las expulsiones ilegales que ocurren regularmente en las fronteras de Europa. En diciembre de 2020, la BVMN publicó el libro The black book of pushbacks, en el que se reúnen más de 12 000 testimonios de la brutalidad policial. Además, informes recientes estiman que, desde el comienzo de la pandemia, alrededor de 18 000 personas fueron empujadas en las fronteras orientales de la UE, en su mayoría por la policía croata. 

A lo largo de los años, «la violencia se ha vuelto cada vez más y más sofisticada», dice Simon de BVMN. «Al principio, las fuerzas policiales atacaban a la gente. Pero ahora, las patrullas fronterizas, especialmente la policía croata, empezaron a practicar un conjunto de tácticas específicas y brutales destinadas a aterrorizar y a lastimar realmente a los inmigrantes». Las tácticas van desde conducir a la gente a la frontera, donde hay unidades de policía vestidas con uniformes negros y máscaras de esquí esperando en los bosques para golpearlos con palos y otras herramientas, hasta desnudar a los migrantes durante la noche y forzarlos a volver a Bosnia sin sus zapatos ni sus chaquetas. Esta violencia sistémica fue expuesta a finales de noviembre, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró a Croacia culpable de causar la muerte de un niño de seis años de edad después de ser empujado por la policía junto con su familia.


«Puede pensarse al medioambiente como un arma letal. Los ríos y las montañas son pasajes mortíferos por los que los migrantes están obligados a pasar si quieren continuar su viaje, dado que Europa ha reforzado los controles fronterizos»

Simon, Border Violence Monitoring Network

Nuevamente en la estación principal de autobuses, dos periodistas del BVMN están sentados en una pequeña mesa en una kafana (cafetería) con Jahoul, un joven de 23 años de Marruecos. Lleva una gorra y una chaqueta negra. Bebe lentamente una taza de café. Una de los periodistas, Maria, le pregunta sobre lo que le sucedió cuando intentó llegar a Italia. Era de noche, dice, cuando cruzó la frontera croata, a mediados de abril, con sus dos amigos. Cautelosos, para no ser detectados por la policía, se movían discretamente a través del bosque, evitando el contacto con los lugareños. 

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Caminaron durante diez días antes de «llegar a la frontera eslovena donde había un río que había que cruzar». Se refiere al río Kolpa, muy peligroso durante la primavera, debido al deshielo de las montañas cercanas. «Comenzamos a caminar y, a mitad de camino, uno de mis amigos quedó atrapado en el agua: lo vimos alejarse de nosotros». Los periodistas le preguntan si lo vieron de nuevo. Jahoul se limita a negar con su cabeza. «Logramos cruzar el río, pero estábamos demasiado agotados como para continuar. Vimos a la policía venir, pero no podíamos movernos. Todavía pensábamos en él. La policía eslovena nos atrapó y luego nos condujo nuevamente hacia la frontera».

«Puede pensarse al medioambiente como un arma letal. Los ríos y las montañas son pasajes mortíferos por los que los migrantes están obligados a pasar si quieren continuar su viaje, dado que Europa ha reforzado los controles fronterizos», afirma Simon.

La violencia policial es corriente en la región. Las marcas son visibles, en las caras y en los cuerpos de los inmigrantes. Sin embargo, esta es sólo una de las formas de violencia utilizada en las fronteras de la UE para impedir que los migrantes entren. Otra, directamente relacionada, es la condición incierta y precaria a la que cientos de inmigrantes son relegados una vez que llegan a Bosnia. En uno de los edificios abandonados, convertido en refugio, Amian expresa su frustración mientras intenta describir su situación en Sarajevo: «No tengo trabajo, no tengo hogar, ¿qué puedo hacer? ¡Por supuesto que robo! ¡Por supuesto que consumo drogas!» 

Algunos de los inmigrantes están todavía en el país, a pesar de haber llegado hace más de un año con la intención de cruzar la frontera. «En este entorno algunas personas tienden a caer en la drogadicción. Consumen MDMA o Lyrica, un medicamento que generalmente se usa para tratar la ansiedad. Sin embargo, tiene efectos secundarios como mareos y somnolencia. También puede causar pensamientos suicidas y, si se consume en dosis elevadas, produce adicción», dice Andrea, una voluntaria de Basis BIH.

Algunos voluntarios han reportado casos de sobredosis de Lyrica entre los inmigrantes. Es lo que le sucedió en febrero de 2019 a Karim, un joven argelino que fue enviado al hospital local en coma. Amigos de la comunidad migrante en Sarajevo, así como los voluntarios, lo visitaban regularmente, e incluso su tío, que vive en Italia, vino a verlo. Karim murió a principios de abril. Los voluntarios se pusieron en contacto con el tío de Karim para iniciar el proceso de repatriación del cuerpo a Argelia. A lo largo de los años, ha habido unas cuantas muertes debidas a sobredosis. Sus familias padecen la pérdida de sus seres queridos desde el extranjero, y sus amigos locales cargan con un peso emocional suplementario en medio de una atmósfera que ya es, de por sí, insostenible. 

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Recientemente, el gobierno bosnio ha exacerbado la situación. Justo antes de la pandemia, Bosnia aprobó una serie de regulaciones que impedían a las ONG internacionales ayudar a los inmigrantes, ya sea con alimentos, ropa o refugio. A finales de mayo de 2019, la represión contra las ONG tuvo lugar bajo la forma de una redada en el Centro Comunitario en Sarajevo. Era un lugar donde la gente venía a buscar comida, bebidas, té caliente y apoyo médico de varias organizaciones. 

«Más de veinte agentes de policía llegaron allí y desalojaron todo el lugar. Llevaron a los voluntarios a la comisaría para interrogarlos. Luego, a cinco de ellos se les prohibió la entrada en el país», dice Giacomo, un voluntario de Aid Brigade, que estaba allí y vio lo que pasó. Más tarde, esa misma semana, una casa que albergaba voluntarios en el barrio de Bjela, en Sarajevo, fue asaltada por las fuerzas policiales. Después de que la policía llegara al apartamento, se sancionó a varias personas pertenecientes a diversas organizaciones, prohibiéndoles la entrada al país durante uno o dos años. Hoy en día, son pocas las organizaciones que quedan para atender las necesidades más básicas de los inmigrantes.  

Fabio Papetti es un periodista independiente italiano que vive en Roma. Cubre principalmente temas relacionados con la migración y el medioambiente. Se concentra principalmente en la UE y en la zona de los Balcanes.

En colaboración con Evens Foundation


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