Dice Jens Weidmann, el joven economista que accedió a la Presidencia del Bundesbank después de una carrera política meteórica a la sombra de Angela Merkel y miembro, seguramente el más influyente, del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), que unos tipos de interés del 6% no son “el fin del mundo” y que, por tanto, no constituyen motivo suficiente para que el BCE se movilice para aliviar la presión que sufre España en los mercados de deuda. Intriga saber hasta qué punto Weidmann es consciente de que España y Alemania comparten una unión monetaria y, también, hasta qué punto participa de la preocupación de que semejantes diferenciales en los tipos de interés ponen en cuestión su sentido último y existencia.
Suponemos que para Weidmann, en cuyo mandato no entra ni el crecimiento ni el empleo sino solo la estabilidad de precios, una inflación del 6% sí que sería el fin del mundo. Pero, afortunadamente, el presidente del Bundesbank puede dormir tranquilo ya que la inflación media en la eurozona es del 2,7%. En España, además, para mayor tranquilidad de Weidmann, la inflación es del 1,8%.
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Opinión
Una Europa hobbesiana
En un artículo que sigue una línea similar, publicado en el Financial Times, José Ignacio Torreblanca ahonda de forma más extensa en su crítica a la austeridad y concluye con lo que en los próximos meses podría convertirse en un grito de guerra que gana adeptos:
El pacto fiscal, el tratado menos equilibrado y más asimétrico que los Estados miembros hayan firmado nunca, ilustra muy bien qué es la nueva Europa. Aunque se impone obligatoriamente la austeridad, apenas se atisba crecimiento. En los buenos viejos tiempos de la Unión Europea, los Estados miembros era iguales y los tratados representaban el compromiso que existía entre las distintas visiones de Europa. Ahora, Europa la constituyen las asimetrías de poder y el miedo ante el futuro. Europa se parece en este momento a la descripción de Thomas Hobbes acerca de la vida del hombre en su estado natural: “pobre, desagradable, brutal y corta”. Dos años después, todavía no se ha adoptado ninguna medida de estímulo de crecimiento. Ya es hora de decir ¡basta!