Las discusiones sobre el presupuesto de la Unión Europea para 2014-2020 acaparan la campaña electoral rumana para las legislativas del 9 de diciembre. Tras haber discutido sobre quiénes serían las dos personas que acudirían al Consejo Europeo del 22 y 23 de noviembre, el primer ministro, Victor Ponta, y el presidente, Traian Basescu (que finalmente irá a Bruselas), se han enzarzado sobre un posible veto al nuevo presupuesto: Ponta se muestra favorable, en el caso de que Rumanía vea reducidos los fondos que le son asignados, pero es una posición que Basescu no comparte.
Para el diario de Bucarest, Adevarul, si los dirigentes rumanos quisiesen hacer algo útil, “deberían haber encontrado medidas para que Rumanía gaste de manera eficaz los miles de millones de la UE. Pero Rumanía, a la que el presupuesto 2007-2013 concedía 19.660 millones de fondos europeos, es la última en lo que respecta al uso racional que se ha hecho de ellos, apunta el diario, para el que bajo la presidencia de Traian Basescu, Bucarest
ha conseguido una gloriosa absorción efectiva [dinero efectivamente gastado del concedido] del 4% y del 10% sobre el papel. Los búlgaros nos superan y los polacos también podrían burlarse de nosotros, si no temiesen que el registro negativo de Rumanía pudiese conllevar que los países de Europa occidental decidiesen reducir de manera sustancial los fondos de cohesión.
El diario se plantea cuánto va a costarles a los rumanos la exportación al ámbito europeo de la guerra política interna que viven:
Rumanía se ha convertido en un mal ejemplo para Europa, al que recurren los países interesados en demostrar que el dinero de los ricos ya no debe usarse para reducir las diferencias entre los Estados desarrollados y los que lo están menos. De hecho, que se adopte una política de recortes en el próximo Consejo Europeo será un duro golpe para la idea de una Europa más integrada, más fuerte.
Para el diario, un nuevo fracaso del ejercicio financiero de la UE se traduciría en que Rumanía pierde cualquier oportunidad de reducir las diferencias y de aproximarse a los estándares de prosperidad de “la vieja Europa”.