Datos LA COVID-19 Y LA INDUSTRIA DE LA CULTURA EN EUROPA | 2

Rescatando la cultura de la pandemia

Las pérdidas económicas en las industrias culturales y creativas en Europa alcanzan los miles de millones de euros. La UE intervino con un refuerzo de su programa Europa Creativa, pero no basta con inyectar más dinero en el sistema. Así pues, los trabajadores han decidido movilizarse.

Publicado en 22 abril 2021 a las 18:34

Aunque es cierto que el impacto de la COVID-19 en las industrias culturales y creativas (CCI) ha sido devastador, no quiere decir que antes de la crisis la situación fuese perfecta. Según un informe de Ernst & Young (E&Y), el conjunto de todos los sectores relacionados con la cultura y la creatividad presentaban una tendencia al alza, pero si comparamos su situación con la del resto de sectores, el panorama cambia ligeramente.

De hecho, en el mismo informe podemos observar que, en las CCI, suele ser bastante recurrente realizar contratos de trabajo atípicos y de corta duración. Si se observan los últimos datos recogidos por Eurostat, veremos que, en 2019, los autónomos del sector cultural representaban casi la mitad del total de la tasa de empleo cultural en los Países Bajos (47 %) y en Italia (46 %). Entre los Estados miembros con porcentajes de trabajo autónomo cultural superiores a la media de la UE (32 %), se encontraban también Grecia (38 %), Chequia (37 %), Irlanda y España (ambos con un 34 %) y Alemania (33 %). El trabajo autónomo suele ir acompañado de una mayor vulnerabilidad de las personas en el mercado laboral. Y en muchos países de la UE, ser autónomo significa no poder beneficiarse de los generosos regímenes de bienestar social destinados a los empleados normales.

Es decir, los trabajadores de los sectores cultural y creativo en la UE eran estructuralmente más precarios que otros incluso antes de que la COVID-19 afectara al sector.

«En Europa existen alrededor de 500 000 músicos profesionales, pero no todos están sindicalizados», dice Benoît Machuel, secretario general de la Federación Internacional de Músicos (FIM). «A menudo resulta bastante difícil [sindicalizarse] si no eres un empleado. Si eres autónomo, las normas de la competencia pueden impedir que seas representado por un sindicato. Es un verdadero problema para los músicos en general.» Machuel explica que «trabajar como músico no siempre genera suficientes ingresos, por lo que no siempre es una actividad profesional exclusiva.

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Los músicos, e incluso otros artistas – actores, bailarines – necesitan tener un segundo empleo para poder llegar a fin de mes». La fragmentación de la mano de obra de las industrias culturales y creativas también es consecuencia de la dependencia de la trayectoria y del mero hecho de que las actividades de las CCI se organizan a menudo proyecto por proyecto. Además de los contratos de trabajo atípicos, en 2019, solo tres cuartas partes de (75 %) de la mano de obra cultural de la UE-27 tenían un contrato a tiempo completo. 

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En los últimos meses, varios análisis han intentado comprender el impacto de la crisis de la COVID-19 en la vida de los trabajadores de las CCI y, más concretamente, en el sector de las artes escénicas. En Finlandia, según los resultados preliminares de una encuesta realizada por el Centro de Investigación de Políticas Culturales (Cupore) y el Centro de Promoción de las Artes (Taike), ambas entidades finlandesas, tres cuartos de los artistas afirmaron que la COVID-19 perjudicó sus carreras. «Sobre todo los menores de 34 años y los autónomos se plantean cambiar de carrera. Además, las mujeres artistas han sido mucho más afectadas que los hombres por la pandemia», informa Yle. Un total de 1080 artistas y 160 municipios respondieron a la encuesta

En el Reino Unido, Parents and Careers in Performing Arts (PiPA) realizó una investigación sobre la perspectiva que se tenía sobre las carreras de los artistas escénicos con responsabilidades de cuidado. En este informe se llegó a las siguientes conclusiones: «siete de cada diez (72 %) encuestados estaban considerando dejar su profesión por diversas razones. Casi un tercio (32 %) tenía como razón la pérdida de ingresos; para un poco más de una quinta parte (22 %) de los padres y cuidadores, el factor principal era la falta de oportunidades de trabajo, ya que son datos cualitativos que destacan la necesidad de estabilidad para mantener a su familia [...]; para otros, las medidas de confinamiento y de aislamiento representaban un obstáculo considerable para continuar con su profesión [...]; para el 21 % de los encuestados, la decisión de abandonar su profesión dependía de la forma en la que el sector se recuperase de los estragos causados por la pandemia, lo que pone de manifiesto la necesidad de que el sector se recupere de forma inclusiva y accesible para que se pierda la menor cantidad de talento posible.»

En definitiva, al igual que ocurre en otros sectores económicos en Europa, las CCI presentan una división marcada entre los trabajadores, quienes están fuertemente protegidos por las prestaciones sociales, y los autónomos, quienes tienen un acceso limitado a las prestaciones sociales. Lo más importante es que parece que la COVID-19 ha desvelado esta realidad para los propios trabajadores. De hecho, es como si en muchos países la COVID-19 hubiera hecho renacer la conciencia de clase dentro del sector.

Por ejemplo, en Italia, durante los últimos meses, los trabajadores más precarios del sector de las artes escénicas han pasado a la acción organizando protestas frente a teatros, siempre respetando las normas de seguridad sanitaria. Han exigido una reforma a gran escala de las normas de financiación del sector y nuevas disposiciones en materia de seguridad social que reduzcan la vulnerabilidad de los trabajadores autónomos frente a crisis como la de la COVID-19. Para ello, de Roma a Milán, de Nápoles a Udine (situada al noreste) y por toda la parte sur de la península europea, nacieron los llamados Presìdi Cultural Permanenti (PCP).

Se trata de unos colectivos informales que desarrollan programas prospectivos de bienestar para los artistas, además de un plan de formación vocal continua y planes de ingresos básicos. Lejos de limitarse a pedir la reapertura de los teatros, los distintos PCP se crearon para presionar a las instituciones públicas para que atendieran las peticiones y necesidades de los trabajadores precarios del sector de las artes escénicas en su conjunto. El PCP de Roma también ha desarrollado un Presìdi Culturali Permanenti Show, un formato de debate en directo que reúne a trabajadores, sindicalistas, activistas y directores de teatro para debatir un plan de reforma integral del sector teatral en Italia. El 23 de febrero se organizó una protesta nacional frente al Parlamento nacional.

Asimismo, en Francia, un país en el que las prestaciones sociales a las que tiene acceso los trabajadores de las artes escénicas son más sólidas y los sindicatos tienen un mayor control de la mano de obra, los trabajadores de la cultura protagonizaron fuertes protestas a principios de marzo para pedir al gobierno la reapertura de los teatros y, en general, de todos los lugares culturales. Las protestas desembocaron también en ocupaciones de teatros públicos muy conocidos. También se produjeron acontecimientos similares a principios de 2020 en el Reino Unido.

Lo mismo ocurrió en países que pertenecían al bloque soviético, como Eslovenia, donde se renovó el conflicto político en torno a cuestiones relacionadas con las condiciones de los trabajadores de la industria cultural y, más en general, en torno a la gestión de las instituciones culturales. Finalmente, el debate no se ciñe únicamente al Viejo Continente. Al otro lado del océano, el debate sobre la necesidad de una reorganización de las industrias culturales y creativas también cobró fuerza. En Jacobin, Josephine Shetty, profesora, organizadora sindical y cofundadora del sindicato estadounidense Union of Musicians and Allied Workers, afirmó que es hora de que los músicos se organicen colectivamente como trabajadores. De hecho, parece que esto está ocurriendo en todas las CCI.

Estos avances también son importantes de cara a las principales vías que el informe de EY identifica para «reconstruir» los sectores culturales y creativos europeos. El informe señala, por un lado, la financiación pública masiva y el fomento de la inversión privada en empresas culturales y creativas, organizaciones sin ánimo de lucro, emprendedores y creadores. Y, por otro, la promoción de un marco jurídico sólido a nivel europeo que pueda estimular la inversión privada en producción y distribución. Sin embargo, cuando se trata de dinero y, en particular, de financiación pública, ya hemos visto que en los últimos años los gobiernos nacionales han reducido los recursos a favor de la industria de la cultura.

«Los gobiernos nacionales no están asumiendo la suficiente responsabilidad para permitir que los teatros y los espacios culturales vuelvan a abrirse de forma segura; son lugares de trabajo vitales y esenciales para ofrecer nuevas perspectivas a la sociedad. Las medidas de seguridad y las reuniones sociales y culturales controladas son fundamentales para la reapertura de las sociedades europeas»

Heidi Wiley

Por suerte, la UE ha intervenido con más fondos año tras año. Al comentar el resultado de las negociaciones sobre el marco financiero plurianual (MFP), concluidas en diciembre de 2020, la directora ejecutiva de la Convención Europea de Teatro (ETC), Heidi Wiley, dijo: «Estamos agradecidos por la decisión que ha tomado la UE de aumentar la financiación de Europa Creativa como parte del marco de financiero plurianual, con un aumento de 600 millones de euros, lo que eleva el total a 2200 millones de euros. Se trata de un aumento del 53 % en comparación con la cantidad prevista para el período de 2014 a 2020 y proporcionará más oportunidades para que los teatros y las artes escénicas se reconstruyan y se recuperen».

Pero la cuestión es que no bastará con inyectar más dinero – incluso a través de los canales de la UE – en un sector que depende estructuralmente de unas relaciones laborales precarias. Wiley está de acuerdo: «Es importante subrayar que Europa no puede resolver los problemas nacionales, interviniendo ad hoc para cambiar las estructuras de empleo o reembolsar a los que han perdido su trabajo. Pero existe una manera de lograr el cambio: hemos elaborado, con la colaboración de 11 redes artísticas, un plan de medidas, llamado “Declaración de Dresde”. Se trata de un plan específico para reactivar el sector, centrado en la mejora de las condiciones de trabajo, la proyección de la libertad de expresión, la sostenibilidad medioambiental, la colaboración internacional, el papel del teatro como espacio público para los intercambios democráticos, los encuentros sociales y la diversidad».

«Los gobiernos nacionales no están asumiendo la suficiente responsabilidad para permitir que los teatros y los espacios culturales vuelvan a abrirse de forma segura; son lugares de trabajo vitales y esenciales para ofrecer nuevas perspectivas a la sociedad. Las medidas de seguridad y las reuniones sociales y culturales controladas son fundamentales para la reapertura de las sociedades europeas», concluye Wiley. Mientras tanto, la movilización que se está produciendo a nivel popular en los Estados miembros es importante porque pone de manifiesto problemas estructurales que van más allá de la reapertura de los lugares culturales. El resurgimiento de las acciones colectivas en los sectores de las artes escénicas demuestra que es necesario aplicar una reforma más profunda para las CCI, al menos en lo que respecta a los sectores de las artes escénicas y la industria musical. Una reforma que, como mínimo, establezca que las prestaciones sociales existentes también protejan a los autónomos. El espectáculo debe continuar. Pero, no sin antes ser justo para todos.

👉 Lea la primera parte: Una pandemia cultural: el impacto de la COVID-19 en la industria creativa

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