En toda Europa, salvo en la trinchera del Bundesbank en Fráncfort y en la de los defensores de la ortodoxia monetaria, parece que Mario Draghi es ahora la última esperanza de la moneda única. El 6 de septiembre, el presidente del Banco Central Europeo anunció que su institución está preparada para comprar deuda de los Estados en dificultad, de forma ilimitada, pero a condición de que esos países recurran al fondo de rescate europeo. Eso quiere decir que países como España e Italia podrían refinanciarse sin tener que desembolsar intereses exorbitantes, pero tendrían que aceptar un saneamiento de sus finanzas.
Hace diez meses, cuando accedió a su cargo, el Bild cubría la cabeza de Mario Draghi con un casco rematado en punta, para felicitarle por su apego a la estabilidad monetaria, tan apreciada por los alemanes. Hoy, el italiano se enfrenta abiertamente al presidente del banco central alemán, Jens Weidmann, que considera que la compra de deuda es como “una droga”. Su posición de equilibrista, entre el llamamiento a la austeridad y la aceptación de una cierta flexibilidad con las reglas del BCE, lo han convertido en un pivote de la crisis de la zona euro.
Poco a poco, la gestión de la zona euro cambia de naturaleza. Durante el periodo del todopoderoso dúo Angela Merkel-Nicolas Sarkozy, el Consejo Europeo negociaba y decidía, y el BCE, dirigido por el francés Jean-Claude Trichet, seguía a pies juntillas lo que se acordaba, expresando sus desacuerdos con palabras veladas. Hoy la canciller se encuentra acompañada por François Hollande, Mario Monti y Mariano Rajoy, y cada uno de ellos tiene intereses que difieren de los de Alemania. Además, tras más de dos años tomando decisiones ineficaces, el Consejo no logra convencer de que tiene la llave para encontrar la salida a la crisis. Y ya que los mercados reclaman el “big bazooka” que únicamente el BCE puede cargar, Mario Draghi se ha convertido en el nuevo deus ex machina.
¿Quiero esto decir que las finanzas y la tecnocracia no electa han conseguido definitivamente imponerse a la política en Europa? No resulta así de sencillo, porque es, ante todo, eel cambio del equilibrio de fuerzas políticas, y la insistencia de Mario Monti en reclamar una alternativa a los planes de rescate “a la griega”, lo que ha creado un clima propicio a la victoria (¿provisional?) de Draghi sobre Weidmann. Y en las próximas semanas, los jefes de Estado y de Gobierno tendrán la oportunidad de recuperar el control cuando les presenten el informe sobre “una verdadera unión política y monetaria” y el proyecto de unión bancaria, dos proyectos que se aprobaron en la cumbre de junio.
Para que la política recupere plenamente su lugar, los dirigentes europeos deberán, finalmente, demostrar algo más de firmeza en sus decisiones, al servicio de una visión más clara. O tendremos que volver una y otra vez a la conferencia de prensa de Mario Draghi.