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Antes de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Sophia y Sasha vivían en Odesa; ella estudiaba psicología, él trabajaba de vez en cuando en cadenas de comida rápida. A principios de marzo, llegaron a un refugio para personas LGBTQIA+ de Chernivtsí, y la madre de Sophia y su hermana pequeña de 11 años se les unieron poco después. "No siempre es fácil vivir juntas", reconoce Sophia.
"Mi madre es homófoba. Le expliqué que era un refugio LGBTQIA+ y que no podía ofrecerle otra cosa. Cuando llegó de Kramatorsk, le llevó mucho tiempo encontrar su lugar, no hablaba con nadie. Aquí había muchas personas distintas, gays, lesbianas, trans. Mi madre estaba de los nervios y pagaba sus frustraciones conmigo".
"A las personas LGBTQIA+ se les sigue considerando desviadas, una amenaza para las familias 'tradicionales'; es decir, para la base de la nación ucraniana. Pasa lo mismo que en Rusia", explica Olena Chevtchenko, la directora de Insight, una ONG que se encarga principalmente del refugio de Chernivtsí.
Ucrania abolió la ley de criminalización de la homosexualidad tras su independencia en 1991, pero la tolerancia hacia la comunidad LGBTQIA+ no ha mejorado, pues hoy en día se siguen produciendo casos de acoso, estigmatización y violencia contra las minorías sexuales. Hace dos años, la organización Nash Svit registró 131 casos de discriminación y violencia contra personas LGBTQIA+. Entre 2012 y 2013, notificó 50.
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