El futuro está en el Sur

Miles de jóvenes, en muchos casos altamente cualificados, se marchan de Portugal y de España. Europa parece no necesitarlos, pero en África y Sudamérica les reciben con los brazos abiertos.

Publicado en 19 abril 2012 a las 09:23

Ana Ferreira irradia optimismo. Tiene veintiséis años, es originaria de las Azores y lleva cuatro años viviendo en África, primero en Angola y ahora Mozambique. Al contrario de lo que podría pensarse, no es voluntaria, sino una empleada en un departamento de recursos humanos.

“Cuando observo a mis amigos en Portugal, que viven de las becas de estudiantes, que sólo consiguen trabajos temporales, que no dejan de hacer cursos de posgrado, creo que están desvinculados del mundo real. Vivo en Maputo, me va muy bien y estoy avanzando en mi carrera profesional. ¿Qué motivo tendría para regresar?”, expone.

Gonçalo Jorge, un ejecutivo de márketing de veintiocho años natural de Lisboa, no luchaba para conseguir un empleo, sino contra la frustración. Tras obtener su título universitario, consiguió un trabajo en una empresa de transporte público. “Quería hacer cosas grandes, pero lo único que tenía era un trabajo sin importancia”, comenta. Cuando finalmente encontró un puesto interesante en una empresa privada, lo que no le convencieron fueron las condiciones, ya que le ofrecían un contrato de sólo un año. Así pues, se mudó a Angola y actualmente es director nacional en este país para un productor de vinos portugués. Es responsable de todas las operaciones de la empresa en Angola y gana cuatro veces más de lo que ganaba en Portugal.

Portugal ya ha perdido a uno de cada diez graduados universitarios. El éxodo lleva ya produciéndose varios años porque la crisis y la alta tasa de desempleo afectaron al país mucho antes que al resto de Europa. El desempleo juvenil en Portugal es del 34% actualmente y en España, del 50%. Si no fuera por la emigración, sería mucho más alto.

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El Nuevo Mundo les acoge

A los que no son necesarios en Europa, como ingenieros, arquitectos o trabajadores de la construcción, se les recibe con los brazos abiertos en África y Sudamérica. Brasil se está preparando a toda prisa para el Mundial de fútbol de 2014 y para los Juegos Olímpicos de 2016. Se está contratando a un gran número de ingenieros y arquitectos para proyectos públicos, incluidos proyectos por un valor de 200.000 millones de dólares en el sector energético. La economía de Brasil creció cerca de un 3% el año pasado. Argentina registró un crecimiento del 8% y su tasa de desempleo es del 7%, es decir, tres veces inferior a la de España.

Angola, que cuenta con abundante petróleo, diamantes y otros recursos naturales, es uno de los países que actualmente crecen más rápido en el mundo. El crecimiento anual del PIB llega al 15% y 3.000 empresas portuguesas operan en todo el país, construyendo carreteras, puentes, rascacielos, vías férreas y oleoductos. El país, asolado durante treinta años por una guerra civil que acabó hace sólo una década, carece de especialistas, mientras que Portugal tiene un excedente de trabajadores cualificados.

“Desde hace unos cuatro años, en los periódicos portugueses se publican ofertas laborales en Angola”, comenta Pedro Góis, sociólogo experto en migraciones en la Universidad de Coimbra. “Se marchan principalmente dos grupos: personas más mayores que desean ahorrar algo de dinero y jóvenes que buscan desarrollo profesional y diversión”.

Jóvenes con apetito por la vida

Si los portugueses se sienten como en casa en Angola, les resulta aún más sencillo adaptarse a la vida en Brasil. Según las estimaciones del Observatório da Imigração de Lisboa, más de 700.000 emigrantes de Portugal viven y trabajan actualmente en Brasil.

En España, un país que en los últimos diez años acogió a alrededor de cinco millones de inmigrantes de Sudamérica, África y Asia, la emigración española a las antiguas colonias en Sudamérica es un fenómeno tan nuevo que pocos expertos están preparados para comentarlo. Pero las cifras hablan por sí solas: según los consulados españoles en Argentina, cada mes se establecen en este país 1.200 españoles.

“El emigrante típico es un hombre de entre 25 y 35 años, en muchos casos ingeniero, arquitecto o informático”, afirma Marta López-Tappero, experta en movilidad internacional en Adecco. “En definitiva, un joven con ganas de vivir nuevas experiencias y retos”.

En las antiguas colonias, el idioma no supone una barrera y la adaptación cultural es sencilla. Sobre todo en Buenos Aires. A finales del siglo XIX y principios del XX, alrededor de dos millones de españoles llegaron a Argentina como pasajeros de tercera clase, sobre todo desde Galicia, la región agrícola más desfavorecida del país, y por ello en Argentina actualmente a los españoles se les suele llamar gallegos. En la segunda mitad del siglo XX, primero por la dictadura y luego por la crisis de la década de los noventa, los argentinos fueron los que emigraron a Europa. Y ahora la tendencia vuelve a invertirse.

Una "invasión europea", un "nuevo Eldorado", "expediciones en busca de emociones": son conceptos que se escuchan con frecuencia y que deben resultar preocupantes para los europeos. "No, no hay motivos para hablar de otra colonización", afirma rotundamente Góis. "Más bien asistimos al nacimiento de una nueva clase mundial de emigrantes que nunca se asentará permanentemente en un lugar. Tarde o temprano, regresarán a su país o se marcharán a otro, donde la oferta sea mejor”.

Pero quizás la migración inversa sea efecto de los cambios mucho más profundos que tienen lugar en el mundo. El equilibrio de poder entre Occidente y el resto del mundo o, si lo prefieren, entre el Norte y el Sur, está cambiando.

Editorial

La cicatriz del desempleo

La crisis afecta a todo el mundo en Europa, pero se ha cebado con los más jóvenes, señala el semanario polaco Tygodnik Powszechny. Y no solo en Grecia, España o Portugal, sino también en Polonia, donde la tasa de paro en menores de 24 años ronda el 30%, y, en Eslovaquia, el 35%. Y esto conllevará efectos a largo plazo, advierte la publicación polaca

El desempleo resulta doloroso para todos. Pero sobre los jóvenes titulados, que durante años han alimentado expectativas sobre su vida y sobre sí mismos, puede tener un gran impacto. La investigación demuestra que el paro de larga duración a una edad temprana genera más adelante una falta de confianza en uno mismo. Es lo que se conoce como la ‘cicatriz’ o el ‘estigma’ del desempleo. Así que incluso cuando Europa deje atrás la crisis, el futuro de estos jóvenes todavía estará en el aire.

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